Lectura: 2 Corintios 4:1-12
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones… —2 Corintios 4:6
Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones… —2 Corintios 4:6
Un
cuadro de Bob Simpich, titulado Un sendero de luz, muestra un bosque de
álamos donde el sol otoñal produce un reflejo dorado en sus hojas. Las
ramas más altas brillan totalmente iluminadas, mientras que el suelo al
pie de los árboles es una mezcla de sombras y
rayos de sol. El pintor manifestó sobre el contraste: «Me encanta la luz
que se filtra hasta el suelo del bosque. Entreteje una magia especial».
El apóstol Pablo escribió a
los seguidores de Jesús que vivían en Corinto: «Porque Dios, que mandó
que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en
nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de
Dios en la faz de Jesucristo» (2 Corintios 4:6). Después, sigue
describiendo la realidad de la vida, en la cual «estamos atribulados en
todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos,
mas no desamparados; derribados, pero no destruidos» (vv. 8-9).
A
veces, nuestras dificultades, tristezas y pérdidas parecen desdibujar
la luz del rostro de Dios. Sin embargo, aun entre esas sombras oscuras,
podemos ver pruebas de su presencia a nuestro lado.
Si hoy andamos en sombras, que podamos redescubrir que la luz de Dios, Jesucristo, siempre brilla en nuestro
corazón.
—DCM
Señor, que la luz de tu rostro brille sobre
nosotros e ilumine este mundo envuelto en oscuridad. Que podamos verte
y mostrarles a otros el camino a ti.
En las circunstancias oscuras, la luz de Dios sigue brillando en nuestro corazón.
Nuestro Pan Diario
En la tormenta
La
tormenta estaba gestándose… no solo en el horizonte, sino en la casa de
mi amiga. «Cuando estaba en Hong Kong —contó ella—, el servicio
meteorológico local anunció que se acercaba una gran tormenta. Pero, más
allá de lo que sucedía fuera de mi ventana, en casa se anticipaba un
temporal. Mi papá estaba internado y toda la familia
intentaba equilibrar las responsabilidades del hogar y del trabajo con
las visitas al hospital. Todos estábamos cansados y perdiendo la
paciencia, y la situación en casa era tensa».
La
vida puede asemejarse a una tormenta; nos lleva de un lado a otro con
vientos de adversidades, aflicción o estrés. ¿Adónde podemos recurrir?
Cuando los discípulos de Jesús quedaron atrapados en un gran temporal y
se preguntaban si a Él le importaba, de todos modos supieron a quién
acudir. El Señor demostró su poder al calmar la rugiente tempestad
(Marcos 4:38-39).
Sin
embargo, muchas veces Él no calma la tormenta de inmediato. Entonces,
como los discípulos, tal vez pensamos que no le importa. Para aplacar
nuestros miedos, podemos aferrarnos a la fe en lo que Dios es y puede
hacer. Podemos refugiarnos en Él (Salmo 91:1); obtener su ayuda para
relacionarnos bien con los demás; descansar en sus atributos de poder,
sabiduría y amor ilimitados. El Señor está con nosotros
en la tormenta y nos sostiene con amor a través de ella.
—PFC
«No hace falta que gritemos a viva voz; Dios está más cerca de lo que suponemos». —Hermano Lorenzo
Nuestro Pan Diario
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PENSALO
Cómo
hablarle a tus amigos de Jesús
Por Al
Valdés
Para muchos,
la respuesta típica cuando tratan de definir el término “evangelización” es
invitar a la persona con quien está hablando a la iglesia — con la esperanza
que el pastor hable acerca de la salvación eterna e invite a los congregantes a
creer en Jesús. ¿Pero, qué tal si la persona no puede o no quiere ir a la
iglesia? ¿Qué tal si no queda mucho tiempo?
Pensemos en
el siguiente relato ficticio: Digamos que dos paracaidistas —uno que cree en
Cristo y el otro no— se lanzan de una avioneta. El paracaídas del no cristiano
tiene un problema y no quiere abrir. Este, después de agotar todos los métodos
para abrir el paracaídas, y dándose cuenta de que sus últimos minutos los
pasaría en el aire, grita, “¿Cómo puedo ser salvo?”
Si usted
fuera el otro paracaidista, ¿cómo le respondiera? Dese cuenta que usted
sólo tiene segundos para responder. ¿Qué le diría? En realidad, la
respuesta sigue siendo la misma aunque tengamos una hora o 30 segundos. ¿Cuál
es? “¡Cree en Jesús!” (lo cual se puede decir en menos de 4 segundos). Ahora,
usualmente tenemos más de 30 segundos para evangelizar, tiempo que debemos
aprovechar bien. Miremos entonces tres pasos para ayudarnos a comunicar las
buenas nuevas de la salvación eterna.
