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sábado, 20 de enero de 2018

Congeniar

Por Poh Fang Chia
Entonces los que temían al Señor hablaron cada uno a su compañero; y el Señor escuchó y oyó… (v. 16).
La Biblia en un año: Génesis 29-30; Mateo 9:1-17
Li es un empleado de banco diligente y confiable. Sin embargo, como vivía lo que creía, muchas veces se veía obligado a demostrar que era diferente al resto.
Esto se evidenciaba de maneras prácticas, tales como irse del comedor durante una conversación inapropiada. En un estudio bíblico, les dijo a sus amigos: «Me temo que estoy perdiendo oportunidades de ascensos porque no congenio con los demás».
En la época de Malaquías, los creyentes enfrentaban un desafío similar. Habían vuelto del exilio y reconstruido el templo, pero eran escépticos respecto al plan de Dios para su futuro. Decían: «Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley […]? Decimos, pues, ahora: Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados, sino que tentaron a Dios y escaparon»(MALAQUÍAS 3:14-15).
¿Cómo podemos mantener las convicciones en una cultura que nos dice que perderemos si no cedemos? Los fieles de aquella época lo enfrentaban, reuniéndose con otros creyentes para alentarse mutuamente. Y Malaquías detalla: «El Señor escuchó y oyó» (v. 16).
Dios lo sabe y se ocupa de todos los que lo honran. No nos llama a «congeniar», sino a acercarnos a Él diariamente y a alentarnos unos a otros. ¡Permanezcamos fieles!
Señor, ayúdanos a permanecer fieles en este mundo infiel.
Nuestra fe puede ser probada para que confiemos en la fidelidad de Dios.

¿Un Dios enojado?
Por Linda Washington
… ¡Señor! ¡Señor! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad (34:6).
Leer: Salmo 18:30-36 
La Biblia en un año: Génesis 33-35; Mateo 10:1-20
Cuando estudié mitología griega y romana en la universidad, me llamó la atención qué malhumorados y rápidamente airados se ponían los dioses mitológicos.
Los pobres receptores de esos enojos solían perder la vida; a menudo, por un capricho.
Lo primero que hice fue burlarme, preguntándome cómo podía alguien creer en dioses como esos. Pero, después, me pregunté: ¿Mi visión del Dios que realmente existe es muy diferente? Cuando dudo de Él, ¿no pienso que tiende a enojarse con facilidad?
Lamentablemente, es así. Por eso, me gusta el pedido de Moisés a Dios: «Te ruego que me muestres tu gloria» (ÉXODO 33:18). Al haber sido elegido para liderar a una multitud quejosa, quería estar seguro de que el Señor lo ayudaría. Dios lo recompensó mostrándole su gloria y anunciándole su nombre y características: «fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad» (34:6).
Este versículo me recuerda que Dios no es impulsivo, con reacciones de ira repentinas. Y me tranquiliza; en especial, cuando reacciono ante Él con enojo e impaciencia.
Podemos ver a Dios y su gloria en su paciencia hacia nosotros, la palabra de ánimo de un amigo, un hermoso amanecer o, sobre todo, el susurro del Espíritu Santo en nuestro interior.
Señor, gracias por tu misericordia, perdón y fidelidad.
Aunque nosotros cambiamos a menudo, Dios nunca lo hace.
Nuestro Pan Diario

lunes, 1 de enero de 2018

Que queda en el ojo

Por Keila Ochoa
¡Cuán innumerables son tus obras, oh Señor!… (v. 24).
Leer: Salmo 104:24-35 
La Biblia en un año: Zacarías 9–12; Apocalipsis 20
Al colibrí se lo conoce también como picaflor, nombre que se le da porque, al verlo, parece estar picando las flores. En inglés se lo llama «pájaro que zumba», y en portugués, «besa flor». Uno de mis nombres favoritos para esta ave es biulu, «que queda en el ojo» (zapoteco mejicano). En otras palabras, una vez que veas un picaflor, nunca lo olvidarás.
G. K. Chesterton escribió: «El mundo nunca perecerá por falta de maravillas, sino solo por faltar en maravillarse». El colibrí es una de esas maravillas. ¿Qué tienen de fascinantes estas pequeñas criaturas? Tal vez sea su tamaño (un promedio de 2, 5 a 5 cm) o la velocidad de su aleteo, que puede oscilar entre 50 y 200 veces por segundo.
No sabemos con seguridad quién escribió el Salmo 104, pero el salmista estaba indudablemente cautivado con la belleza de la naturaleza. Después de describir muchas maravillas de la creación, declara: «Alégrese el Señor en sus obras» (v. 31). Y, luego, ora: «Dulce será mi meditación en él» (v. 34).
La naturaleza está inundada de cosas que quedan en el ojo, por su belleza y perfección. ¿Cómo podemos meditar en ellas y agradar a Dios? Podemos observar, regocijarnos y dar gracias a Dios mientras contemplamos sus obras y recapturamos sus maravillas.
Dios, ayúdame a reflexionar en las maravillas de tu creación.
El asombro ante las maravillas lleva a la gratitud.

