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miércoles, 13 de abril de 2016

¿Para quién trabajo?



… ¿Para quién trabajo yo, y defraudo mi alma del bien?… (v. 8).
La biblia en un año: Lucas 11:1-28
Enrique trabajaba 70 horas por semana. Le encantaba su trabajo y llevaba a casa un sueldo considerable para proveer cosas buenas a su familia. Siempre planeaba trabajar menos, pero no lo hacía. Una noche, llegó con una noticia excelente: lo habían ascendido a la posición más importante de la compañía… pero no había nadie en la casa. Sus hijos ya eran adultos y vivían en otra parte, su esposa estaba dedicada a su propia profesión, y, ahora, la casa estaba vacía. No tenía con quién compartir su buena noticia.
Salomón escribió sobre la necesidad de mantener un equilibrio entre la vida y el trabajo: «El necio se cruza de brazos, y acaba por destruirse a sí mismo» (Eclesiastés 4:5 RVC). No queremos llegar al extremo de ser holgazanes, pero tampoco deseamos caer en la trampa de ser un trabajólico. «Más vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu» (v. 6); en otras palabras, es mejor tener menos y disfrutar más. Es necio sacrificar las relaciones interpersonales en el altar del éxito. Los logros son efímeros, pero las personas son las que hacen la vida significativa, gratificante y placentera (vv. 7-12).
Si administramos el tiempo sabiamente, podemos aprender a trabajar para vivir en lugar de vivir para trabajar.
Señor, muéstrame qué debo cambiar.
Nuestro Pan Diario

Dulces recordatorios
Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los huesos (Proverbios 16:24).
Lectura: Éxodo 3:7-17
La biblia en un año: Lucas 10:25-42
Cuando se descubrió la tumba del rey egipcio Tutankamón, en 1992, estaba llena de cosas que los antiguos egipcios consideraban necesarias para la vida en el más allá. Entre altares de oro, joyas, ropa, muebles y armas, se encontró un recipiente con miel que, ¡después de 3.200 años, todavía se podía comer!
Para nosotros, la función principal de la miel es endulzar, pero en el mundo antiguo tenía diversos usos. Está entre los únicos alimentos con todos los nutrientes vitales. Además, tiene propiedades medicinales, ya que es uno de los ungüentos más antiguos que se aplicaban en las heridas, para prevenir infecciones.
Cuando Dios rescató a los israelitas del cautiverio en Egipto, prometió guiarlos a una «tierra que fluye leche y miel» (Éxodo 3:8, 17), metáfora de la abundancia. Cuando el viaje se prolongó debido al pecado, Dios los alimentó con maná, un alimento que sabía a miel (16:31). Ellos se quejaron de tener que comer lo mismo durante tanto tiempo, pero es probable que el Señor estuviera anticipándoles lo que disfrutarían en la tierra prometida.
Dios aún nos recuerda que sus caminos y palabras son más dulces que la miel (Salmo 19:10). Por eso, nuestras palabras también deberían ser como la miel que comemos: dulces y sanadoras.
Señor, endulza hoy mis palabras.
Nuestro Pan Diario
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