Cuando
Johnny Agar, de 19 años, terminó la carrera de cinco kilómetros, lo
seguían muchísimos familiares y amigos que lo apoyaban y celebraban su
triunfo.
Johnny sufre de
parálisis cerebral, lo cual le dificulta la actividad física, pero formó
un equipo con su padre, para competir en muchas carreras. El
padre empuja la silla en la que va él. Sin embargo, un día, Johnny quiso
terminar solo. A mitad de camino, su padre lo sacó de la silla,
lo ayudó a apoyarse en su andador y lo acompañó mientras terminaba la
carrera sobre sus propios pies. Esto llevó a sus familiares y amigos a
celebrar con todas sus fuerzas. «Contar con el apoyo de ellos me
facilitó las cosas —dijo Johnny a un periodista—. Lo que me impulsó fue
su entusiasmo».
¿No es esto
lo que se supone que deben hacer los seguidores de Cristo? Hebreos
10:24 nos recuerda: «consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor
y a las buenas obras» (lbla). Como modelos del amor de nuestro Salvador
(Juan 13:34-35), imaginemos la diferencia que habría si todos
decidiéramos alentarnos unos a otros; si siempre supiéramos que tenemos
el apoyo de un grupo de amigos que nos anima. Si tomáramos seriamente
las palabras «animaos unos a otros, y edificaos unos a otros» (1
Tesalonicenses 5:11), la carrera nos
resultaría más fácil a todos.
—JDB
Señor, que no pensemos que
podemos enfrentar la vida sin ayuda. Utilízanos para bendecir a los
demás, y enséñanos a ser humildes y aceptar que nos animen.
Una palabra de aliento puede marcar la diferencia entre abandonar o seguir adelante.
Nuestro Pan Diario
Las piedras claman
Pareciera
que, con los años, la Navidad se vuelve un asunto cada vez más
comercial. Aun en los países donde la mayoría de la gente se
autodenomina «cristiana», esta época se ha convertido más en un tiempo
de compras que de adoración. La presión por comprar regalos y organizar
fiestas sofisticadas hace que resulte cada vez
más difícil mantener el enfoque en su verdadero significado: el
nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo.
No
obstante, todos los años también escucho que el evangelio se presenta
en lugares insólitos; esos mismos sitios donde se comercializa la
Navidad: los centros comerciales. Cuando oigo por los altavoces la
canción que dice: «¡Navidad, Navidad, hoy es Navidad!», pienso en las
palabras de Jesús a los fariseos, quienes le ordenaron que silenciara a
las multitudes que lo alababan: «Os digo que si éstos callaran, las
piedras clamarían» (Lucas 19:40).
Durante
la época navideña, oímos que las piedras claman. Incluso personas que
están espiritualmente muertas cantan villancicos escritos por cristianos
que murieron hace mucho tiempo, lo cual nos recuerda que, aunque ellas
se esfuercen al máximo para tratar de desmentir el verdadero mensaje de
Navidad, siempre fracasarán.
Independientemente
del materialismo que amenaza
distorsionar el mensaje del nacimiento de Cristo, Dios hará que su buena
noticia se conozca en todo este mundo que está bajo condenación.
—JAL
Intentar tener una Navidad sin Cristo es tan inútil como querer detener las mareas.
Nuestro Pan Diario
Mejor que antes
Lectura: 2 Reyes 5:1-15
… [la] carne [de Naamán] se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. —2 Reyes 5:14
… [la] carne [de Naamán] se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio. —2 Reyes 5:14
Cuando
eran bebés, mis hijos tenían la piel casi perfecta: suave, sin los
codos secos ni los pies con durezas. Tersa y nueva, contrastaba con la
mía, con varias cicatrices y callosidades producidas por los años.
Por
ser un poderoso guerrero y el comandante del ejército sirio, Naamán
quizá tenía la
piel endurecida y con cicatrices de las batallas, pero también padecía
una grave enfermedad: lepra. Cuando una criada le comentó que el profeta
Eliseo podía sanarlo, fue a verlo. Tras seguir sus instrucciones, su
piel enferma se volvió «como la carne de un niño» (2 Reyes 5:14). Esta
curación lo dejó en mejores condiciones, tanto física como
espiritualmente. Después de recuperarse, declaró: «… ahora conozco que
no hay Dios en toda la tierra, sino en Israel» (v. 15). Mediante esta
experiencia milagrosa, descubrió que hay un solo Dios verdadero (1
Corintios 8:6).
Tal como
Naamán, y por nuestra propia experiencia, podemos aprender lecciones
importantes sobre Dios. Recibir una bendición puede mostrarnos su
misericordia y bondad (Mateo 7:11), y soportar una prueba nos ayuda a
ver su suficiencia y cuidado. Conocer más al Señor (2 Pedro 3:18) traerá
como resultado una mejoría en nuestra vida espiritual.
—JBS
Padre, ayúdame a aprender más de ti
mientras estoy en este mundo. Que este conocimiento renueve la alabanza en mi corazón y el deseo de parecerme más a ti.
Las lecciones sobre Dios se entrelazan en las experiencias de la vida.
Nuestro Pan Diario
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