[Bezaleel] también hizo la fuente de bronce y
su base de bronce, de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del
tabernáculo… —Éxodo 38:8
Lectura: Filipenses 2:1-5
La biblia en un año: Deuteronomio 20-22;Marcos 13:21-37
Cuando Moisés reunió a los hijos de Israel
para comenzar a trabajar en el tabernáculo (Éxodo 35–39), llamó a Bezaleel, un
talentoso artesano, para que ayudara a fabricar el mobiliario. Se les pidió a
ciertas mujeres que llevaran sus hermosos espejos de bronce para hacer la
fuente de ese mismo metal que él estaba construyendo (38:8). Ellas los donaron
para ayudar a preparar un lugar donde habitaría la presencia de Dios.
¿Donar nuestros espejos? Para la mayoría,
sería difícil hacerlo. No es algo que se nos pida que hagamos, pero me hace
pensar que un exceso de escrutinio y autocrítica puede ser desconcertante. Tal
vez nos lleve a ocupar nuestra mente demasiado en nosotros mismos e ignorar
bastante a los demás.
Cuando podamos olvidarnos rápidamente de
nuestro rostro y recordar que Dios nos ama tal cual somos (con todas nuestras
imperfecciones), entonces podremos empezar a no mirar «cada uno por lo suyo
propio, sino cada cual también por lo de los otros» (Filipenses 2:4).
Agustín dijo que nos perdemos al amarnos a
nosotros mismos, pero que nos encontramos cuando amamos a los demás. Dicho de
otra manera, el secreto para hallar la felicidad no es tener el rostro
perfecto, sino entregar el corazón, la vida y a nosotros mismos con amor.
Un corazón enfocado en los demás no será
consumido por el egoísmo.
Nuestro
Pan Diario
¡Pásame los binoculares!
Los
cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.
—Salmo 19:1
Lectura:
Salmo 19:1-6
La biblia en un año: Deuteronomio 17-19;Marcos 13:1-20
La biblia en un año: Deuteronomio 17-19;Marcos 13:1-20
Cuando estaba en la escuela primaria, mi
amigo Kent y yo solíamos pasar tiempo mirando el cielo nocturno con un par de
binoculares hechos en Alemania. Nos maravillábamos al ver las estrellas en el
cielo y las montañas sobre la luna. Durante todo el anochecer, nos turnábamos
diciendo: «¡Pásame los binoculares!».
Siglos antes, un pastorcito judío también
miró el cielo nocturno y se maravilló. No tenía unos binoculares ni un
telescopio que lo ayudaran, pero sí disponía de algo más importante: una
relación personal con el Dios vivo. Me imagino las ovejas balando tranquilas en
el fondo, mientras David contemplaba el cielo. Más adelante, escribiría
inspirado: «Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la
obra de sus manos. Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche
declara sabiduría» (Salmo 19:1-2).
Con nuestras ajetreadas agendas de
actividades, podemos olvidarnos muy fácilmente de sentirnos extasiados ante la
belleza celestial que nuestro Creador ha preparado para nuestro disfrute y su
gloria. Cuando dedicamos tiempo para mirar el cielo nocturno y maravillarnos de
lo que vemos, logramos entender más de Dios y de su poder y gloria eternos.
En las maravillas de la creación de Dios,
vemos su majestad y su carácter.
Nuestro
Pan Diario
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