Día
tras día continuaban unánimes… (v. 46 lbla).
Lectura:
Hechos 2:42-47
La
biblia en un año: Lucas 14:1-24
Cuando
pensamos en el camaleón, quizá nos viene a la mente su capacidad para cambiar
de color según el entorno. Pero también tiene otra característica interesante.
En ocasiones, los he observado caminar y me he preguntado cómo llegan a
destino: de mala gana, estiran una pata, parecen cambiar de idea, lo intentan
otra vez; entonces, apoyan vacilantes la pata, como si temieran que el suelo
fuera a hundirse. Por eso, me causó gracia cuando escuché decir: «No seas como
un miembro camaleón en la iglesia, que se excusa: “Hoy voy a la iglesia; no,
voy la semana que viene; no, ¡mejor espero un poco!”».
«La
casa del Señor» en Jerusalén era el lugar donde adoraba el rey David, quien
estaba muy lejos de ser un adorador «camaleón». Él se regocijaba con los que
decían: «A la casa del Señor iremos» (Salmo 122:1). Lo mismo sucedía con los
creyentes de la iglesia primitiva: «Y perseveraban en la doctrina de los
apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las
oraciones. […] unánimes cada día en el templo» (Hechos 2:42, 46).
¡Qué
gozo unirse con otros en adoración y comunión! Orar, adorar y estudiar las
Escrituras juntos, y ayudarnos mutuamente es vital para el crecimiento
espiritual y la unidad entre los creyentes.
«Delante
del trono de nuestro padre, derramamos nuestras ardientes oraciones…» —John
Fawcett
Nuestro
Pan Diario
La
niña de su ojo
…
el que os toca, toca a la niña de su ojo (v. 8).
Lectura:
Zacarías 2
La
biblia en un año: Lucas 13:23-35
Cuando
el bebé de una amiga mía tuvo convulsiones, fueron rápidamente hacia el
hospital en una ambulancia, mientras su corazón palpitaba a toda velocidad al
orar por su hijita. Al acariciar sus deditos, su profundo amor por su hijita la
conmovió y le hizo recordar cuánto más nos ama el Señor, ya que somos «la niña
de su ojo».
El
profeta Zacarías emplea esta frase al hablarle al pueblo de Dios que había
regresado a Jerusalén después del cautiverio babilónico. Lo llama a arrepentirse,
reconstruir el templo y renovar su amor al Dios verdadero. Como el Señor ama
profundamente a los suyos, estos son la niña de su ojo.
Algunos
eruditos en hebreo sugieren que esta expresión alude al reflejo de una persona
en la pupila del ojo de otra. Como los ojos son valiosos y frágiles, necesitan
protección, y así es como Dios quiere amar y proteger a su pueblo:
sosteniéndolo cerca de su corazón.
El
Señor que mora entre nosotros derrama su amor en nuestra vida, y lo hace de una
manera asombrosa; un amor mucho mayor que el de una madre que hace todo lo que
puede por su hijita enferma. Somos la niña de su ojo, sus amados.
Padre
Dios, gracias por amarnos y entregar a tu Hijo para morir y darnos vida. Hoy lo
recibo como mi Salvador. Quiero vivir en tu amor.
Nuestro
Pan Diario
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