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domingo, 17 de abril de 2016

El andar del camaleón



Día tras día continuaban unánimes… (v. 46 lbla).
Lectura: Hechos 2:42-47
La biblia en un año: Lucas 14:1-24
Cuando pensamos en el camaleón, quizá nos viene a la mente su capacidad para cambiar de color según el entorno. Pero también tiene otra característica interesante. En ocasiones, los he observado caminar y me he preguntado cómo llegan a destino: de mala gana, estiran una pata, parecen cambiar de idea, lo intentan otra vez; entonces, apoyan vacilantes la pata, como si temieran que el suelo fuera a hundirse. Por eso, me causó gracia cuando escuché decir: «No seas como un miembro camaleón en la iglesia, que se excusa: “Hoy voy a la iglesia; no, voy la semana que viene; no, ¡mejor espero un poco!”».
«La casa del Señor» en Jerusalén era el lugar donde adoraba el rey David, quien estaba muy lejos de ser un adorador «camaleón». Él se regocijaba con los que decían: «A la casa del Señor iremos» (Salmo 122:1). Lo mismo sucedía con los creyentes de la iglesia primitiva: «Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones. […] unánimes cada día en el templo» (Hechos 2:42, 46).
¡Qué gozo unirse con otros en adoración y comunión! Orar, adorar y estudiar las Escrituras juntos, y ayudarnos mutuamente es vital para el crecimiento espiritual y la unidad entre los creyentes.
«Delante del trono de nuestro padre, derramamos nuestras ardientes oraciones…» —John Fawcett
Nuestro Pan Diario

La niña de su ojo
… el que os toca, toca a la niña de su ojo (v. 8).
Lectura: Zacarías 2
La biblia en un año: Lucas 13:23-35
Cuando el bebé de una amiga mía tuvo convulsiones, fueron rápidamente hacia el hospital en una ambulancia, mientras su corazón palpitaba a toda velocidad al orar por su hijita. Al acariciar sus deditos, su profundo amor por su hijita la conmovió y le hizo recordar cuánto más nos ama el Señor, ya que somos «la niña de su ojo».
El profeta Zacarías emplea esta frase al hablarle al pueblo de Dios que había regresado a Jerusalén después del cautiverio babilónico. Lo llama a arrepentirse, reconstruir el templo y renovar su amor al Dios verdadero. Como el Señor ama profundamente a los suyos, estos son la niña de su ojo.
Algunos eruditos en hebreo sugieren que esta expresión alude al reflejo de una persona en la pupila del ojo de otra. Como los ojos son valiosos y frágiles, necesitan protección, y así es como Dios quiere amar y proteger a su pueblo: sosteniéndolo cerca de su corazón.
El Señor que mora entre nosotros derrama su amor en nuestra vida, y lo hace de una manera asombrosa; un amor mucho mayor que el de una madre que hace todo lo que puede por su hijita enferma. Somos la niña de su ojo, sus amados.
Padre Dios, gracias por amarnos y entregar a tu Hijo para morir y darnos vida. Hoy lo recibo como mi Salvador. Quiero vivir en tu amor.
Nuestro Pan Diario
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