Lectura: Hebreos 1:1-9
Dios, habiendo hablado […] en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… —Hebreos 1:1-2
Dios, habiendo hablado […] en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo… —Hebreos 1:1-2
En 1971, Ray Tomlinson experimentaba con diversas formas de interacción entre las personas y las computadoras. Cuando envió un mensaje desde su máquina a otra unidad de la oficina a través de una red, surgió el primer correo electrónico. Hoy, décadas más tarde, se envían más de mil millones por día. Muchos contienen noticias importantes de familiares y amigos, pero otros llevan anuncios desagradables o virus destructivos. Una regla básica para el uso de los e-mails es: «No abrirlo a menos que confíes en el remitente».
Dios nos ha enviado un mensaje en la Persona de su Hijo, y podemos confiar en el Remitente. En el Antiguo Testamento, el Señor le habló a su pueblo mediante los profetas, y muchos rechazaron la Palabra de Dios. Pero todo guiaba a lo siguiente: «Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo» (Hebreos 1:1-2).
Tal vez nos asombre el misterio inexplicable del Dios Todopoderoso que entró en nuestro mundo como un bebé; aun así, seguimos dudando de recibir a Cristo y colocar nuestra vida en sus manos.
La Navidad es el mensaje inolvidable del amor, la redención y la esperanza que Dios ha enviado. ¿Confiarás en el Remitente y abrirás hoy su mensaje?
—DCM
El eterno mensaje de esperanza divino aguarda ser recibido
Nuestro Pan Diario
Manos limpias
Lectura: Salmo 24
¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón… —Salmo 24:3-4
¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón… —Salmo 24:3-4
En la actualidad, se ven carteles por todos lados que instan a la gente a lavarse las manos. Ante la constante amenaza de gérmenes y virus que contagian enfermedades, los funcionarios de la salud nos recuerdan permanentemente que las manos sin lavar constituyen el mayor agente de propagación de gérmenes. Por eso, además de los avisos que alertan sobre lavarse las manos, los lugares públicos suelen ofrecer desinfectantes para ayudar a prevenirse de los gérmenes y las bacterias.
David también habló de la importancia de ser «limpio de manos», pero por una razón completamente distinta. Dijo que las manos limpias son clave para poder entrar en la presencia de Dios para adorar: «¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón… (Salmo 24:3-4). Aquí ser «limpio de manos» no se refiere a la higiene personal, sino que es una metáfora de nuestra condición espiritual: lavados del pecado (1 Juan 1:9). Habla de una vida consagrada, recta y piadosa, lo cual nos permite estar sin mancha delante de nuestro Señor mientras gozamos del privilegio de adorarlo.
Si Él vive en nosotros, puede ayudarnos a hacer lo correcto, para que nuestras manos estén limpias y nuestro corazón preparado para adorar a nuestro gran Dios.
—WEC
El sendero de la adoración empieza al dar gracias por la limpieza divina
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