Lectura: Juan 11:32-44
… Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. —Juan 11:41
… Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. —Juan 11:41
Una tragedia dejó a una familia con un vacío irreparable. Una niñita cruzó la calle mientras perseguía un gato y un camión le pasó por encima. La otra hija de cuatro años observó en silencio y estupefacta mientras sus padres se aferraban al cuerpo sin vida de su hermanita. Durante años, la pérdida petrificante de aquel momento envolvió de tristeza a la familia. Los sentimientos desaparecieron. El único consuelo era la insensibilidad. No había alivio imaginable.
La escritora Ann Voskamp era aquella niña de cuatro años, y la tristeza que rodeó la muerte de su hermana formó su perspectiva de la vida y de Dios. En el entorno donde creció no existía la gracia, y el gozo era un concepto sin base en la realidad.
Como madre joven, Voskamp se propuso descubrir esa cosa esquiva que la Biblia llama gozo. Gozo y gracia provienen de la palabra griega jario, y Ann descubrió que constituye la esencia del concepto de acción de gracias. ¿Es posible que sea tan sencillo?, se preguntó. Para comprobar su descubrimiento, decidió dar gracias por 1.000 regalos que ya tenía. Empezó lentamente, pero poco después, la gratitud desbordaba.
Así como Jesús dio gracias antes de resucitar a Lázaro y no después (Juan 11:41), Voskamp descubrió que la gratitud le brindó a su vida sentimientos de gozo que habían muerto con su hermana hacía mucho tiempo. El gozo brota al dar gracias.
—JAL
La alegría de vivir brota de un corazón agradecido
Nuestro Pan Diario
Recibido siempre
Lectura: Juan 1:6-13
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. —Juan 1:11
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. —Juan 1:11
Cuando tenía 19 años, el experto financiero Warren Buffet, una de las personas más ricas del mundo, fue rechazado por la Universidad de Economía de Harvard. Después de salir mal en una entrevista de admisión, recuerda haber experimentado un «sentimiento de pavor» unido a la preocupación por la reacción de su padre ante la noticia. Buffet declara: «[Todo] lo que en ese momento pensé que era una situación aplastante para mi vida dio lugar a algo mejor».
Aunque ser rechazado es innegablemente doloroso, no debe impedir que llevemos a cabo lo que Dios desea que hagamos. Los ciudadanos del pueblo natal de Jesús negaban que Él fuera el Mesías (Juan 1:11), y más tarde, muchos de sus seguidores lo rechazaron (6:66). Así como el rechazo de Jesús era parte del plan de Dios para su Hijo (Isaías 53:3), lo mismo sucedió con su ministerio. Soportando el repudio terrenal y sabiendo que el Padre lo abandonaría en el Calvario (Mateo 27:46), Jesús siguió curando enfermos, echando fuera demonios y predicando la buena nueva a las multitudes. Antes de su crucifixión, declaró: «[Padre], he acabado la obra que me diste que hiciese» (Juan 17:4).
Si el rechazo se ha convertido en un obstáculo para la obra que Dios te ha encomendado, no te rindas. Recuerda que Jesucristo te entiende y que siempre recibe a aquellos que acuden a Él.
—JBS
Nadie comprende como Jesús.
Nuestro Pan Diario
--------------------------------------------------------------------------------------UN ESPACIO PARA MEDITAR
PREMIO DE PLATA Y DEMORADO
Grandes llamas brotaban del tanque de guerra. Sus monstruosas orugas estaban retorcidas y quebradas, y su cañón apuntaba inútilmente al aire.
A la vez, las metralletas disparaban sus proyectiles por todos lados, y un soldado, dentro del tanque, estaba malherido y corría peligro de muerte.
Fue entonces que otro joven, Willard McGuire, un soldado raso, bajo el fuego de las metralletas se introdujo en el tanque para rescatarlo. A pesar de recibir, él mismo, múltiples heridas, libró a su compañero de esa prisión que era su tanque. A los dos soldados los llevaron a la enfermería con graves heridas.
Mientras el héroe que había montado el rescate estaba en su cama de hospital, un comandante del ejército le dijo: «¡Buen trabajo, soldado! Lo recomendaré para la medalla de plata.»
Willard McGuire recibió esa medalla, pero cuarenta años después. Su acción merecía ese reconocimiento, sólo que tuvo que esperar cuatro décadas para que se cumpliera.