Hora de completar
Por David C. McCasland
… Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido (v. 26).
Leer: Hechos 14:21-28 
La Biblia en un año: Zacarías 13–14; Apocalipsis 21
A fin de año, la carga de las tareas incompletas puede agobiarnos. Las responsabilidades en el hogar y el trabajo pueden parecer interminables, y lo que debería hacerse hoy se deja para mañana. Pero hay momentos en nuestro camino de la fe en que deberíamos hacer una pausa y celebrar la fidelidad de Dios y aquello que hemos completado.
Después del primer viaje misionero de Pablo y Bernabé, «de allí navegaron a Antioquía, desde donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido» (Hechos 14:26). Aunque quedaba mucho por hacer, apartaron un tiempo para dar gracias por lo ya hecho: «Y habiendo llegado, y reunido a la iglesia, refirieron cuán grandes cosas había hecho Dios con ellos, y cómo había abierto la puerta de la fe a los gentiles» (v. 27).
¿Qué hizo Dios a través de ti durante este año? ¿Cómo abrió la puerta de la fe a alguien que conoces y amas? El Señor está obrando a través de nosotros de formas inimaginables, en tareas que pueden parecernos insignificantes e incompletas.
Si nos duele saber que hemos servido al Señor a medias, no olvidemos dar gracias por la forma en que ha obrado a través de nosotros. ¡Regocijarse en lo que Dios ha hecho por su gracia prepara el camino para lo que viene!
Señor, gracias por lo hecho y por lo que está por delante.
Dios obra permanentemente en y a través de nosotros.

Nuestro Pan Diario

domingo, 31 de diciembre de 2017

Diario de agradecimiento

Por Poh Fang Chia
Alabad al Señor, naciones todas; pueblos todos, alabadle (v. 1).
Leer: Salmo 117
La Biblia en un año: Zacarías 1–4; Apocalipsis 18
Cuando recién había creído en Jesús como Salvador, un consejero espiritual me instó a escribir un diario de agradecimiento: un librito que llevaba a todas partes. A veces, registraba un motivo de gratitud de inmediato. Otras, lo escribía el fin de semana mientras dedicaba un tiempo a reflexionar.
Registrar notas de alabanza es una buena costumbre; algo que estoy considerando volver a hacer. Me ayudaría a tomar conciencia de la presencia del Señor y dar gracias por su cuidado y provisión.
En el salmo más corto de la Biblia, el 117, el escritor insta a todos a alabar al Señor «porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia» (v. 2).
¿Cómo te ha mostrado el Señor su misericordia hoy, esta semana, este mes o este año? No busques cosas espectaculares. Su misericordia se ve en las circunstancias comunes y corrientes de cada día. Piensa en cómo la ha mostrado hacia tu familia, iglesia y otras personas. Inunda tu mente de la grandeza de su misericordia para todos.
El salmista agregó: «Y la fidelidad del Señor es para siempre» (v. 2, énfasis agregado). En otras palabras, ¡Él seguirá amándonos! Por eso, tendremos muchas cosas para alabar al Señor en el futuro. ¡Que la gratitud a Dios caracterice nuestras vidas!
Señor, hoy quiero decirte: «¡Gracias por tu misericordia y fidelidad!».
Da gracias a Dios por lo común y corriente así como por lo extraordinario.

Situaciones cotidianas
Por Em
El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate (v. 13).
La Biblia en un año: Zacarías 5–8; Apocalipsis 19
Coloqué las bolsas en mi auto y, con cuidado, salí del estacionamiento. De repente, un hombre se cruzó, sin darse cuenta de que yo salía. Apreté el freno a fondo y evité atropellarlo. Sobresaltado, él levantó la vista y se encontró con mi mirada… En ese momento, supe que debía decidir entre responderle enojada o sonreírle a manera de perdón. Sonreí.
El alivio se le vio en la cara, y sonrió agradecido.
Proverbios 15:13 dice: «El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate». ¿El escritor está diciendo que debemos sonreír frente a toda interrupción, decepción e inconveniente de la vida? ¡Por supuesto que no! Hay momentos para el lamento genuino, la desesperación e, incluso, el enojo ante las injusticias. Pero, en las situaciones cotidianas, una sonrisa puede brindar alivio, esperanza y la gracia necesaria para seguir adelante.
Quizá la idea del proverbio es que una sonrisa brota naturalmente de la condición de nuestro ser interior. Un «corazón alegre» está en paz, satisfecho y confiado en que Dios siempre hace lo mejor. Con esta clase de corazón, podemos reaccionar ante las circunstancias sorprendentes con una sonrisa franca, que invita a los demás a abrazar la esperanza y la paz que pueden experimentar en Dios.
Señor, ayúdame a reflejar un corazón gozoso.
«… animaos unos a otros, y edificaos unos a otros…». 1 Tesalonicenses 5:11

