… el […]
hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace. —Santiago 1:25
Lectura: Santiago 1:19-27
La biblia en un año: Levítico 23–24Marcos 1:1-22
¿Cuántas veces te miras al espejo?
Un estudio señala que la persona promedio se mira entre 8 y 10 veces por día.
Otras encuestas indican que el número podría llegar hasta 60 o 70 veces, si se
incluye mirar nuestro reflejo en la vidriera de las tiendas y en las pantallas
de los teléfonos móviles.
¿Por qué nos miramos tanto? La
mayoría de los expertos coincide en que es para verificar nuestro aspecto; en
especial, antes de reuniones o actividades sociales. Si algo está mal, queremos
arreglarlo. ¿Qué sentido tiene mirarse si no planeamos cambiar lo que está mal?
El apóstol Santiago afirmó que leer
u oír la Palabra de Dios sin ponerla en práctica es como mirarse en un espejo y
olvidarse de lo que uno vio (1:22-24). No obstante, la mejor alternativa es
mirar detenidamente y actuar según lo que vemos. Santiago declaró: «Mas el que
mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no
siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en
lo que hace» (v. 25).
Si oímos la Palabra de Dios y no
hacemos nada, nos engañamos a nosotros mismos (v. 22). Pero, cuando nos examinamos
a la luz de las Escrituras y obedecemos sus instrucciones, el Señor nos libera
de todo lo que nos impide parecernos cada día más a Él.
La Biblia es un
espejo que nos permite vernos como Dios nos ve.
Nuestro
Pan Diario
Construir un puente
…
en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido... —1 Tesalonicenses 1:8
Lectura:
1 Tesalonicenses 1:1-10
La
biblia en un año: Levítico 21–22Mateo 28
El
libro Centenario, de James Michener, es una ficción sobre la historia y la
conquista del oeste norteamericano. A través de los ojos de un comerciante
franco-canadiense llamado Pasquinel, el autor entrecruza las historias de los
indígenas arapajó de las Grandes Planicies y la comunidad europea de Saint
Louis. Mientras este tosco aventurero se mueve entre el creciente desorden de
la ciudad y las grandes llanuras, se convierte en un puente entre dos mundos
drásticamente diferentes.
Los
seguidores de Cristo también tienen la oportunidad de construir puentes
entre dos mundos muy distintos: los que conocen y siguen a Jesús y los que no
lo conocen. Los primeros cristianos en Tesalónica habían estado construyendo
puentes en la cultura idólatra que los rodeaba; por eso, Pablo dijo de ellos:
«Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor, no sólo
en Macedonia y Acaya, sino […] también en todo lugar…» (1 Tesalonicenses
1:8). El puente que estaban edificando tenía dos componentes: «la palabra del
Señor» y el ejemplo de la fe de ellos. Todos veían que estos creyentes se
habían convertido «de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero»
(v. 9).
A
medida que Dios se manifieste a los que nos rodean mediante su Palabra y a
través de nuestra vida, podemos convertirnos en puentes para aquellos que
todavía no conocen el amor de Cristo.
Vive
el evangelio y los demás escucharán.
Nuestro
Pan Diario
Domar
lo indomable
…
ningún hombre puede domar la lengua… —Santiago 3:8
Lectura: Santiago 3:1-12
La
biblia en un año: Levítico 19–20Mateo 27:51-66
Desde
cerdos vietnamitas hasta zorros siberianos, los humanos han aprendido a domar
animales salvajes. A la gente le encanta enseñarles a los monos a «actuar» en
publicidades o entrenar ciervos para que coman de sus manos. Como señala el
apóstol Santiago: «toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de
seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana» (3:7).
Pero
hay algo que no podemos domar: todos tenemos problema para controlar una cosita
llamada lengua. «… ningún hombre puede domar la lengua», afirma Santiago (v.
8).
¿Por
qué? Porque, aunque nuestras palabras estén en la punta de la lengua, se
originan en lo profundo de nuestro ser: «Porque de la abundancia del corazón
habla la boca» (Mateo 12:34). Entonces, la lengua puede usarse para bien y para
mal (Santiago 3:9). El erudito Peter Davids lo expresa así: «Por un lado, [la
lengua] es muy religiosa, pero, por el otro, puede ser sumamente profana».
Si
no podemos domar esta lengua desenfrenada que tenemos, ¿está destinada a ser un
problema diario en nuestra vida, siempre inclinada a decir cosas malas? (v.
10). Por la gracia de Dios, no. Aunque nuestros métodos fracasen, el Señor
pondrá «guarda a mi boca» y a «la puerta de mis labios» (Salmo 141:3). Él puede
domar lo indomable.
Para
dominar la lengua, deja que Cristo gobierne tu corazón.
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PARA MEDITAR
¿Qué esperamos para nuestro futuro?
Para
comprender mejor la cosmovisión de las personas, un investigador colocó a dos
niños, uno pesimista y otro optimista, solos en habitaciones separadas. Al
pesimista le tocó una habitación colorida y llena de juguetes ideales para
dejar volar la imaginación; a la niña optimista la colocó en una habitación llena
de paja.
El
primer niño jugó en la sala un rato, pero, poco después, fue a la puerta a
pedir que lo dejaran salir porque los juguetes eran aburridos y se rompían muy
fácilmente. De manera similar, la pequeña optimista también fue a la puerta.
Pero, en lugar de pedir que la dejaran salir, pidió una pala. El investigador
le preguntó a la niña para qué la quería. Ella respondió: «Con toda esta paja,
tiene que haber un poni en alguna parte».
Al
comienzo de cada año, escuchamos predicciones sobre economía, política y otros
temas. ¿Habrá guerra o paz? ¿Pobreza o prosperidad? ¿Progreso o estancamiento?
Sin duda, hay lugar para grandes expectativas, planes para el futuro e,
incluso, toda clase de preocupaciones.
¿Cómo
podemos esperar que todo mejore y que nuestra familia y seres queridos vivan en
un mundo mejor y más seguro? ¿De qué manera podemos ser optimistas cuando vemos
disturbios por todas partes?
Pablo
le dijo a Timoteo: «… en los últimos días vendrán tiempos difíciles.
[…] los hombres malos e impostores irán de mal en peor, engañando y siendo
engañados. Tú, sin embargo, persiste en las cosas que has aprendido y de las
cuales te convenciste, sabiendo de quiénes las has aprendido» (2 Timoteo 3:1,
13-14).
No
importa lo que pueda suceder. El nuevo año y las nuevas temporadas prometen
cosas grandes y maravillosas si verdaderamente confiamos en que el Padre
celestial tiene el control de nuestra vida, nuestros planes y los deseos de
nuestro corazón.
Debemos
recordar que Dios está siempre con nosotros y que nos ama sin medida. Puede
darnos la fortaleza que necesitamos para llevar a cabo nuestras resoluciones y
las promesas que nos hicimos. Él es nuestra esperanza… ¡hoy, mañana y siempre!
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