Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios
en su santa morada (Salmo 68:5).
Lectura: Romanos 8:12-17
La biblia en un año: Hechos 4:23-37
Una graciosa tarjeta del día del padre mostraba a
un papá que empujaba una cortadora de césped con una mano, mientras que, con la
otra, remolcaba un carrito donde iba sentada su hijita, encantada con el
ruidoso paseo por el patio. Quizá no haya sido la opción más segura, pero
¿quién dijo que los hombres no pueden hacer más de una cosa a la vez?
Si tuviste un buen padre, una escena como esta
evoca hermosos recuerdos. Pero, para muchos, «papá» es un concepto incompleto.
¿A quién acudimos si nuestro padre ya no está, si nos falla o, incluso, nos
lastima?
Sin duda, el rey David no fue el padre perfecto,
pero entendía la naturaleza paternal de Dios. Escribió: «Padre de huérfanos y
defensor de viudas es Dios […]. Dios hace habitar en familia a los
desamparados» (Salmo 68:5-6). El apóstol Pablo declaró: «Habéis recibido el
espíritu de adopción». Después, utilizando la palabra en arameo para «papá»,
añadió: «por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!» (Romanos 8:15, cursiva añadida).
Es la misma palabra que Jesús, angustiado, usó en su oración al Padre la noche
que lo traicionaron (Marcos 14:36).
¡Qué privilegio es poder acercarnos a Dios con el
mismo término íntimo para «padre» que usó Jesús! Nuestro Abba da la bienvenida
a su familia a cualquiera que se acerque a Él.
Padre celestial, gracias por poder ser parte de tu
familia.
Un buen padre refleja el amor del Padre
celestial.
¿Derrota o victoria?
… esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe (v. 4).
Lectura: 1 Juan 5:1-13
La biblia en un año: Hechos 4:1-22
T odos los años, el 18 de junio, se recuerda la
gran Batalla de Waterloo en lo que ahora es Bélgica. Ese día, en 1815, el
ejército francés de Napoleón fue vencido por la fuerza multinacional comandada
por el duque de Wellington. Desde entonces, Waterloo se asocia muchas veces con
la idea de sufrir una derrota a manos de alguien más fuerte o de un problema
demasiado difícil.
En la vida espiritual, algunos sienten que el
fracaso es inevitable, y que es solo cuestión de tiempo hasta que cada uno
«enfrente su Waterloo». Sin embargo, Juan refutó esta visión pesimista al
escribir a los seguidores de Jesús: «Porque todo lo que es nacido de Dios vence
al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe» (1 Juan
5:4).
En su primera carta, Juan entreteje el tema de la
victoria espiritual, y nos anima a no amar lo que este mundo ofrece, que pronto
se desvanecerá (2:15-17). En cambio, tenemos que amar y agradar a Dios, «y esta
es la promesa que él nos hizo, la vida eterna» (2:25).
Sin duda, la vida tiene sus altibajos, y algunas
batallas parecen terminar en derrota, pero la victoria final es nuestra en
Cristo, si confiamos en su poder.
Señor, permítenos vencer al mundo a través de la fe
y la obediencia en ti. ¡Tuya es la victoria!
Atravesar los problemas con el Señor es la
manera de resolverlos.
Nuestro Pan Diario
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