- Hablemos con amor: A veces nuestros esfuerzos en hablarles a otros acerca de Jesús carecen de una disposición de amor. Pero, el pasaje más famoso acerca de cómo podemos tener certeza de vida eterna comienza con el amor de Dios hacia todos. Dice así:
Porque de
tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que cree en El, no se pierda, mas tenga vida eterna (Juan 3:16, LBLA).
Si leemos
los versículos que le siguen captamos algo más de la disposición amorosa de
Dios hacia nosotros:
Dios no
envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio
de Él. El que cree en Él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado
por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios (Juan 3:17-18,
NVI).
Nuestra
disposición debe reflejar el amor de Dios que proclamamos en nuestro mensaje. Y
ese mensaje se debe enfocar en Jesús, el Salvador.
- Hablemos de Jesucristo: A veces cuando conversamos con una persona que no ha creído hablamos de todo menos de Cristo. Enfatizamos nuestra propia experiencia, hablamos de que tan buena es nuestra iglesia, o del gran sentido del humor o personalidad de nuestro pastor. No hay nada malo o indebido en esto. Pero ya que la Biblia dice que sólo hay un Salvador, Jesucristo, debemos enfocar nuestros esfuerzos evangelísticos en Él.
Cuando Pedro
les habló a los líderes religiosos en Jerusalén, afirmó: Y en ningún otro
hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en
el cual podamos ser salvos. (Hechos 4:12)
Si
continuamos leyendo el libro de los Hechos nos topamos con Felipe, un diácono
de la iglesia primitiva, y su conversación con un oficial etíope que estaba
leyendo Isaías 53 en las Escrituras. El oficial pidió ayuda para comprender lo
que leía. El relato dice:
Entonces
Felipe, abriendo su boca, y comenzando desde esta escritura, le anunció el
evangelio de Jesús (Hechos 8:35). Felipe le
habló de Jesús, el Salvador que dio Su vida por los pecadores. Pero Jesús mismo
afirmó que sólo Él podía llevarnos a Dios Padre. “Jesús le dijo: Yo soy
el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí (Juan
14:6). Al tener claro que debemos hablar de Jesús, debemos tener
claro la condición de salvación. ¿Cómo se adquiere el regalo de la vida eterna?
- Enfaticemos el creer: Ya que Jesús pagó el precio completo por nuestra salvación, no podemos hacer nada más sino recibir Su regalo— por fe. Sólo queda que creamos en Él. Ahora, creer quiere decir que quedamos convencidos de la veracidad de algo. Cuando estamos persuadidos de la promesa de Jesús respecto a la vida eterna, hemos creído en Él—tenemos plena certeza de que nuestro destino eterno está seguro porque Él nos prometió vida eterna. Leamos sólo algunos de los muchos textos que afirman esto.
El que cree
en el Hijo tiene vida eterna (Juan 3:36a).
En verdad,
en verdad os digo: el que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida
eterna y no viene a condenación[i], sino que ha pasado de muerte a vida (Juan
5:24).
Jesús les
dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que
cree en mí nunca tendrá sed (Juan 6:35).
Jesús le
dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera,
vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.
¿Crees esto? Ella le dijo*: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios, el que viene al mundo (Juan 11:25-27).
Mas Pablo
clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí.
Entonces él pidió luz y se precipitó adentro, y temblando, se postró ante Pablo
y Silas, y después de sacarlos, dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa. Y
le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa
(Hechos 16:28-32).
Debemos
recordar algo más. Sí habrán muchas ocasiones en las que la persona con quien
hablamos creerá inmediatamente, justo frente a nosotros. Pero recuerde que a
veces la persona creerá después cuando esté a solas, o tal vez con otra persona
que hable con ellos, o tal vez en la iglesia. No debemos pensar que si no creen
en ese preciso instante, nunca creerán.
Conclusión
Una muchacha
vino de otro país y visitó una iglesia donde le hablaron de Jesús. Le
comunicaron que podía tener certeza de salvación eterna sólo por creer en Él.
Ella no creyó en esa ocasión en la iglesia. Nadie intentó forzarla a creer,
sino que se le dio el mensaje claro y se le demostró amor cristiano. Tiempo
después durante una lluvia con relámpagos que la atemorizó recordó el mensaje
de salvación. Se dio cuenta en ese entonces que no podía ganarse la salvación y
que no quería morir sin Dios. Allí, solita en su casa creyó en Jesús. Después nos
contó el relato. Así, es bueno que nos preocupemos por comunicarles a otros las
buenas nuevas del regalo de salvación. Cuando lo hagamos estos tres principios
nos ayudarán: Hablemos con amor, Señalemos a Jesús —que dio Su vida por
nosotros (y así compró nuestro regalo de salvación), y aclaremos que la vida
eterna se obtiene por creer en Cristo y no por algún esfuerzo o mérito propio.
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