Nuestro Pan Diario

sábado, 30 de diciembre de 2017

Tradiciones de Navidad

Por Dave Branon
Leer: Lucas 2:1-11 
La Biblia en un año: Sofonías 1–3; Apocalipsis 16
Diversas tradiciones de Navidad caracterizan a los países donde se celebra. Al ver las flores de poinsetia, deberíamos agradecerle a México; al comer turrones, dar gracias a Italia y España; al decir o escuchar la palabra «Noel», expresar gratitud a Francia.
Pero, al disfrutar de nuestras tradiciones navideñas, costumbres recolectadas de todo el mundo, debemos dar nuestro mayor y más profundo «gracias» a nuestro Dios bueno, misericordioso y amoroso. De Él, vino la razón de nuestra celebración: el bebé nacido en aquel pesebre de Judea hace más de dos mil años. Un ángel anunció la llegada de este regalo a la humanidad, diciendo: «os doy nuevas de gran gozo […]: que os ha nacido hoy […] un Salvador, que es CRISTO el Señor» (Lucas 2:10-11).
Esta Navidad, aun a la luz del iluminado árbol de Navidad y rodeados de regalos recién abiertos, el verdadero entusiasmo se manifiesta al dirigir nuestra atención al bebé llamado Jesús, quien vino para salvar «a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1:21). Su nacimiento trasciende las tradiciones; es el foco de nuestra gratitud al alabar a Dios por este regalo indescriptible de Navidad.
Señor, gracias por venir a habitar con nosotros aquella primera Navidad. En esta época de tantas tradiciones, ayúdanos a ponerte en primer lugar.
«… el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz…». Romanos 15:13

¿Cómo se le ocurre?
Por Tim Gustafson
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Filipenses 4:19).
Leer: Mateo 17:24-27 
La Biblia en un año: Hageo 1–2; Apocalipsis 17
Cuando un turista perdió su teléfono celular en la playa, pensó que no lo volvería a ver. Sin embargo, a la semana, un pescador lo llamó. Había encontrado el teléfono —que, tras secarse, seguía funcionando— en un bacalao de unos once kilos.
La vida está llena de historias insólitas, y, en la Biblia, encontramos varias. Un día, un recaudador de impuestos se acercó a Pedro y le preguntó: «¿Su maestro no paga el impuesto del templo?» (Mateo 17:24 NVI). Jesús convirtió esa situación en un momento aleccionador al explicarle a Pedro su rol como Rey. Los hijos de un rey no pagaban impuestos, y el Señor dejó claro que ni Él ni sus hijos debían impuestos al templo (vv. 25-26).
Pero, «para no ofenderles» (v. 27), le dijo a Pedro que fuera a pescar (esta es la parte insólita de la historia). Pedro encontró una moneda en el primer pez que pescó.
¿Cómo se le ocurre intervenir así a Jesús? Mejor dicho: Nadie mejor que Jesús para intervenir, ya que Él es el verdadero Rey… aunque muchos no lo reconozcan así. Cuando aceptamos a Jesús como Salvador, nos convertimos en hijos de Dios.
La vida será exigente con nosotros, pero el Señor proveerá lo que necesitemos. Como lo expresa el pastor David Pompo: «Cuando pescamos para nuestro Padre, podemos depender de su provisión».
Señor, gracias por proveer todo lo necesario.
¡Somos hijos del Rey!

