Es muy natural que nos preocupemos de nuestra familia, pero haremos muy bien en atribuir esta solicitud a nuestro propio carácter. Si andamos delante de Dios en integridad, haremos mucho mayor bien a nuestros hijos que dejándoles una gran fortuna.
La vida santa del padre es el más rico legado para los hijos.El justo deja a sus hijos su ejemplo, lo cual es una verdadera mina de riqueza. ¡Cuántos atribuyen el éxito de su vida al ejemplo recibido de sus padres!Asimismo, les deja su reputación. Los hombres tienen mejor concepto de nosotros si somos hijos de unpadre honrado, o herederos de un comerciante de excelente reputación.
¡Ojalá todos los jóvenes se preocuparan de conservar intacto el buen nombre de la familia!Sobre todo, el justo deja a sus hijos sus oraciones, y la bendición de Dios que las escucha.Estas hacen que nuestros descendientes sean favorecidos entre los hijos de loshombres. Dios salvará a nuestros hijos aun después de nuestra muerte.¡Ojalá fuesen salvos desde ahora! Nuestra integridad será tal vez el medio del que Dios se sirva para salvar a nuestros hijos e hijas. Si ven en nuestras vidas la realidad de la religión, tal vez llegarán al conocimientode Jesús por sí mismos.
Hoy es una tremenda oportunidad que Dios me presenta para decidir vivir en integridad. Esa es mi decisión hoy. ¡Señor, que tu promesa sea cumplida en mi propia casa! Se que esa promesa tendrá alas cuando yo vivo en integridad delante de ti y de mi familia. Amén.
Charles Spurgeon.Libro De Cheques Del Banco De La Fe
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AMOR EN ACCION
Un médico que amaba a Dios, se trasladó a la selva africana para poder atender a los enfermos y hablarles a la vez del amor de Dios. Fue con un enfermero que tenía los mismos deseos que él. Este enfermero mientras los pacientes esperaban que el médico los atendiese les relataba historias de su misma selva para aplicarlas a su vida. Un día comenzó a contarles que el cazador salió con el deseo de poder encontrar un leopardo porque sus pieles podían venderse a muy buen precio.
En medio de las ramas vio un leopardo muy grande, le tiró la flecha que tenía más filo y pudo matarlo, pero cuando se preparaba para quitarle la piel vio que se movían las ramas y se dio vuelta rápidamente, era un leopardo muy chiquito, tanto que cortó una enredadera y con ella lo ató mientras le sacaba la piel al leopardo grande. Cuando terminó colgó la piel sobre sus espaldas y tirando de la enredadera llevó arrastrando al leopardo chiquito. Cuando llegó a la aldea los niños comenzaron a acariciar al leopardito y a jugar con él. Cuando el jefe lo vio dijo que tenían que matarlo porque los leopardos chicos crecen y los leopardos grandes matan. Todos se negaban a hacerlo porque decían que tenía los ojos dulces, y lo iban a alimentar con cereales.
El jefe volvió a decirles que aunque lo alimenten con cereales iba a crecer y cuando creciera iba a matar. Nadie lo escuchó, los niños siguieron jugando con él acariciándolo, alimentándolo con cereales. Pasaron los meses y un día uno de los niños se chocó con un espino se lastimó comenzó a llorar y el leopardo que ya estaba grande al oírlo corrió y con su lengua chupó la sangre. Al chuparla, despertó su naturaleza, salió corriendo, al primero que encontró en el camino fue al cazador el cual no tuvo tiempo de defenderse, se echó sobre él y lo mató. Corría embravecido.
Todos en la aldea se encerraron en sus casas por temor. El jefe salió con su lanza, luchó con el leopardo, éste lo lastimó en sus manos, sus pies y su costado, pero el jefe lo mató. Al terminar el enfermero dijo, ese leopardo representa nuestros pecados que pequeños o grandes nos matan, por eso nuestro jefe, Jesús fue herido en la cruz y así pagó por nuestros pecados. Cuando lo aceptamos y le seguimos cada día, nuestros pecados son perdonados. ¡Si no lo hiciste aún, hazlo en este mes que vamos a recordar su muerte y resurrección.
Por. Alba Leticia Montes de Oca, Argentina
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