…
he descendido del cielo […] para hacer […] la voluntad del que me envió (v.
38).
Lectura:
Juan 6:32-40
La
biblia en un año: Miqueas 4–5; Apocalipsis 12
Poco
antes de la Navidad siguiente a la muerte de su esposo, una amiga nuestra
escribió una carta asombrosa en la que describía cómo podría haber sido el
cielo cuando Jesús nació. Decía: «Fue lo que Dios siempre supo que sucedería.
Los tres eran uno, pero habían acordado permitir que su preciosa unidad se
fracturara para beneficiarnos a nosotros. El cielo quedó sin Dios el Hijo».
Cuando
Jesús estaba en la Tierra, enseñando y sanando, declaró: «he descendido del
cielo, no para hacer mi voluntad, sino […] la voluntad del Padre, el que me
envió: […] Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo
le resucitaré en el día postrero (Juan 6:38-40).
El
nacimiento de Jesús en Belén fue el comienzo de su misión en la Tierra para
demostrar el amor de Dios y dar su vida en la cruz para libertarnos de la pena
y el poder del pecado.
Esa
carta terminaba diciendo: «No puedo pensar en dejar que, por el bien de
otros, se vaya el hombre a quien amo y con quien éramos uno. Pero Dios lo hizo:
se encontró con una casa mucho más vacía que la mía, para que yo pudiera vivir
allí con Él para siempre».
«Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Juan 3:16).
Padre
celestial, tu amor hacia nosotros es tan sublime. Gracias por dar a tu Hijo
para salvarnos.
Nuestro
Pan Diario
Pax
Romana
Porque
un niño nos es nacido, hijo nos es dado… (v. 6).
Lectura:
Isaías 9:1-7
La
biblia en un año: Miqueas 1–3; Apocalipsis 11
Nadie
puede afrontar el precio de la guerra. Un sitio de Internet informa que,
actualmente, 64 naciones están involucradas en conflictos armados. ¿Cuándo y
cómo terminarán? Deseamos tener paz, pero no a expensas de la justicia.
Jesús
nació durante una época de «paz», pero esta se había instalado tras una intensa
opresión. La Pax Romana existía solo porque Roma había aplastado a todos los
opositores.
Setecientos
años antes de aquella época de relativa paz, los ejércitos enemigos se
preparaban para invadir Jerusalén. Desde la oscuridad de la guerra, Dios hizo
una declaración asombrosa: «los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz
resplandeció sobre ellos» (Isaías 9:2), porque «un niño nos es nacido, hijo nos
es dado […]. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite (vv. 6-7).
Mateo
afirma que la profecía de Isaías se cumplió en el niño Cristo (Mateo 1:22-23;
ver también Isaías 7:14).
Ese
bebé del pesebre, a quien adoramos, es también el Señor Todopoderoso, «el Señor
de los Ejércitos Celestiales» (Isaías 13:13 ntv). Un día, Él reinará «sobre el
trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en
justicia» (9:7), pero ese régimen no será la opresora Pax Romana, sino el
gobierno del Príncipe de paz.
Señor,
ayúdame a contribuir con mi vida a la justicia y la paz.
Nuestro
Pan Diario
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