Nuestro Pan Diario

jueves, 28 de diciembre de 2017

Dios con nosotros

Por Amy Boucher Pye
He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel… (v. 23).
Leer: Mateo 1:18-23 
La Biblia en un año: Nahum 1–3; Apocalipsis 14
«Cristo conmigo, Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí, Cristo debajo de mí, Cristo arriba de mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda…». La letra de este himno escrito en el siglo v por San Patricio resuena en mi mente cuando leo el relato de Mateo del nacimiento de Jesús. La siento como un cálido abrazo que me recuerda que no estoy sola nunca.
El pasaje de Mateo nos revela que la morada de Dios con su pueblo es la esencia de la Navidad. Al citar la profecía de Isaías sobre un niño que sería llamado Emanuel, «Dios con nosotros» (Isaías 7:14), el evangelista señala hacia el cumplimiento final de lo profetizado: Jesús, Aquel nacido por el poder del Espíritu Santo para ser Dios con nosotros. Esta verdad es tan fundamental que Mateo empieza y termina con ella, y concluye con las palabras de Jesús a sus discípulos: «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:20).
Los versos de San Patricio me recuerdan que Cristo está siempre con los creyentes a través del Espíritu Santo que mora en ellos. Cuando estoy nerviosa o con miedo, puedo aferrarme a su promesa de que nunca me dejará. Si no puedo dormir, puedo pedirle su paz. Cuando tengo gozo y celebro, puedo agradecerle por su salvación.
Señor, que hoy sienta tu presencia conmigo.
El amor de Dios tomó forma de carne en Belén.

Un estremecimiento de esperanza
Por ap
… que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor (v. 11).
Leer: Lucas 2:11-20 
La Biblia en un año: Habacuc 1–3; Apocalipsis 15
Reginald Fessenden había trabajado durante años para lograr una comunicación radial inalámbrica. Algunos científicos consideraban que sus ideas eran extremas y heterodoxas, y dudaban de su éxito. Pero él afirma que, el 24 de diciembre de 1906, se convirtió en la primera persona en transmitir música por radio.
Fessenden hizo un contrato con una compañía de frutas que había instalado un sistema inalámbrico en unos doce barcos para informar sobre la cosecha y la venta de bananas. Esa Noche Buena, Fessenden les dijo a los operadores de los barcos que prestaran atención. A las nueve en punto, escucharon su voz. Luego, sobre la grabación de un aria, interpretó en su violín «Noche de Paz», cantando todas sus estrofas. Finalmente, dio saludos de Navidad y leyó en Lucas 2 la historia de los ángeles que anunciaron a los pastores el nacimiento del Salvador en Belén.
Tanto esos pastores, hace más de 2.000 años, como aquellos marineros en 1906, escucharon un inesperado y sorprendente mensaje de esperanza en una noche oscura. Y Dios sigue dando ese mensaje hoy. Nos ha nacido un Salvador: ¡Cristo el Señor! (Lucas 2:11). Podemos unirnos al coro de ángeles y a creyentes de todas las generaciones, respondiendo: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz!» (v. 14).
¡Jesús, gracias por venir para salvarnos!
«Sin Cristo, no hay esperanza». Charles Spurgeon

Nuestro Pan Diario

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Navidad en casa

Por Tim Gustafson
He aquí, yo estoy contigo, […] y volveré a traerte a esta tierra… (v. 15).
La Biblia en un año: Miqueas 4–5; Apocalipsis 12
Una Navidad, tuve que trabajar en un lugar que muchos de mis amigos ni siquiera podían localizar en un mapa. Casi arrastrándome desde mi lugar de trabajo hacia mi habitación, luché contra el viento helado que soplaba del Mar Negro. Añoraba mi casa.
Cuando llegué, abrí la puerta y vi algo hermoso: mi compañero de cuarto había completado su último proyecto de arte: un árbol de Navidad de cerámica, de unos 45 centímetros de alto, que iluminaba nuestra oscura habitación con destellos de colores. Aunque solo por un instante, ¡volvió a ser como casa!
Cuando Jacob huyó de su hermano Esaú, también se encontró en un lugar extraño y solitario. Dormido, vio a Dios en un sueño, y Él le prometió una casa: «la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia como el polvo de la tierra» (Génesis 28:13-14).
De Jacob, vino el Mesías prometido, Aquel que dejó su casa para acercarnos a Él. «Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis», les dijo a sus discípulos (Juan 14:3).
Aquella noche de diciembre, me senté en la oscuridad de mi cuarto y fijé la mirada en ese árbol de Navidad. Inevitablemente, pensé en la Luz que entró en el mundo para mostrarnos el camino a casa.
Señor, gracias por estar preparándonos un lugar contigo.
Más que un punto en un mapa, hogar es el lugar al que pertenecemos. Dios nos da ese lugar.

