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martes, 5 de julio de 2016

Sentarse un rato



… Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa (v. 5).
Lectura: Lucas 19:1-9
La biblia en un año: Hechos 11
Cuando yo era niño, todos los meses salíamos en una excursión familiar para visitar a mis abuelos maternos. Cuando llegábamos a la puerta de la granja, la abuela siempre nos saludaba diciendo: «Pasen y siéntense un rato». Era su forma de decirnos que nos pusiéramos cómodos y charláramos para «ponernos al día».
La vida puede volverse muy ajetreada. En nuestro mundo orientado hacia la acción, no es fácil llegar a conocer bien a la gente. Resulta difícil encontrar tiempo para pedirle a alguien que «se siente un rato». Podemos hacer más cosas si nos escribimos un mensaje y vamos directo al asunto.
Sin embargo, observa lo que hizo Jesús cuando quiso marcar una diferencia en la vida de Zaqueo, un recaudador de impuestos: fue a su casa y se sentó un rato. Sus palabras, «es necesario que pose yo en tu casa», indican que no fue una parada breve (Lucas 19:5). Jesús pasó tiempo con él, y la vida de Zaqueo dio un vuelco.
En el porche delantero de la casa de mi abuela había varias sillas; una cálida invitación a todas las visitas a relajarse y conversar. Si deseamos conocer a alguien y marcar una diferencia en su vida —como lo hizo Jesús con Zaqueo—, tenemos que invitar a esa persona a «pasar y sentarse un rato».
Señor, ayúdame a reservar tiempo para estar con otros y marcar una diferencia en ellos.
El mejor regalo que puedes darles a los demás es tu tiempo.

Dejar helado
Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia (Job 12:13).
Lectura: Job 11:7-20
La biblia en un año: Hechos 10:24-48
Desesperada, una mujer llamó al centro de asistencia al hogar, donde yo trabajaba. Un problema con la calefacción había convertido la casa que alquilaba en un congelador con muebles. Me preguntó aterrorizada qué hacer para proteger a sus hijos. Sin pensar, repetí automáticamente la respuesta establecida: «Múdense a un hotel y envíele la cuenta al dueño de la casa». Enojada, colgó el teléfono.
Yo sabía la respuesta del manual, pero no consideré los sentimientos de la mujer. Ella quería que alguien comprendiera su miedo y desesperación. Necesitaba saber que no estaba sola. En realidad, la dejé helada…
Cuando Job perdió todo, tuvo amigos con respuestas, pero sin comprensión. Zofar le dijo que la única solución era que viviera de todo corazón para Dios; así, «la vida [le sería] más clara que el mediodía» (11:17). A Job no le gustó el consejo, y respondió con un cruel sarcasmo: «con vosotros morirá la sabiduría» (12:2). Conocía la insatisfacción que dejaban las respuestas de manual a los problemas del mundo real.
Es fácil criticar a los amigos de Job por su visión tan reducida. Pero, a veces, ¿no contestamos nosotros apresuradamente sobre cosas que no entendemos? Sin duda, las personas quieren respuestas, pero, más que eso, desean saber que las escuchamos y las comprendemos.
Señor, que tu Espíritu guíe mis respuestas.
Para que las personas te escuchen, tienen que ver que te importan.
Nuestro Pan Diario
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