… Dejad a
los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de
Dios. —Marcos 10:14
Lectura: Marcos 10:13-16
La biblia en
un año: Génesis 36–38 ; Mateo 10:21-42
La noticia
de un sencillo acto de bondad en un metro de Nueva York recorrió el mundo. Un
joven, con la cabeza cubierta con la capucha de su suéter, se durmió apoyado en
el hombro de un pasajero mayor. Cuando alguien se ofreció para despertar al
joven, el hombre dijo en voz baja: «Seguro que tuvo un día largo. Déjalo que
duerma. Nos ha pasado a todos». Entonces, dejó que su cansado compañero de
viaje durmiera sobre su hombro durante casi una hora. Cuando llegó a la
estación donde debía bajarse, se levantó lentamente para no despertarlo.
Mientras tanto, otro pasajero tomó una fotografía, la subió a una red social, y
la foto «se viralizó».
La bondad de
ese hombre parece transmitir lo que todos anhelamos: una acción bondadosa que
refleje el corazón de Dios. Vemos esta actitud en Jesús, cuando sus amigos
trataron de evitar que el ruido que hacían los niños lo molestara. Pero Él
insistió en tomar a aquellos pequeños en sus brazos y bendecirlos (Marcos
10:16). Mientras lo hacía, nos invitó a todos a confiar en Él como si fuéramos
niños (vv. 13-16).
El Señor
Jesucristo nos enseña que todos estamos seguros en su presencia. Ya sea que
estemos despiertos o dormidos, podemos apoyarnos en Él. Cuando nos sentimos
exhaustos, nos ofrece un lugar seguro donde descansar.
—MRD
Dios es un
lugar seguro de descanso.
Nuestro
Pan Diario
La
Palabra renovadora
… mi
palabra […] no volverá a mí vacía… —Isaías 55:11
Lectura:
Isaías 55:8-11
La
biblia en un año: Génesis 39–40 ; Mateo 11
Cuando era niño, solíamos viajar en familia por una zona
desértica de nuestro país. Nos encantaba ver a lo lejos las tormentas que,
acompañadas de relámpagos y truenos, desencadenaban intensos chaparrones que
bañaban la arena caliente. El agua fría refrescaba la tierra… y a nosotros.
El agua produce cambios maravillosos en las regiones
áridas. Por ejemplo, algunos cactus están completamente inactivos durante la
temporada seca. Sin embargo, después de las primeras lluvias estivales, brotan
y exhiben delicados pétalos rosados, dorados y blancos.
Asimismo, en Tierra Santa, después de una intensa lluvia,
los terrenos secos parecen florecer de la noche a la mañana. Isaías utilizó la
renovación que produce la lluvia para ilustrar la obra de la Palabra de Dios:
«Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá,
sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que
siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá
a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para
que la envié» (Isaías 55:10-11).
La Escritura tiene vitalidad espiritual. Por eso, no
vuelve vacía. Dondequiera que encuentra un corazón abierto, renueva, nutre y da
vida nueva.
—HDF
La
Biblia es al alma sedienta lo que el agua es a la tierra árida.
Nuestra
Pan Diario
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REFLEXIONAR
Edición especial
en memoria de quienes murieron a manos del terror la última semana en Francia.
Sea su memoria
bendición:
La importancia
del diálogo interreligioso en el dramático presente
Por el Rab. Dr. Abraham Skorka, Argentina.
El siglo XX se caracterizó por la consagración de las
ideologías antropocéntricas, que tomaron cuerpo en un proceso que comenzó a
gestarse algunas centurias antes. El individuo pasó a ocupar el lugar de Dios.
Las viejas religiones quedaron reducidas a meras tradiciones y rituales, la
presencia de una creatividad espiritual fue constreñida. La proclama de
Nietzsche acerca de la muerte de Dios, los escritos de Kierkegaard, y hasta la
dura conclusión marxista que las religiones son el opio de los pueblos, deben verse
más como clamores de crítica contra instituciones religiosas que detentaban un
poder dentro de sociedades con gran injusticia social, que contra la
religiosidad en sí misma. En el seno de la judería de la Europa oriental se
gestó en el siglo XVIII un movimiento que enfatizaba el desarrollo espiritual a
nivel de todas las capas sociales, especialmente las más menesterosas. El
movimiento jasídico. Tuvo grandes maestros de quienes llegaron a nuestras
manos escritos y relatos fragmentarios, pero que aún así, se percibe en ellos
una profundidad superlativa, que testimonia, por otra parte, la crisis frente a
la cual respondían.
