Lectura: Juan 19:17-24
Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera […]; y allí le crucificaron. —Juan 19:17-18
Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera […]; y allí le crucificaron. —Juan 19:17-18
Fue
un poco inusual, pero escuché la misma canción tres veces en el mismo
día. Temprano por la tarde, estuve en un hogar de ancianos donde cantó
un coro. Al terminar nuestro tiempo juntos, una de las residentes dijo
al final de su oración: «Canten conmigo Cristo me
ama». Al final de la tarde, asistí a una reunión de jóvenes, quienes la
cantaron mientras seguían el ritmo con las manos y los pies. Por la
noche, recibí un mensaje de texto en mi teléfono, con una grabación de
mi sobrina nieta de dos años y medio que cantaba la misma canción con su
dulce vocecita. Ese día, personas de más de 90 años, algunos jóvenes y
una niñita entonaron la misma melodía.
Después
de escucharla tres veces, empecé a pensar que el Señor tal vez quería
decirme algo. En realidad, nos dio este mensaje hace mucho a todos los
seres humanos: «Te amo». En Juan 19, leemos que permitió que algunos le
pusieran una corona de espinas en la cabeza, se burlaran de Él, lo
golpearan, lo desnudaran y lo crucificaran (vv. 1-6). Jesús tenía poder
para detenerlos, pero habló muy poco (v. 11). Todo lo hizo por amor,
para pagar el precio de nuestros pecados y rescatarnos del castigo
que merecíamos.
¿Cuánto te ama Dios? Jesús extendió sus
brazos y fue clavado en la cruz. Murió por nosotros… y después resucitó.
Esta es una verdad preciosa tanto para los jóvenes como para los
ancianos.
—AMC
«¡La verdadera medida del amor de Dios es que Él ama sin medida!» —Bernard de Clairvaux
Nuestro Pan Diario
Amanecer
Lectura: Éxodo 3:1-12
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión… —Éxodo 3:3
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión… —Éxodo 3:3
Esta
mañana hubo un amanecer espectacular, pero yo estaba demasiado ocupado
para disfrutarlo y seguí con mis actividades. Hace unos instantes, pensé
en ese amanecer y me di cuenta de que había perdido una oportunidad de
adorar.
En medio de las
ocupaciones y tensiones que inundan nuestras jornadas, hay
muestras de belleza por todas partes, atisbos de la bondad de Dios que
encontramos aquí y allá a lo largo del camino. Son lugares en los muros
del universo, a través de los cuales se refleja el cielo… si tan solo
tomáramos un tiempo para detenernos y reflexionar en el amor de Dios
hacia nosotros.
¿Qué
habría pasado si Moisés solamente hubiese echado un vistazo rápido a la
zarza que ardía, pero que «no se consumía» (Éxodo 3:2)? ¿Y si la
ignoraba y seguía apurado haciendo otras cosas? (Imagínate… tenía que
cuidar ovejas y cumplir con otros trabajos importantes). Si no se
hubiera detenido, habría perdido la oportunidad de tener un encuentro
grandioso y transformador con el Dios viviente (vv. 4-12).
A
veces, tenemos que apurarnos, pero, en general, la vida debería ser
menos acelerada y más contemplativa. La vida es el hoy; es ser
consciente de la realidad. Es ver el amor de Dios allí donde se refleja;
volver nuestra mirada hacia lo milagroso de
espectáculos como un amanecer. Algo transitorio, pero al mismo tiempo
simbólico de la eternidad que nos aguarda.
—DHR
Señor, abre nuestros ojos para que podamos ver.
Nuestro Pan Diario
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Protestantismo y globalización (XIII)
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Los
cristianos del presente siglo mundializado debemos recuperar la
moderación, la austeridad y la conciencia de un uso sencillo de las
cosas para evitar que, a base de tanto consumir, acabemos consumiendo
nuestra vida espiritual y a nosotros mismos.
Antonio Cruz Suárez |
Arqueología
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Pendientes
y lingotes de plata de unos 3300 años de antigüedad han sido
encontrados en Abel Bet Maaca, una de las ciudades bíblicas del norte de
Israel
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