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domingo, 26 de abril de 2015

La esperanza vive



… vuestra fe, […] sea […] alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo (v. 7).
Lectura: 1 Pedro 1:3-9
La biblia en un año: 2 Samuel 19–20; Lucas 18:1-23
Cuando una tragedia destroza la vida de una persona, esta busca respuestas. Hace poco, una madre que perdió a un hijo adolescente me dijo: «No lo entiendo. No sé si puedo seguir creyendo. Lo intento, pero Dios ya no tiene sentido para mí. ¿Por qué pasó todo esto?». No hay respuestas fáciles para semejantes preguntas. Sin embargo, para los que confían en Cristo, hay esperanza.
El apóstol Pedro lo explica. Con frases estimulantes, alaba a Dios porque «nos hizo renacer para una esperanza viva» (1 Pedro 1:3) con la salvación. Esta esperanza es permanente y trae gozo aun en las tragedias (v. 4). Después, revela la desalentadora realidad de que quizá tengamos «que ser afligidos en diversas pruebas» (v. 6). Los que han experimentado alguna pérdida vuelcan sus corazones esperanzados a estas palabras: esto sucede para que «vuestra fe […] sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo» (v. 7).

Las pruebas (aparentemente, al azar e inexplicables) pueden verse de manera diferente a la luz de estas palabras. En medio de la tragedia, el poder y la belleza de la salvación pueden brillar gracias a nuestro gran Salvador. Quizá esto ofrezca luz suficiente para que una persona angustiada enfrente un día más.
Señor, que el gozo de la salvación me ayude a enfrentar este día.
La luz de la salvación brilla más claramente en la noche más oscura.
Nuestro Pan Diario

¡Ahora, ve!
Ahora pues, ve […] y te enseñaré lo que hayas de hablar (v. 12).
La biblia en un año: 2 Samuel 16–18; Lucas 17:20-37
En 1986, más de 10.000 evangelistas y líderes cristianos se reunieron en Amsterdam para escuchar al predicador Billy Graham. Yo estaba allí y escuché mientras él narraba algunas de sus experiencias. En un momento, para sorpresa mía, dijo: «Permítanme decirles que, cada vez que tengo que predicar, ¡estoy nervioso y me tiemblan las rodillas!».
¿Qué? —me pregunté—. ¿Cómo puede ser que un gran predicador, quien ha fascinado a millones con sus poderosos sermones, se ponga nervioso y le tiemblen las piernas? Luego, explicó que no era miedo escénico, sino un profundo sentimiento de ineptitud para la tarea a la que Dios lo había llamado.
Moisés se sintió incapaz cuando Dios lo mandó a liberar a los israelitas de 400 años de cautiverio en Egipto. Le rogó al Señor que enviara otra persona, con la excusa de que él nunca había podido hablar bien (ver Éxodo 4:10, 13).

Tal vez tengamos temores similares cuando Dios nos llama a hacer algo para Él. No obstante, el ánimo que le dio a Moisés puede estimularnos también a nosotros: «Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar» (v. 12).

Como afirmó Billy Graham aquel día: «Cuando Dios te llama, no temas ponerte nervioso ni que te tiemblen las rodillas, ¡Él está contigo!».
Señor, ayúdame a no depender de mis capacidades.
Dondequiera que Dios nos envía, también nos acompaña.
Nuestro Pan Diario

Final feliz
… sed benignos unos con otros, misericordiosos… (v. 32).
La biblia en un año: 2 Samuel 14–15; Lucas 17:1-19
Un amigo me contó que, una vez, estaba viendo fútbol por televisión mientras su hijita jugaba cerca de él. Enojado porque su equipo jugaba mal, tomó lo que tenía más a mano y lo tiró al piso. El juguete favorito de su hija se hizo añicos, y el corazón de ella también. De inmediato, la abrazó y le pidió perdón. Le dio otro juguete y pensó que estaba todo bien. Sin embargo, no tenía idea de cuánto había asustado a la pequeña de cuatro años, y ella tampoco percibió cuánto le dolió. Con el tiempo, el perdón llegó.
Años después, él le mandó a su hija un juguete idéntico, cuando ella esperaba un bebé. La muchacha subió a Facebook una foto del juguete y escribió: «Este regalo tiene una larga historia allá en mi niñez. No fue alegre, ¡pero tiene un final feliz! La redención es algo hermoso. ¡Gracias, abuelo!».
La Biblia nos insta a evitar exabruptos y a vestirnos del nuevo yo, «creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:24). Y, si somos víctimas del enojo, el Señor nos pide que seamos «benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo» (v. 32).

No es fácil restaurar relaciones rotas, pero la gracia de Dios lo hace posible.
Señor, ayúdame a pensar antes de actuar o hablar. Gracias por tu perdón.
El arrepentimiento y el perdón son el pegamento que puede reparar una relación rota
Nuestro Pan Diario
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