Los avances de las ciencias y técnicas y los múltiples
descubrimientos que éstos propiciaban deslumbraban a entendidos y neófitos. Las
instituciones religiosas, en general, no generaron un diálogo dinámico con el
intelecto secular. Más bien siguieron sosteniendo una postura dogmática,
antitética a aquello que se denominó “libre pensamiento”. Para muchos en
occidente, lo religioso comenzó a ser sinónimo de oscurantismo.
En el siglo XX se plasmaron dramáticamente las
pasiones confusas de las sociedades europeas en dramáticos conflictos que
dejaron tras de sí más muertos y destrucción como nunca antes, según los
registros conocido de las distintas conflagraciones acaecidas en el seno de la
historia.
Todos los frenos que limitan la conducta humana a un
ámbito civilizado, fueron quebrados. La devastación de armenios en los albores
del siglo XX, los horrores de la primer guerra mundial, la sangrienta guerra
civil española, la segunda guerra mundial, en el seno de la cual se perpetró la
Shoah, el crimen más espantoso jamás cometido contra un pueblo, fueron
la consecuencia de una realidad en la que el hombre expulsó toda presencia del
Dios bíblico de su realidad. Se erigieron semidioses, como en el pasado pagano,
que sustentaban concepciones idolátricas que debían, al decir de ellos, redimir
al hombre y a las sociedades de sus sufrimientos existenciales. Los nuevos
paradigmas de civilización y cultura habían fracasado.
A partir de los setenta del siglo pasado se produjo un
retorno en el seno de las religiones abrahámicas, hacia lo religioso, pero no
en una versión espiritual renovada, sino a una recreación fundamentalista,
extrema, de las mismas. Se dejó de lado la necesaria dialéctica entre fe y
razón, que permite el hallazgo de un equilibrio existencial que sabe manifestar
lo mejor de lo humano. Gilles Kepel describió este proceso en su famoso ensayo
“La revancha de Dios”.
El “factor religioso”, como lo denominó Saramago,
comenzó a jugar nuevamente un papel importante en la escena de la humanidad. Y
nuevamente nos hallamos ante el cuadro de estructuras religiosas que detentan
en sus manos un gran poder político, económico y militar, que incitan a la
violencia y son generadoras de actos de violencia.
¿Cuál debe ser realmente el rol de las religiones? El
de construir barreras civilizatorias en el seno de lo humano. Todos los actos
de violencia y barbarie reflejan una bancarrota de la cultura, y cuando la
religión es componente constitutivo de la misma, refleja el fracaso de su
proceder.
Uno de los versículos más significativos de toda la
Biblia se halla en las palabras que Dios le dice a Caín al verlo con ira y
frustración por no haber recibido el beneplácito de Él a su ofrenda. El Creador
le dice: “¿Por qué te hallas iracundo y por qué ha decaído tu semblante?
Ciertamente, si has de hacer el bien te erguirás. Mas si no hicieres el bien,
el pecado yace a la puerta y hacia ti se dirige su incitación, más tú lo podrás
dominar.” (Génesis 4:7)
Dios invita a Caín a dominar su ira, sus impulsos o si
se prefiere, en el léxico freudiano, su pulsión de muerte. Uno de los mensajes
esenciales de la Torah se halla en el clamor de Dios al hombre a dominar sus
impulsos destructivos. Cuando le prescribe a los Hijos de Israel colocar
franjas de hilos rodeados por un hilo violáceo –tzitzit- en los cuatro
extremos de sus vestimentas, el texto bíblico explica que es para que al ser
vistos se tenga presente la omnipresencia divina, lo cual debe conllevar a
recordar los preceptos por Él ordenados a fin de no ir en pos de aquello que
ven los ojos y es susceptible de pervertir al hombre. Uno de los últimos
desafíos que antepuso Moisés al pueblo de Israel, de acuerdo al texto
deuteronomista, es el de elegir la vida por sobre la muerte.
