Por Amy
Boucher Pye
Nuestras
cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por
todos los hombres (v. 2).
Leer: 2 Corintios 3:1-6
La
Biblia en un año: Proverbios 8−9; 2 Corintios 3
Mi
madre y su hermana practican un arte en proceso de extinción: escribir cartas. ¡Se
escriben con tanta regularidad que uno de los carteros se preocupa cuando no
tiene nada que entregar! Sus cartas están inundadas de temas de la vida,
alegrías y tristezas, y cuestiones cotidianas de amigos y parientes.
Me
encanta pensar en este ejercicio semanal de estas mujeres de mi familia, ya que
me ayuda a apreciar aún más las palabras de Pablo respecto a que los seguidores
de Jesús son «carta de Cristo […], escrita no con tinta, sino con el Espíritu
del Dios vivo» (2 Corintios 3:3). En respuesta a los falsos maestros que
trataban de desacreditar su mensaje, instó a los creyentes a continuar
siguiendo al Dios vivo y verdadero, ya que sus vidas transformadas serían un
testimonio más poderoso de la obra del Espíritu a través de su ministerio que
cualquier carta escrita.
¡Qué
maravilla que el Espíritu de Dios en nosotros escriba una historia de gracia y
redención! Por más significativas que puedan ser las palabras escritas,
nuestras vidas son el mejor testimonio de la verdad del evangelio; una
compilación de compasión, servicio, gratitud y gozo. A través de nuestras
palabras y acciones, el Señor difunde su amor vivificante. ¿Qué mensaje podrías
enviar hoy?
Señor,
habla a través de mi vida hoy.
Somos
cartas de Cristo.
Jesucristo
entiende
Por Jennifer
Benson Schuldt
Y
aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros… (v. 14).
Leer: Juan 1:1-18
La
Biblia en un año: Proverbios 10−12; 2 Corintios 4
Un
capellán de los departamentos de policía y bomberos de su comunidad asistió a
cursos de capacitación en la academia de policía para entender mejor las
situaciones que enfrentaban los oficiales al aplicar la ley. El tiempo con los
cadetes y el aprendizaje sobre los enormes desafíos de la profesión le
generaron un nuevo sentimiento de humildad y empatía. En el futuro, espera
aconsejar mejor a aquellos que luchan contra el estrés emocional, la fatiga y
las pérdidas.
Sabemos
que Dios entiende lo que enfrentamos no solo porque Él nos creó y ve todo lo
que nos sucede, sino porque también estuvo en esta Tierra y vivió como un ser
humano en la persona de Jesucristo: «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó
entre nosotros» (Juan 1:14).
La
vida terrenal de Jesús incluyó diversas dificultades: el abrasador calor del
sol, el dolor de un estómago vacío y la incertidumbre de no tener una casa. Emocionalmente,
enfrentó rechazo, traición y constantes amenazas de violencia; también el gozo
de las amistades y el amor familiar, y todo lo peor que nosotros enfrentamos en
este mundo. Por eso, también brinda esperanza, porque es el Admirable Consejero
que nos escucha con paciencia e interés (Isaías 9:6), y puede decir: «Te
entiendo. Yo pasé por eso».
Señor,
sé que entiendes todo de mí. Te entrego mis angustias.
Dios
entiende las luchas que enfrentamos.
Nuestro
Pan Diario
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