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domingo, 13 de diciembre de 2009

el girasol irradia alegría, sinceridad, satisfacción, entrega. Nosotros, ¿qué irradiamos?

En esta ocasión quiero compartir la siguiente reflexión del Dr. René Krüger, pastor y profesor de Biblia de nuestra casa Instituto Universitario ISEDET de Bs As.

Observa un rato la foto. ¿Qué te dice?
En ocasión de la celebración del Tercer Domingo de Adviento, me permito enviarte estas breves líneas sobre el girasol.
El girasol tiene la peculiar característica de estar mirando hacia el sol naciente. Esa capacidad, que científicamente se llama fototropismo positivo, le permite aprovechar al máximo la energía que irradia el astro rey. Pase lo que pase, el girasol se orientará hacia el sol naciente, por más que lo “planten al revés”, lo giren, lo doblen o lo desvíen.
Esta planta es nativa de América. Hace 4500 años fue domesticada en México, y hay registros de su cultivo a partir del año 1000 antes de Cristo.
Esta mirada constante y tenaz al sol posibilita la vida de la planta y la producción de sus semillas. ¡Cuánta utilidad ha dado el girasol a la humanidad! Pero no sólo por la extracción del aceite acumulado en sus semillas y por el extendido hábito de comerlas, sino también por los efectos ornamentales que tiene la flor. No olvidemos tampoco la alegría que Vincent van Gogh brindó a tantas personas con su serie de cuadros de girasoles.
Ver un girasol, aunque sea en una foto, es una invitación a imitarlo. ¿Cómo? Mediante una cadena de metáforas. El girasol mira hacia el sol, y gracias a ello vive. Adviento nos invita a orientarnos hacia Jesucristo, la Luz del mundo. Así vivimos y viviremos. Por más que nos planten al revés, nos giren, nos doblen o nos desvíen: miremos hacia Aquel que es la Luz.
Con toda la debilidad que caracteriza a sus pétalos, el girasol irradia alegría, sinceridad, satisfacción, entrega. Nosotros, ¿qué irradiamos?
Además de belleza, el girasol también transmite perfección matemática en la distribución de sus semillas, cuyo patrón ha sido representado por un modelo matemático que tiene un ángulo relacionado con la proporción áurea, y cuya cantidad de espirales se rige según la sucesión de Fibocacci. Gracias a este patrón, todos los elementos pueden aprovechar al máximo la luz del sol, haciéndose mutuamente sólo un mínimo de sombra.
Belleza, entrega, utilidad, racionalidad – ¿falta algo más?

Por. Dr. Rev. René Krüger ver curriculum vitae

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