El principal objetivo de toda cultura y la religión
como uno de sus constituyentes, es la de construir los diques que saben
contener las pasiones destructivas del hombre. Aquello que establece el límite
entre civilización y barbarie. Hubo una generación de Profetas, la de Isaías,
Oseas, Amós y Miqueas, en la que se enfatizó el concepto que la base del honor
a Dios es el respeto por cada individuo. Esta generación marcó por siempre la
esencia del judaísmo, aquella que profundizó y desarrolló el rabinismo y fue
inspiración de la prédica de Jesús en su tiempo.
El mundo desgarrador del presente, en el que la
satanización del otro es tan común, paso previo a su eliminación,
requiere dramáticamente de una respuesta a su crisis.
Es el momento en el que los líderes religiosos de
todos los credos, junto a todos aquellos que a partir de su intelecto marcan
líneas de pensamiento en gran parte de la humanidad, en las ciencias, en las
artes y en todas las otras formas de creatividad humana, breguen conjuntamente,
explícitamente, inequívocamente, por la actitud de respeto y cuidado que cada
uno debe tener para con su prójimo, independientemente de la disparidad de
creencias, pero aunados en los valores de equidad y justicia.
Es el momento de tener el coraje de desarrollar un
diálogo religioso que sabe aunar los corazones de tal modo que cada uno
reconozca en el otro a su hermano. Es el tiempo de concretar la propuesta de
Dios a Caín: de superar el instinto destructivo con nuestras fuerzas
espirituales y afectivas. Es el tiempo de unirse para comenzar a materializar
la visión de Isaías y Miqueas: trocar las espadas en hojas de arado y las
lanzas en hoces.
O de seguir viviendo en una humanidad en la que el
odio divide a los hombres, la pulsión de muerte sigue siendo incentivada
conformando un realidad sin sentido cierto, de la cual pretenden escapar
millones mediante fatídicas drogas que obnubilan sus mentes.
Es el tiempo -como le escribió el rabino Abraham
Joshua Heschel al presidente Kennedy al reclamarle por el sufrimiento de los
negros en Estados Unidos- que nos llama para una elevada grandeza moral y
audacia espiritual.
Estas reflexiones fueron escritas mientras en París se
realizaba una multitudinaria manifestación en contra de la violencia que busca
corroer los valores que sustentan a la república francesa, que convocó una
multitud que no se veía en la ciudad desde la liberación de la misma del
nazismo. Las mismas emergen de una experiencia de diálogo interreligioso
desarrollada en Buenos Aires durante cuarenta años, y fueron publicadas en la
edición del 12 de enero del L´Osservatore Romano, fruto del mismo diálogo que
sigue desarrollándose, ahora con uno de sus centros en Roma.
He aprendido acerca de la importancia del diálogo del
rabino Marshall Meyer, uno de los discípulos dilectos de Abraham Joshua
Heschel, y a través de los escritos de Heschel mismo. No religion is an
island fue uno de los escritos que más me han impactado en general y en
este tema en especial. Comprendí a través de las acciones de Meyer y de Heschel
cómo se pragmatizan los conceptos dialogales de Buber y Levinas. Heschel fue un
luchador por los derechos de los negros en EEUU, profesor del Jewish
Theological Seminary. Mayer, fundador del Seminario Rabínico Latinoamericano,
fue un adalid en la lucha por los derechos humanos en los años oscuros de
Argentina.
El tema de los derechos humanos y del diálogo como herramienta
fundamental para su desarrollo fue y es uno de los pilares fundamentales del
Seminario Rabínico Latinoamericano, y del Movimiento Masortí en Latinoamérica.
La indeleble huella dejada por Heschel sigue marcando sendas en la historia.
Quiso Dios que mi compañero de ruta más íntimo en el
diálogo haya sido el hoy Papa Francisco. Su compromiso con el diálogo
interreligioso es notorio y manifiesto. El diálogo lo entendimos no meramente
como actos de simpatía del uno para con el otro, sino la realización de
acciones que requieren de coraje y arrojo, a fin de tratar de labrar –hasta
donde se pueda- un punto de inflexión en la historia.
El libro de diálogos que escribimos juntos, los
programas de televisión grabados, el viaje compartido a Tierra Santa, y tantas
cosas más son testimonios de nuestros esfuerzos por cumplir con el compromiso
que entendimos que debíamos asumir. Humildes ofrendas para la construcción de
una realidad humana que sepa de paz, de espiritualidad y de Dios.
Rab Abraham Skorka
Rector del Seminario Rabínico Latinoamericano
Fuente: Tora del
Seminario, 2015
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