…
vuestra fe, […] sea […] alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado
Jesucristo (v. 7).
Lectura:
1 Pedro 1:3-9
La
biblia en un año: 2 Samuel 19–20; Lucas 18:1-23
Cuando
una tragedia destroza la vida de una persona, esta busca respuestas. Hace poco,
una madre que perdió a un hijo adolescente me dijo: «No lo entiendo. No sé si
puedo seguir creyendo. Lo intento, pero Dios ya no tiene sentido para mí. ¿Por
qué pasó todo esto?». No hay respuestas fáciles para semejantes preguntas. Sin
embargo, para los que confían en Cristo, hay esperanza.
El
apóstol Pedro lo explica. Con frases estimulantes, alaba a Dios porque «nos
hizo renacer para una esperanza viva» (1 Pedro 1:3) con la salvación. Esta
esperanza es permanente y trae gozo aun en las tragedias (v. 4). Después,
revela la desalentadora realidad de que quizá tengamos «que ser afligidos en
diversas pruebas» (v. 6). Los que han experimentado alguna pérdida vuelcan sus
corazones esperanzados a estas palabras: esto sucede para que «vuestra fe […]
sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» (v.
7).
Las
pruebas (aparentemente, al azar e inexplicables) pueden verse de manera
diferente a la luz de estas palabras. En medio de la tragedia, el poder y la
belleza de la salvación pueden brillar gracias a nuestro gran Salvador. Quizá
esto ofrezca luz suficiente para que una persona angustiada enfrente un día
más.
Señor,
que el gozo de la salvación me ayude a enfrentar este día.
La
luz de la salvación brilla más claramente en la noche más oscura.
Nuestro
Pan Diario
¡Ahora,
ve!
Ahora
pues, ve […] y te enseñaré lo
que hayas de hablar (v. 12).
Lectura:
Éxodo 4:10-17
La
biblia en un año: 2 Samuel 16–18; Lucas 17:20-37
En
1986, más de 10.000 evangelistas y líderes cristianos se reunieron en Amsterdam
para escuchar al predicador Billy Graham. Yo estaba allí y escuché mientras él
narraba algunas de sus experiencias. En un momento, para sorpresa mía, dijo:
«Permítanme decirles que, cada vez que tengo que predicar, ¡estoy nervioso y me
tiemblan las rodillas!».
¿Qué?
—me pregunté—. ¿Cómo puede ser que un gran predicador, quien ha fascinado a
millones con sus poderosos sermones, se ponga nervioso y le tiemblen las
piernas? Luego, explicó que no era miedo escénico, sino un profundo sentimiento
de ineptitud para la tarea a la que Dios lo había llamado.
Moisés
se sintió incapaz cuando Dios lo mandó a liberar a los israelitas de 400 años
de cautiverio en Egipto. Le rogó al Señor que enviara otra persona, con la
excusa de que él nunca había podido hablar bien (ver Éxodo 4:10, 13).
Tal
vez tengamos temores similares cuando Dios nos llama a hacer algo para Él. No
obstante, el ánimo que le dio a Moisés puede estimularnos también a nosotros:
«Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar»
(v. 12).
Como
afirmó Billy Graham aquel día: «Cuando Dios te llama, no temas ponerte nervioso
ni que te tiemblen las rodillas, ¡Él está contigo!».
Señor,
ayúdame a no depender de mis capacidades.
Dondequiera
que Dios nos envía, también nos acompaña.
Nuestro
Pan Diario
Final
feliz
…
sed benignos unos con otros, misericordiosos… (v. 32).
Lectura:
Efesios 4:20-32
La
biblia en un año: 2 Samuel 14–15; Lucas 17:1-19
Un
amigo me contó que, una vez, estaba viendo fútbol por televisión mientras su
hijita jugaba cerca de él. Enojado porque su equipo jugaba mal, tomó lo que
tenía más a mano y lo tiró al piso. El juguete favorito de su hija se hizo
añicos, y el corazón de ella también. De inmediato, la abrazó y le pidió
perdón. Le dio otro juguete y pensó que estaba todo bien. Sin embargo, no tenía
idea de cuánto había asustado a la pequeña de cuatro años, y ella tampoco
percibió cuánto le dolió. Con el tiempo, el perdón llegó.
Años
después, él le mandó a su hija un juguete idéntico, cuando ella esperaba un
bebé. La muchacha subió a Facebook una foto del juguete y escribió: «Este
regalo tiene una larga historia allá en mi niñez. No fue alegre, ¡pero tiene un
final feliz! La redención es algo hermoso. ¡Gracias, abuelo!».
La
Biblia nos insta a evitar exabruptos y a vestirnos del nuevo yo, «creado según
Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:24). Y, si somos
víctimas del enojo, el Señor nos pide que seamos «benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a
vosotros en Cristo» (v. 32).
No
es fácil restaurar relaciones rotas, pero la gracia de Dios lo hace posible.
Señor,
ayúdame a pensar antes de actuar o hablar. Gracias por tu perdón.
El
arrepentimiento y el perdón son el pegamento que puede reparar una relación rota
Nuestro Pan Diario
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