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domingo, 12 de septiembre de 2010

Después de doce años de enfermedad

Sostiene el Señor a todos los que caen, y levanta a todos los oprimidos. Salmo 145:14
Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará. Salmo 145:19
¿Quién era esa “mujer” (Marcos 5:25-34), quien de en medio de la multitud se acercó a Jesús buscando la ayuda que esperaba desde hacía doce años?
De entre el gentío muchas personas tocaban a Jesús sin recibir ningún beneficio, pero esa mujer, creyendo que Jesús podía curarla, tocó discretamente el borde de su manto. Su fe hizo activar el poder del Señor.
Estar en contacto con el Evangelio o con creyentes fieles no comunica la salvación del alma. Sólo cuando uno cree en el Señor Jesús de corazón es salvo. La curación de la mujer es una imagen de ello.
Jesús se detuvo para sacar del anonimato a esa mujer. Ella reconoció delante de todos su estado y lo que había hecho. Entonces recibió la respuesta del Señor:
–“Hija”: una relación se estableció entre él y ella.
–“Tu fe te ha hecho salva”: las necesidades de su alma fueron satisfechas.
–“Vé en paz”: se fue con plena seguridad.
–“Queda sana de tu azote”: su curación fue definitiva.
Así ocurre con la salvación de nuestra alma. Somos salvos por gracia, por medio de la fe (Efesios 2:8), y nuestra liberación es completa y está garantizada. Sólo una confesión total y sincera determina nuestra condición ante Dios. Nos dará a conocer interiormente el gozo y la certeza de la salvación; y el testimonio de nuestra vida lo mostrará ante todos (Santiago 2:24).

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Fuente: © Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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