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lunes, 21 de diciembre de 2015

Amor sublime



… he descendido del cielo […] para hacer […] la voluntad del que me envió (v. 38).
Lectura: Juan 6:32-40
La biblia en un año: Miqueas 4–5; Apocalipsis 12
Poco antes de la Navidad siguiente a la muerte de su esposo, una amiga nuestra escribió una carta asombrosa en la que describía cómo podría haber sido el cielo cuando Jesús nació. Decía: «Fue lo que Dios siempre supo que sucedería. Los tres eran uno, pero habían acordado permitir que su preciosa unidad se fracturara para beneficiarnos a nosotros. El cielo quedó sin Dios el Hijo».
Cuando Jesús estaba en la Tierra, enseñando y sanando, declaró: «he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino […] la voluntad del Padre, el que me envió: […] Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero (Juan 6:38-40).
El nacimiento de Jesús en Belén fue el comienzo de su misión en la Tierra para demostrar el amor de Dios y dar su vida en la cruz para libertarnos de la pena y el poder del pecado.
Esa carta terminaba diciendo: «No puedo pensar en dejar que, por el bien de otros, se vaya el hombre a quien amo y con quien éramos uno. Pero Dios lo hizo: se encontró con una casa mucho más vacía que la mía, para que yo pudiera vivir allí con Él para siempre».
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito» (Juan 3:16).
Padre celestial, tu amor hacia nosotros es tan sublime. Gracias por dar a tu Hijo para salvarnos.
Nuestro Pan Diario

Pax Romana
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado… (v. 6).
Lectura: Isaías 9:1-7
La biblia en un año: Miqueas 1–3; Apocalipsis 11
Nadie puede afrontar el precio de la guerra. Un sitio de Internet informa que, actualmente, 64 naciones están involucradas en conflictos armados. ¿Cuándo y cómo terminarán? Deseamos tener paz, pero no a expensas de la justicia.
Jesús nació durante una época de «paz», pero esta se había instalado tras una intensa opresión. La Pax Romana existía solo porque Roma había aplastado a todos los opositores.
Setecientos años antes de aquella época de relativa paz, los ejércitos enemigos se preparaban para invadir Jerusalén. Desde la oscuridad de la guerra, Dios hizo una declaración asombrosa: «los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos» (Isaías 9:2), porque «un niño nos es nacido, hijo nos es dado […]. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite (vv. 6-7).
Mateo afirma que la profecía de Isaías se cumplió en el niño Cristo (Mateo 1:22-23; ver también Isaías 7:14).
Ese bebé del pesebre, a quien adoramos, es también el Señor Todopoderoso, «el Señor de los Ejércitos Celestiales» (Isaías 13:13 ntv). Un día, Él reinará «sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia» (9:7), pero ese régimen no será la opresora Pax Romana, sino el gobierno del Príncipe de paz.
Señor, ayúdame a contribuir con mi vida a la justicia y la paz.
Nuestro Pan Diario
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