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lunes, 1 de junio de 2015

Charla de ardilla




… No temas, yo te ayudo (v. 13).
Lectura: Isaías 41:10-13 
La biblia en un año: 1 Crónicas 22–24; Juan 8:28-59
Había puesto una malla para ajardinar mi patio, sobre la cual iba a colocar unas piedras decorativas. Mientras me preparaba para terminar la tarea, noté que una ardilla se había enganchado en la red.
Me puse los guantes y, cuidadosamente, empecé a cortar los hilos. El pequeño animalito no estaba contento conmigo, me lanzó una patada y trató de morderme. Con calma, le dije: «Amiga, no te voy a lastimar. Solo relájate». Pero no me entendió, así que se resistió atemorizada. Finalmente, corté la última unión y dejé que saliera disparada hacia su casa.
A veces, los seres humanos se sienten atrapados y reaccionan por miedo a Dios. Durante siglos, Él ha ofrecido salvación y esperanza a la gente; sin embargo, lo resistimos, sin entender que desea ayudarnos. En Isaías 41, el profeta cita al Señor: «Porque yo el Señor soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo» (v. 13).
Cuando piensas en tu situación, ¿cómo ves el papel de Dios? ¿Tienes miedo de dejarlo actuar, temiendo que pueda dañarte? El Señor es bueno y está cerca, y desea liberarte de los enredos de la vida. Puedes confiar en Él para todo.
¿En qué aspectos de tu vida necesitas ser liberado? Pídele al Señor que te dé confianza en Él para que te libre.
La fe es el mejor antídoto para el temor.
Nuestro Pan Diario, 2015

Atascado en el lodo
Me hizo sacar […] del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña… (v. 2).
Lectura: Salmo 40:1-5 
La biblia en un año: 1 Crónicas 19–21; Juan 8:1-27
¡Estábamos totalmente atascados! Mientras ponía unas flores en la tumba de mis padres, mi esposo apartó el auto para dejar pasar a otro. Había llovido durante semanas y el área para estacionar estaba inundada. Cuando quisimos irnos, descubrimos que el coche estaba atascado. Las ruedas giraban en el fango y se hundían cada vez más.
La única salida era empujarlo, pero mi esposo tenía mal el hombro y yo acababa de salir del hospital. ¡Necesitábamos ayuda! A lo lejos, vimos a dos jóvenes, los cuales respondieron alegremente a mis gritos y señas frenéticas. Felizmente, la fuerza de ambos reubicó el automóvil en el camino.
El Salmo 40 revela la fidelidad de Dios cuando David clamó pidiendo ayuda: «Pacientemente esperé al Señor, […] y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso» (vv. 1-2). Ya sea que este salmo se refiera a un pozo literal o a circunstancias desafiantes, David sabía que siempre podía acudir al Señor para que lo librara.
Dios también nos ayudará cuando lo invoquemos. A veces, interviene en forma directa, pero lo más habitual es que lo haga a través de otras personas. Cuando reconocemos nuestra necesidad ante Él (y quizá ante otros), podemos contar con su fidelidad.
La esperanza llega con la ayuda de Dios y de los demás.
Nuestro Pan Diario, 2015.

Pensamientos de un sobreviviente
… deseara […] ser […], separado de Cristo, por amor a mis hermanos… (v. 3).
Lectura: Romanos 9:1-5 
La biblia en un año: 2 Reyes 22–23; Juan 4:31-54
Después que una mujer de 71 años fue rescatada durante el trágico hundimiento de un barco, luchaba contra el sentimiento de culpa del sobreviviente. Desde su cama del hospital, decía que no podía entender por qué estaba bien que ella siguiera viviendo tras un accidente que se había llevado la vida de muchas personas más jóvenes. También lamentaba no saber el nombre del muchacho que la había sacado del agua cuando ella ya no tenía más esperanzas. Luego, agregó: «Quiero comprarle, al menos, una comida, tomarlo de la mano o abrazarlo».
El sentir de esta mujer para con los demás me recuerda al apóstol Pablo. Le importaban tanto sus conciudadanos y sus prójimos que deseaba poder desprenderse de su relación con Cristo a cambio de que ellos fueran rescatados: «tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos» (Romanos 9:2-3).
Pablo también expresó un profundo sentimiento de gratitud. Sabía que no entendía los caminos y los juicios de Dios (ver vv. 14-24); por lo tanto, mientras hacía todo lo posible para proclamar el evangelio a todos, hallaba paz y gozo en confiar en un Dios que ama a todo el mundo mucho más de lo que él podía hacerlo.
La gratitud a Dios hace crecer en santidad.
Nuestro Pan Diario, 2015

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