… Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es
necesario que pose yo en tu casa (v. 5).
Lectura: Lucas 19:1-9
La biblia en un año: Hechos 11
Cuando yo era niño, todos los meses salíamos en una
excursión familiar para visitar a mis abuelos maternos. Cuando llegábamos a la
puerta de la granja, la abuela siempre nos saludaba diciendo: «Pasen y
siéntense un rato». Era su forma de decirnos que nos pusiéramos cómodos y
charláramos para «ponernos al día».
La vida puede volverse muy ajetreada. En nuestro mundo
orientado hacia la acción, no es fácil llegar a conocer bien a la gente.
Resulta difícil encontrar tiempo para pedirle a alguien que «se siente un
rato». Podemos hacer más cosas si nos escribimos un mensaje y vamos directo al
asunto.
Sin embargo, observa lo que hizo Jesús cuando quiso
marcar una diferencia en la vida de Zaqueo, un recaudador de impuestos: fue a
su casa y se sentó un rato. Sus palabras, «es necesario que pose yo en tu
casa», indican que no fue una parada breve (Lucas 19:5). Jesús pasó tiempo con
él, y la vida de Zaqueo dio un vuelco.
En el porche delantero de la casa de mi abuela había
varias sillas; una cálida invitación a todas las visitas a relajarse y
conversar. Si deseamos conocer a alguien y marcar una diferencia en su vida
—como lo hizo Jesús con Zaqueo—, tenemos que invitar a esa persona a «pasar y
sentarse un rato».
Señor, ayúdame a reservar tiempo para estar con otros
y marcar una diferencia en ellos.
El mejor regalo que puedes darles a los demás es tu
tiempo.
Dejar
helado
Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el
consejo y la inteligencia (Job 12:13).
Lectura: Job 11:7-20
La biblia en un año: Hechos 10:24-48
Desesperada, una mujer llamó al centro de asistencia
al hogar, donde yo trabajaba. Un problema con la calefacción había convertido
la casa que alquilaba en un congelador con muebles. Me preguntó aterrorizada
qué hacer para proteger a sus hijos. Sin pensar, repetí automáticamente la
respuesta establecida: «Múdense a un hotel y envíele la cuenta al dueño de la
casa». Enojada, colgó el teléfono.
Yo sabía la respuesta del manual, pero no consideré
los sentimientos de la mujer. Ella quería que alguien comprendiera su miedo y
desesperación. Necesitaba saber que no estaba sola. En realidad, la dejé
helada…
Cuando Job perdió todo, tuvo amigos con respuestas,
pero sin comprensión. Zofar le dijo que la única solución era que viviera de
todo corazón para Dios; así, «la vida [le sería] más clara que el mediodía»
(11:17). A Job no le gustó el consejo, y respondió con un cruel sarcasmo: «con
vosotros morirá la sabiduría» (12:2). Conocía la insatisfacción que dejaban las
respuestas de manual a los problemas del mundo real.
Es fácil criticar a los amigos de Job por su visión
tan reducida. Pero, a veces, ¿no contestamos nosotros apresuradamente sobre
cosas que no entendemos? Sin duda, las personas quieren respuestas, pero, más
que eso, desean saber que las escuchamos y las comprendemos.
Señor, que tu Espíritu guíe mis respuestas.
Para que las personas te escuchen, tienen que ver que
te importan.
Nuestro
Pan Diario
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