Porque
el amor de Cristo nos constriñe… (v. 14).
Lectura:
2 Corintios 5:11-17
La
biblia en un año: 2 Reyes 24–25; Juan 5:1-24
En
la década de 1920, a pesar de ser amateur, Bobby Jones dominaba el mundo del
golf. En una película sobre su vida, hay una escena donde un jugador
profesional le pregunta cuándo va a dejar de ser aficionado y empezar a
ganar dinero como todos los demás. Jones le explicó que la palabra amateur
viene del latín amo, del verbo amar. Su respuesta era clara: jugaba al golf
porque amaba ese deporte.
Nuestras
motivaciones (por qué hacemos lo que hacemos) marcan la diferencia. Sin duda,
esto se aplica a los seguidores de Jesucristo. En su carta a la iglesia de
Corinto, Pablo nos da un ejemplo de este concepto, ya que, en ella, defendía su
conducta, carácter y llamado como apóstol del Señor. Su respuesta a aquellos
que cuestionaban su motivación para el ministerio fue: «Porque el amor de
Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos
murieron; y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino
para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Corintios 5:14-15).
El
amor a Cristo es la mayor de las motivaciones; hace que los que le sirven vivan
para Él y no para sí mismos.
Somos
modelados por lo que más amamos.
Nuestro
Pan Diario
El
poder de la alabanza
Lectura:
2 Crónicas 20:15-22
La
biblia en un año: 1 Crónicas 1–3; Juan 5:25-47
Guillermito
fue secuestrado de la acera de su casa cuando tenía nueve años. Durante horas,
mientras el secuestrador lo llevaba en un auto, no sabía qué iba a sucederle.
Entonces, decidió cantar una canción llamada Toda la alabanza. Mientras repetía
la letra una y otra vez, el hombre insultaba y le decía que se callara.
Finalmente, detuvo el auto y dejó que Guillermito se bajara… sano y salvo.
Como
lo demuestra este niño, la alabanza verdadera exige que nos concentremos en el
carácter de Dios, mientras olvidamos nuestros temores, los problemas que nos
acosan y la autosuficiencia que nos llena el corazón.
Los
israelitas llegaron a este punto cuando enfrentaron a sus enemigos. Mientras se
preparaban para la batalla, el rey Josafat organizó un coro para que marchara hacia
el ejército enemigo y cantara: «Glorificad al Señor, porque su misericordia es
para siempre» (2 Crónicas 20:21). Cuando empezó la música, los enemigos se
desconcertaron y se mataron entre sí. Como había predicho el profeta Jahaziel,
Israel no tuvo que pelear (v. 17).
Ya
sea que enfrentemos una lucha o nos sintamos atrapados, podemos glorificar a
Dios en nuestro corazón. Sin duda, «grande es el Señor, y digno de suprema
alabanza» (Salmo 96:4).
Señor,
te adoro a pesar de los problemas que enfrente hoy.
La
adoración es un corazón que rebosa de alabanza a Dios.
Nuestro
Pan Diario
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