Lectura: Filipenses 2:5-11
… [Jesús] se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. —Filipenses 2:7
… [Jesús] se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres. —Filipenses 2:7
En
Navidad, todos los años se repiten en casa algunos acontecimientos. Por
ejemplo, el aviso de mi esposa a nuestros hijos y nietos cuando abren
sus regalos: «No rompan el papel, ¡podemos usarlo el año que viene!». A
ella le encanta hacer regalos bonitos, pero también le
importa mucho el envoltorio. La presentación es parte de la belleza
del contenido.
Me hace
pensar en el envoltorio que Cristo escogió cuando vino como el don
redentor para rescatarnos de nuestros pecados. Podría haberse envuelto
en una asombrosa muestra de poder, iluminando el cielo con su presencia
en una celestial demostración de gloria. Sin embargo, en una maravillosa
inversión de Génesis 1:26, prefirió envolverse «semejante a los
hombres» (Filipenses 2:7).
Entonces,
¿por qué es tan importante este envoltorio? Porque, al ser como
nosotros, no desconoce nuestras luchas: experimentó una profunda soledad
y un querido amigo lo traicionó; fue avergonzado públicamente,
malinterpretado y falsamente acusado. En resumen: Él siente nuestro
dolor. Por eso, el escritor de Hebreos nos dice que podemos acercarnos
«confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y
hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).
Esta Navidad,
cuando pienses en el regalo de Jesús, ¡recuerda tener en mente el «envoltorio»!
—JMS
¡Señor, gracias por envolverte a nuestra semejanza! Como entiendes nuestras luchas, ayúdanos a triunfar.
No tengas en poco el envoltorio del mejor regalo de Navidad.
Nuestro Pan Diario
El momento oportuno
Lectura: Hebreos 9:11-22
… estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros… —Hebreos 9:11
… estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros… —Hebreos 9:11
El
director estaba en el podio, recorriendo con la vista al coro y la
orquesta. Los miembros del coro se ubicaron en sus lugares, acomodaron
la música en sus carpetas y las sostuvieron a una altura que les
permitiera ver al director. Los miembros de la orquesta colocaron la
partitura en los atriles, se sentaron
cómodamente y permanecieron quietos. El director esperó hasta que todos
estuvieran listos. Entonces, tras una indicación con su batuta, los
acordes del Mesías de Handel llenaron la catedral.
Envuelto
por el sonido, sentí que me sumergía en la historia de Navidad; aquel
momento oportuno cuando Dios con su batuta dio inicio a la obertura que
comenzó con el nacimiento del Mesías, el «sumo sacerdote de los bienes
venideros» (Hebreos 9:11).
Cada
Navidad, cuando celebramos con música gloriosa la primera venida de
Cristo, me viene a la mente que el pueblo de Dios, como los miembros de
un coro y una orquesta, están preparándose para la próxima indicación
del director, cuando el Señor venga otra vez. En aquel día,
participaremos con Él en el movimiento final de la sinfonía de la
redención divina, donde todo será hecho nuevo (Apocalipsis 21:5).
Mientras aguardamos confiadamente, debemos mantener la vista puesta en
el director y asegurarnos de estar listos.
—JAL
El advenimiento de Cristo celebra su nacimiento y predice su regreso.
Nuestro Pan Diario
En el nombre de Jesús
Lectura: Juan 14:12-21
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. —Juan 16:24
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. —Juan 16:24
Uno
de mis álbumes de fotos favorito es de un almuerzo en familia, donde
aparecen imágenes de mi padre, sus hijos con sus esposas, y sus nietos;
todos en un momento de intercesión y acción de gracias.
Mi
padre había tenido varios derrames cerebrales, y ya no hablaba tanto
como
antes. Sin embargo, durante aquel momento de oración, lo oí decir con
profunda convicción: «¡Oramos en el nombre de Jesús!». Al año, papá dejó
este mundo para entrar en la presencia de Aquel en cuyo nombre había
depositado su confianza.
Jesús
nos enseñó a orar en su nombre. La noche antes de ser crucificado, les
prometió a sus discípulos: «Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre;
pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido» (Juan 16:24).
No obstante, la promesa de pedir en el nombre de Jesús no es un cheque
en blanco para conseguir cualquier cosa que satisfaga nuestros caprichos
personales.
Antes, esa
misma noche, les había enseñado que Dios concede las peticiones hechas
en su nombre, para que glorifiquen al Padre (Juan 14:13). Después, Jesús
mismo oró angustiado: «Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa;
pero no sea como yo quiero, sino como tú» (Mateo 26:39).
Al orar, nos sometemos a la sabiduría, el amor
y la soberanía de Dios, y, con confianza, pedimos «en el nombre de Jesús».
—HDF
Padre, ayúdanos a querer aprender más de ti antes que conseguir que nos des algo. «Auméntanos la fe» (Lucas 17:5).
Lo único que no está al alcance de la oración es lo que está fuera de la voluntad de Dios.
Nuestro Pan Diario
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