Noche de paz en el alma
Por David C. McCasland
… si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas […] son hechas nuevas (v. 17).
La Biblia en un año: Miqueas 6–7; Apocalipsis 13
Mucho antes de que Joseph Mohr y Franz Gruber crearan el famoso villancico «Noche de Paz», Angelus Silesius había escrito:
Mira, en la noche encalmada, nace Dios, un niño,
Y he aquí que vuelve a ganar lo perdido por Adán.
Si tu alma está encalmada y es noche para la criatura,
Dios se hace hombre en ti, hombre, y lo renueva todo.
Silesius, un monje polaco, publicó el poema en 1657 en El Peregrino Querúbico. En la reunión anual de Noche Buena, el coro de nuestra iglesia cantó una hermosa versión de ese poema, titulada: «Si tu alma se volviera noche».
El doble misterio de la Navidad es que Dios se hizo uno con nosotros, para que nosotros pudiéramos volvernos uno con Él. Jesús sufrió todo lo malo para que nosotros pudiéramos ser hechos justos. Por eso, el apóstol Pablo pudo escribir: «si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo» (2 Corintios 5:17-18).
Ya sea que nuestra Navidad esté colmada de familia y amigos o vacía de todo lo que anhelamos, sabemos que Jesús vino a nacer por nosotros.
Oh, si tu corazón fuera un pesebre para el nacimiento, Dios volvería una vez más a convertirse en un niño en la Tierra.
Jesús, gracias por traer luz a este mundo oscuro.
Dios se hizo uno de nosotros para que nosotros fuéramos uno con Él.

Nuestro Pan Diario

martes, 26 de diciembre de 2017

Medidas extremas

Por Joe Stowell
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (v. 10).
Leer: Lucas 19:1-10 
La Biblia en un año: Jonás 1–4; Apocalipsis 10
Hace unos años, una amiga mía perdió a su hijito en la Estación Union de Chicago. No hace falta decir que fue una experiencia aterradora. Lo llamaba con desesperación, mientras regresaba a la escalera mecánica, volviendo sobre sus pasos en un esfuerzo por recuperar a su niño. Los minutos de separación parecieron horas, hasta que, de repente —y gracias a Dios—, su hijo apareció entre la multitud y corrió hacia sus brazos en busca de seguridad.
Pensar en mi amiga, quien habría hecho cualquier cosa con tal de encontrar a su hijo, renueva mi sentimiento de gratitud por la asombrosa obra de Dios para salvarnos. Desde que Adán y Eva cayeron en pecado, Él lamentó haber perdido la comunión con su pueblo. Por eso, recorrió un largo camino para restaurar esa comunión, enviando a su único Hijo «a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). Sin el nacimiento de Jesús y su disposición a morir para pagar el precio por nuestro pecado y acercarnos a Dios, no tendríamos nada que celebrar en Navidad.
Por eso, en esta Navidad, demos gracias porque Dios tomó medidas extremas al enviar a Jesús para recomponer nuestra comunión con Él. Aunque estábamos pedidos, ¡gracias a Jesús, fuimos hallados!
Señor, que esta Navidad recordemos su verdadero significado: tu amor manifestado en Jesús.
La Navidad se trata de la medida extrema que tomó Dios para rescatarnos.

Romper el silencio
Por Philip Yancey
E irá delante de él con el espíritu y el poder […] para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto (v. 17).
Leer: Lucas 1:11-17 
La Biblia en un año: Miqueas 1–3; Apocalipsis 11
Al final del Antiguo Testamento, Dios parece estar escondido. Durante cuatro siglos, los judíos esperan y se preguntan qué sucede. Dios parece inactivo, desinteresado y sordo ante las oraciones. Resta solo una esperanza: la antigua promesa de un Mesías. Entonces, ocurre algo maravilloso: se anuncia el nacimiento de un bebé.
La lectura sobre las reacciones de las personas en el Evangelio de Lucas permite captar el entusiasmo. Los acontecimientos que rodean el nacimiento de Jesús se parecen a un musical lleno de gozo. Los personajes inundan la escena: un tío abuelo con cabello canoso (1:5-25), una virgen asombrada (1:26-38), la anciana profetisa Ana (2:36). La propia María estalla en un hermoso cántico (1:46-55). Incluso el primo aún no nacido de Jesús salta de gozo en el vientre de su madre (1:41).
Lucas se ocupa detenidamente de presentar conexiones directas con las promesas del Antiguo Testamento sobre la venida de un Mesías. El ángel Gabriel incluso llama a Juan el Bautista un «Elías» enviado para preparar el camino para el Señor (1:17). Sin duda, algo se está gestando en el planeta Tierra. Entre los aldeanos atemorizados y derrotados en un rincón del Imperio romano, algo bueno está por suceder.
Jesús, gracias por ser nuestro regalo de salvación.
«… un establo tuvo una vez algo dentro que era más grande que todo el mundo». C. S. Lewis (La última batalla)

Nuestro Pan Diario