Cuando la recompensa es justa, es decir, cuando de veras se merece, vale la pena esperarla. Aquel soldado salvó de la muerte a un compañero en una de las últimas acciones de la Segunda Guerra Mundial. Los comandantes le prometieron una medalla, pero se olvidaron de él. No fue sino hasta cuarenta años después que lo llamaron para otorgarle el premio.
Las circunstancias de la vida, tanto las buenas como las malas, vienen flotando hacia nosotros en la corriente del río del tiempo, y no siempre siguen un horario justo. Hay cosas que se tardan, a veces cosas muy importantes, pero que a la larga se realizan. Un castigo pendiente por un delito puede retrasarse décadas, pero al fin, se inflige. La felicidad puede tardar muchos años, pero si se espera sin desmayo, a la larga llega.
Lo que no está en tela de juicio es que Dios es justo. Él guarda en archivo todo lo que hacemos, y tarde o temprano manda el castigo o manda la recompensa, según lo que hayamos hecho.
En la naturaleza y en toda la humanidad opera, incesantemente, la ley de la cosecha. El apóstol Pablo la recalca en estos términos: «Cada uno cosecha lo que siembra» (Gálatas 6:7).
Sembremos hoy justicia y rectitud, y así mañana cosecharemos paz y felicidad. Nada queda sin castigo; nada queda sin galardón. Porque Dios no es injusto. Al contrario, Dios es justo y siempre lo será.
* Escrito por el Hno. Pablo. Sus mensajes forman parte del legado que nos dejo, y que por siempre perduraran.------------------------------------------------------------------------------
UN ESPACIO PARA REFLEXIONAR TEOLOGICAMENTE
¿Podemos perder la vida eterna?
por Al Valdés
Hace algunos años Elvita Adams saltó desde el famoso edificio, el Empire State Building en Nueva York, en un intento de terminar su vida. En algún momento en su descenso, una ráfaga de viento la envolvió y la llevó de vuelta a la seguridad. Ella sólo sufrió una fractura de la pelvis. Pero, ¿qué si ella hubiera decidido volver a subir y saltar de nuevo?
Algunas personas ven la salvación de esta manera. Razonan que Dios te salvará del infierno…pero sólo condicionalmente. Argumentan que uno siempre puede decidir devolver o deshacer el regalo de la salvación eterna. Pero, ¿qué dice la Biblia?
Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
Bueno… Cuatro cosas:
En primer lugar, Juan 5:24 nos dice que hay que escuchar lo que Jesús, Dios Hijo, dice y así creer lo que Dios Padre afirma acerca de Jesús.
Por lo general, se nos dice que debemos creer en Jesús para recibir el regalo de la vida eterna (Juan 3:16-18; 6:47; 11:25-27). Aquí Jesús nos dice que debemos creer al Padre (“al que me envió”). ¿Por qué la diferencia? Ambas expresiones conllevan el mismo sentido. Dios el Padre da testimonio de Jesús como el Mesías. Y, Jesús hace lo mismo a través de Sus enseñanzas y milagros. Ambos atestigüan al mismo mensaje: Jesús es el Mesías, el Salvador que nos libera de la condenación eterna.
Ahora, creer significa… creer. Creer ocurre cuando somos convencidos o persuadidos de algo. Creemos cuando contamos algo como verdadero—cuando ya no cabe duda. Permítanme un ejemplo:
Alguien con un micrófono llega a su puerta y le dice: “¡Usted acaba de ganar un millón de dólares!” Usted piensa y dice, “No lo puedo creer. Alguien ha decidido hacerme una broma cruel”.
Pero luego usted se da cuenta de que hay tres camiones de las cadenas de televisión en frente de su casa y varias personas con cámaras en el porche delantero. La persona con el micrófono también tiene un cheque gigante con su nombre escrito en él. Él dice: “¿Recuerda cuando se inscribió en el concurso en el mercado? Bueno… ¡Felicidades! Ha ganado”!
Usted quiere creer… pero todavía tiene un poco de duda. Tal vez alguien le ha hecho una broma súper elaborada. Entonces recibe una llamada telefónica de un amigo que le dice: “¡Estás en el televisor en el reportaje del noticiero local! ¡Has ganado! ¡Qué increíble! ¡Felicidades! Esta última evidencia sí lo convence.
Usted cree.
