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domingo, 31 de mayo de 2015

El don de las lágrimas



Jesús lloró (v. 35).
Lectura: Juan 11:32-44 
La biblia en un año: 2 Crónicas 10–12; Juan 11:30-57
Cuando su madre murió, llamé a una amiga mía de años. Nuestras madres habían sido íntimas amigas, y ahora, las dos habían fallecido. Nuestra conversación se convirtió en una sucesión de emociones: lágrimas de tristeza por la muerte de su madre, y de risa, al recordar lo divertida que había sido.
Muchos hemos experimentado ese extraño paso de llorar en un momento y reírnos después. Los sentimientos de tristeza y gozo son un don asombroso que libera las tensiones de nuestro físico.
Como somos hechos a imagen de Dios (Génesis 1:26), y el humor es una parte integral de casi todas las culturas, me imagino que Jesús debe de haber tenido un maravilloso sentido del humor. Pero sabemos que también conoció la tristeza. Cuando su amigo Lázaro murió, vio que María lloraba y «se estremeció en espíritu y se conmovió». Poco después, Él también empezó a llorar (Juan 11:33-35).
Nuestra capacidad para expresar con lágrimas las emociones es un don, y Dios guarda un registro de todas ellas. El Salmo 56:8 afirma: «Mis huidas tú has contado; pon mis lágrimas en tu redoma; ¿no están ellas en tu libro?». Pero, un día, se nos promete que el Señor «enjugará toda lágrima» (Apocalipsis 7:17).
Nuestro amoroso Padre celestial, quien lavó nuestros pecados, también secará nuestras lágrimas.
Nuestro Pan Diario, 2015.

Calmar la tormenta
[Jesús] dijo al mar: Calla, enmudece. […] y se hizo grande bonanza (v. 39).
Lectura: Marcos 4:35-41 
La biblia en un año: 1 Crónicas 28–29; Juan 9:24-41
Mientras el huracán Katrina se acercaba a la costa del Golfo de México, un pastor jubilado y su esposa dejaron su casa. Su hija les rogó que fueran con ella, lejos de allí, pero la pareja no tenía dinero para viajar porque los bancos estaban cerrados. Después de la tormenta, volvieron a buscar algunas pertenencias, y solo pudieron salvar unas fotos de la familia que flotaban en el agua. Cuando el hombre sacó la foto del marco para que se secara, cayeron varios billetes de dinero… el importe exacto para comprar dos pasajes hasta la casa de su hija. Allí aprendieron que podían confiar en que Jesús supliría sus necesidades.
Para los discípulos, confiar en Jesús en medio de la tormenta fue la lección del dramático relato de Marcos 4:35-41. El Señor les indicó que cruzaran el mar de Galilea, y se fue a dormir. Cuando se desencadenó aquella repentina y violenta tormenta, los discípulos tuvieron mucho miedo. Entonces, despertaron a Jesús: «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?» (v. 38). El Señor se levantó y, con dos palabras, aplacó la tormenta.
Todos atravesamos tormentas (persecuciones, problemas financieros, enfermedades, soledad), y Jesús a veces las permite, pero prometió no abandonarnos nunca (Hebreos 13:5). Él nos mantendrá calmos en la tormenta.
En las tormentas de la vida, podemos ver el carácter de nuestro Dios.
Nuestro Pan Diario, 2015.

Nuestra fortaleza y canción

El Señor reinará eternamente y para siempre (v. 18).
La biblia en un año: 1 Crónicas 25–27; Juan 9:1-23
Llamado a menudo «el rey de las marchas», el compositor y director de bandas John Philip Sousa compuso obras que se han interpretado en todo el mundo durante más de cien años. Tal como declaró el historiador de música Loras John Schissel: «Sousa es para las marchas lo que Beethoven es para las sinfonías». Sousa comprendía el poder de la música para motivar, animar e inspirar a la gente.
En la época del Antiguo Testamento, el pueblo de Israel solía ser incentivado a componer y cantar himnos para celebrar la ayuda de Dios en tiempos de necesidad. Cuando el Señor salvó a su pueblo de uno de los ataques del ejército de Faraón, «cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico al Señor […]: Cantaré yo al Señor, porque se ha magnificado grandemente; ha echado en el mar al caballo y al jinete. El Señor es mi fortaleza y mi cántico, y ha sido mi salvación» (Éxodo 15:1-2).
La música tiene el poder de elevar nuestro espíritu, al recordarnos la fidelidad de Dios en el pasado. Cuando estemos desanimados, podemos cantar coros e himnos que nos hagan quitar la vista de las circunstancias problemáticas, para contemplar el poder y la presencia del Señor. Se nos recuerda que Él es nuestra fortaleza, cántico y salvación.

Señor, ayúdanos a confiar en tu fidelidad inmutable.
Los cantos de alabanza elevan nuestros ojos para ver la fidelidad de Dios.
Nuestro Pan Diario, 2015.
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