Por Poh Fang Chia
Entonces los que temían al Señor hablaron cada uno
a su compañero; y el Señor escuchó y oyó… (v. 16).
Leer: Malaquías 3:13-18
La Biblia en un año: Génesis 29-30; Mateo
9:1-17
Li es un empleado de banco diligente y confiable.
Sin embargo, como vivía lo que creía, muchas veces se veía obligado a demostrar
que era diferente al resto.
Esto se evidenciaba de maneras prácticas, tales
como irse del comedor durante una conversación inapropiada. En un estudio
bíblico, les dijo a sus amigos: «Me temo que estoy perdiendo oportunidades de
ascensos porque no congenio con los demás».
En la época de Malaquías, los creyentes enfrentaban
un desafío similar. Habían vuelto del exilio y reconstruido el templo, pero
eran escépticos respecto al plan de Dios para su futuro. Decían: «Por demás es
servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley […]? Decimos, pues, ahora:
Bienaventurados son los soberbios, y los que hacen impiedad no sólo son prosperados,
sino que tentaron a Dios y escaparon»(MALAQUÍAS 3:14-15).
¿Cómo podemos mantener las convicciones en una
cultura que nos dice que perderemos si no cedemos? Los fieles de aquella época
lo enfrentaban, reuniéndose con otros creyentes para alentarse mutuamente. Y
Malaquías detalla: «El Señor escuchó y oyó» (v. 16).
Dios lo sabe y se ocupa de todos los que lo honran.
No nos llama a «congeniar», sino a acercarnos a Él diariamente y a alentarnos
unos a otros. ¡Permanezcamos fieles!
Señor, ayúdanos a permanecer fieles en este
mundo infiel.
Nuestra fe puede ser probada para que confiemos
en la fidelidad de Dios.
¿Un Dios enojado?
Por Linda Washington
… ¡Señor! ¡Señor! fuerte, misericordioso y piadoso;
tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad (34:6).
La Biblia en un año: Génesis 33-35; Mateo
10:1-20
Cuando estudié mitología griega y romana en la
universidad, me llamó la atención qué malhumorados y rápidamente airados se
ponían los dioses mitológicos.
Los pobres receptores de esos enojos solían perder
la vida; a menudo, por un capricho.
Lo primero que hice fue burlarme, preguntándome
cómo podía alguien creer en dioses como esos. Pero, después, me pregunté: ¿Mi
visión del Dios que realmente existe es muy diferente? Cuando dudo de Él, ¿no
pienso que tiende a enojarse con facilidad?
Lamentablemente, es así. Por eso, me gusta el
pedido de Moisés a Dios: «Te ruego que me muestres tu gloria» (ÉXODO 33:18). Al
haber sido elegido para liderar a una multitud quejosa, quería estar seguro de
que el Señor lo ayudaría. Dios lo recompensó mostrándole su gloria y
anunciándole su nombre y características: «fuerte, misericordioso y piadoso;
tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad» (34:6).
Este versículo me recuerda que Dios no es
impulsivo, con reacciones de ira repentinas. Y me tranquiliza; en especial,
cuando reacciono ante Él con enojo e impaciencia.
Podemos ver a Dios y su gloria en su paciencia
hacia nosotros, la palabra de ánimo de un amigo, un hermoso amanecer o, sobre
todo, el susurro del Espíritu Santo en nuestro interior.
Señor, gracias por tu misericordia, perdón y
fidelidad.
Aunque nosotros cambiamos a menudo, Dios nunca
lo hace.
Nuestro Pan Diario