Jesús lloró (v. 35).
Lectura: Juan 11:32-44
La biblia en un año: 2 Crónicas 10–12; Juan 11:30-57
Cuando su madre murió, llamé a una amiga mía de años. Nuestras madres
habían sido íntimas amigas, y ahora, las dos habían fallecido. Nuestra
conversación se convirtió en una sucesión de emociones: lágrimas de tristeza
por la muerte de su madre, y de risa, al recordar lo divertida que
había sido.
Muchos hemos experimentado ese extraño paso de llorar en un momento y
reírnos después. Los sentimientos de tristeza y gozo son un don asombroso que
libera las tensiones de nuestro físico.
Como somos hechos a imagen de Dios (Génesis 1:26), y el humor es una
parte integral de casi todas las culturas, me imagino que Jesús debe de haber
tenido un maravilloso sentido del humor. Pero sabemos que también conoció la
tristeza. Cuando su amigo Lázaro murió, vio que María lloraba y «se estremeció
en espíritu y se conmovió». Poco después, Él también empezó a
llorar (Juan 11:33-35).
Nuestra capacidad para expresar con lágrimas las emociones es un don, y
Dios guarda un registro de todas ellas. El Salmo 56:8 afirma: «Mis huidas tú
has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?».
Pero, un día, se nos promete que el Señor «enjugará toda lágrima» (Apocalipsis
7:17).
Nuestro amoroso
Padre celestial, quien lavó nuestros pecados, también secará nuestras lágrimas.
Nuestro Pan Diario, 2015.
Calmar la tormenta
[Jesús] dijo al mar: Calla, enmudece. […] y se hizo grande bonanza (v.
39).
Lectura: Marcos 4:35-41
La biblia en un año: 1 Crónicas 28–29; Juan 9:24-41
Mientras el huracán Katrina se acercaba a la costa del Golfo de México,
un pastor jubilado y su esposa dejaron su casa. Su hija les rogó que fueran con
ella, lejos de allí, pero la pareja no tenía dinero para viajar porque los
bancos estaban cerrados. Después de la tormenta, volvieron a buscar algunas
pertenencias, y solo pudieron salvar unas fotos de la familia que flotaban en
el agua. Cuando el hombre sacó la foto del marco para que se secara, cayeron
varios billetes de dinero… el importe exacto para comprar dos pasajes hasta la
casa de su hija. Allí aprendieron que podían confiar en que Jesús supliría sus
necesidades.
Para los discípulos, confiar en Jesús en medio de la tormenta fue la
lección del dramático relato de Marcos 4:35-41. El Señor les indicó que
cruzaran el mar de Galilea, y se fue a dormir. Cuando se desencadenó aquella
repentina y violenta tormenta, los discípulos tuvieron mucho miedo. Entonces,
despertaron a Jesús: «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?» (v. 38). El
Señor se levantó y, con dos palabras, aplacó la tormenta.
Todos atravesamos tormentas (persecuciones, problemas financieros,
enfermedades, soledad), y Jesús a veces las permite, pero prometió no
abandonarnos nunca (Hebreos 13:5). Él nos mantendrá calmos en la tormenta.
En las tormentas
de la vida, podemos ver el carácter de nuestro Dios.
Nuestro Pan Diario, 2015.
Nuestra fortaleza y canción
El Señor reinará eternamente y para siempre (v. 18).
Lectura: Éxodo 15:1-2, 13-18
La biblia en un año: 1 Crónicas 25–27; Juan 9:1-23
Llamado a menudo «el rey de las marchas», el compositor y director de
bandas John Philip Sousa compuso obras que se han interpretado en todo el mundo
durante más de cien años. Tal como declaró el historiador de música Loras John
Schissel: «Sousa es para las marchas lo que Beethoven es para las sinfonías».
Sousa comprendía el poder de la música para motivar, animar e inspirar
a la gente.
En la época del Antiguo Testamento, el pueblo de Israel solía ser
incentivado a componer y cantar himnos para celebrar la ayuda de Dios en
tiempos de necesidad. Cuando el Señor salvó a su pueblo de uno de los ataques
del ejército de Faraón, «cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico al
Señor […]: Cantaré yo al Señor, porque se ha magnificado grandemente; ha echado
en el mar al caballo y al jinete. El Señor es mi fortaleza y mi cántico, y ha
sido mi salvación» (Éxodo 15:1-2).
La música tiene el poder de elevar nuestro espíritu, al recordarnos la
fidelidad de Dios en el pasado. Cuando estemos desanimados, podemos cantar
coros e himnos que nos hagan quitar la vista de las circunstancias
problemáticas, para contemplar el poder y la presencia del Señor. Se nos
recuerda que Él es nuestra fortaleza, cántico y salvación.
Señor, ayúdanos a confiar en tu fidelidad inmutable.
Los cantos de
alabanza elevan nuestros ojos para ver la fidelidad
de Dios.
Nuestro Pan Diario, 2015.
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