Ahora, Jesús dice que todo el que crea en Él como Mesías tiene vida eterna. Alguien preguntó: “¿Por cuánto dura la vida eterna?” Aquí está la respuesta: Por siempre y para siempre jamás. Por lo tanto, vamos a seguir la lógica. Si alguien recibe la vida eterna cuando cree, y ésta dura para siempre, entonces la poseerá desde ese momento en adelante.
Alguien que creyó en Jesús, y así recibió la vida eterna el 7 de julio del 1777 todavía la tenía en el año 2000, y continuará teniéndola en el 2077 y más allá— mirándolo desde nuestra perspectiva temporal. Por cierto, en dicho caso, la vida eterna sobrevivió (para decirlo así) aun la muerte física de la persona. Esto nos da una respuesta clave a la pregunta: “¿Se puede perder la salvación eterna?” Pero, el versículo continúa. Jesús entonces promete que todo el que crea en Él como Mesías “no vendrá a condenación”. Así que, digamos que alguien va a la corte para un juicio. Después de escuchar los argumentos de los abogados, el juez declara: “Está condenado… pero no está condenado”. Con dicha declaración ¿Podrá la persona acusada saber el veredicto? ¿Sabe él o ella si debe ir a su casa o la cárcel? En el caso del creyente y el Juez por excelencia, Dios el Padre, el veredicto llega con absoluta claridad: “… no será condenado”.
Pero ¿cuándo sabemos dicho veredicto? El versículo nos dice. Todo aquel que cree “no será condenado”. Por lo tanto, conocemos el veredicto —”no condenación”— en el mismísmo momento en que creemos en Jesús como Salvador. Ya que creer consta de la condición necesaria para recibir dicho veredicto.
Tenemos que ir a otros versículos de la Biblia para demostrar la razón por la cual una persona que ha pecado (usted y yo) puede quedar sin condena alguna. La Biblia nos dice que Dios el Padre nos perdona porque Jesús, el Hijo de Dios, murió en nuestro lugar en la cruz por nuestros pecados (1 Corintios 15:1-9; Romanos 3:21-26). Por lo tanto, debido a que nuestros pecados han sido efectivamente pagados, la justicia de Dios queda satisfecha, y podemos ir libres —con la única condición de creer en Jesús (Juan 3:18).
Por último, Jesús dice que todo el que crea en Él como Mesías “ha pasado de muerte a vida”. Debido a que la persona ya tiene la vida física cuando cree, esto debe entonces hacer referencia a un cambio de muerte espiritual a la vida eterna espiritual. En el momento de creer, el que cree se mueve de la esfera de la muerte espiritual a la de la vida. Pero, ¿qué tipo de vida? El verso ya nos ha dicho: la vida eterna, la calidad de vida que Dios nos da, que va a durar toda la eternidad, y que nos permite vivir en comunión con Él para siempre. Por lo tanto, la relación comienza ahora, pero se extiende hasta la eternidad —para siempre y sin interrupción.
El versículo que sigue aclara el significado aún más. Dice: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”. A primera vista, parece como una referencia a la futura resurrección física. Sin embargo, la frase “Viene la hora, y ahora es” apunta en una dirección diferente—al “ahora”, o sea, el presente en el cual los espiritualmente muertos oyen, creen, y reciben una resurrección espiritual. Otros pasajes sí hablan de la futura resurrección física y gloriosa garantizada a todos los que ya poseen la vida eterna (cf. Juan 11:25-27, 1 Corintios 15:51-58; Filipenses 3:20-21; 1 Tesalonicenses 4:13-18).
Así que, ¿cómo podemos aplicar estas verdades espirituales al relato de Elvita Adams saltando de la ventana? ¿Podemos deshacernos de la vida eterna que Dios nos ha dado? ¿Podemos saltar a la muerte espiritual una vez que Dios ya nos ha rescatado? Jesús ya ha contestado: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.
A pesar de que leemos el texto de forma secuencial, este versículo nos enseña que suceden tres cosas al mismo tiempo —simultáneamente— a favor de todos los que creen en Jesús como el Mesías, el Salvador que nos libera de la condenación eterna:
- Recibimos la vida eterna ahora cuando creemos (“tiene vida eterna”).
- Tenemos una promesa absoluta de ninguna condenación en el futuro (“no será condenado”).
- Hemos ya experimentado una transición irreversible a la vida eterna que Dios da (“ha pasado de la muerte a la vida”).
¿Y, qué de usted? ¿Cree en Jesús?
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