Capítulo del libro Para
tí, esposo y padre,
Por Ismael Amaya.*
¡Con qué rapidez crecen los niños! De un bebé
pequeño, que sólo sabe comer, dormir y llorar, el niño pronto se desarrolla y
al año es una criatura muy curiosa. Su peso se ha triplicado y se ha duplicado
su estatura. Se ríe constantemente; comienza a hablar y a reciprocar
rápidamente el afecto y el amor de que es objeto. Al segundo año sus días de
bebé habrán terminado. Habrá añadido muchas palabras a su vocabulario y
destreza a sus pasos; un año más y comenzará a decir que ya no es más un bebé
sino un niño grande. Comenzará a vestirse solo, comerá sin que se le ayude, le
gustará jugar con otros niños. A esta edad habrá pasado de la infancia a la
niñez.
De los tres a los diez años de edad el crecimiento
será lento pero continuo. Crecerá mucho en estatura. Su crecimiento mental será
rápido. Entrará a la escuela y aprenderá a leer y a escribir. Se aprenderá de
memoria las cosas con suma facilidad. Este será el período de mayor actividad
física en su vida. Si es un niño normal, pocas veces estará quieto, excepto
cuando esté dormido. Estará literalmente “en movimiento” desde que se levante
hasta que se acueste.
Entre los diez y los doce años de edad entrará en
un período que se caracteriza por los cambios físicos rápidos y drásticos que
le harán pasar de la niñez a la adolescencia. Aumentará rápidamente de estatura
y de peso. Este período de la adolescencia acarreará cierto desarrollo en su
sistema glandular. Algunos de ellos tienen que ver con la preparación para el
matrimonio y la paternidad. Durante estos años es comprensible que el
adolescente experimente algunos problemas serios de adaptación, pero con el
tiempo se resolverán. Conforme se vaya acercando a los veinte años de edad,
muchos de esos cambios físicos habrán alcanzado su desarrollo completo.
Pero tu hijo no crecerá ni se desarrollará por sí
solo. Necesita tu ayuda y dirección.
¿Has sembrado alguna vez una semilla en el jardín?
¡Con qué esmero labraste la tierra, sembraste la semilla y la regaste! Y
después que la semilla brotó y el tallito comenzó a erguirse fuerte y robusto,
¡con qué cariño cultivaste aquella plantita, quitaste las malezas, y seguiste
regándola para que tuviera el alimento necesario para crecer y desarrollarse
hasta llegar a ser una planta fuerte y robusta.
De igual manera, la vida de tu hijo es como
una semilla que has sembrado y ha brotado en el jardín de tu hogar. Y
tú, como padre, eres el jardinero que ha de darle la atención necesaria para
que crezca y se desarrolle normalmente hasta que llegue a la madurez.
Sin duda que el elemento más importante en el
crecimiento y desarrollo de tu hijo es una alimentación adecuada. Sin ella no
podría vivir mucho tiempo. Por eso trabajas arduamente para ganar “el pan de
tus hijos.” En este aspecto, como en todos los demás, tu hijo necesita
dirección adecuada.
Es muy común que los niños y aun los jovencitos
sean descuidados en su alimentación. Es menester que tu hijo coma a horas
regulares una dieta equilibrada. Tu esposa llevará la mayor responsabilidad en esto,
pero la cooperación de ambos es fundamental.
Los atletas y deportistas están siempre conscientes
de la importancia de los ejercicios para su buen estado físico. Tú, como padre,
debes tener cuidado de que tu rujo tenga cada semana oportunidad de que su
cuerpo reciba una cantidad adecuada de ejercicios. Un bien planeado programa de
juegos, deportes, y atletismo desde una edad temprana le permitirá desarrollar
un físico robusto, sano, y bien equilibrado.
Por supuesto, tu hijo debiera siempre tener oportunidad
de ejercitar su físico en la casa. Si es normal, querrá correr, saltar, subirse
a los árboles, tirarse al suelo. Todo esto, aunque a veces contribuye al
destrozo de los zapatos y la ropa, y en ocasiones a algún que otro golpe, está
contribuyendo enormemente a su desarrollo físico normal. Mientras tu hijo
insista en esta clase de actividades, debes estar contento, pues es bueno para
su salud. Si no se siente inclinado a esta clase de actividades normales
debieras investigar cuál es la razón. Quizá algo no ande bien en su físico.
Otro lugar donde tu hijo tendrá amplia oportunidad
de ejercitar su físico es en la escuela. Por lo general los niños tienen
oportunidad suficiente para correr, saltar, y participar de juegos y deportes
durante los recesos en la escuela. Además, las escuelas primarias y secundarias
generalmente tienen buenos programas de entrenamiento deportivo en horas fuera
del plan de estudio. Tu hijo debiera tomar ventaja de ellos cuanto más le sea
posible.
Los clubes locales de la comunidad también tienen
buenos programas de entrenamiento deportivo y atletismo en los que tu hijo
debiera participar. Tú, como padre, debes estar siempre alerta a las
actividades que las escuelas y los clubes locales ofrecen, para inscribir a tu
hijo en competencias deportivas.
Un programa intenso de ejercicios físicos debe ir
acompañado del debido descanso. Los niños y los jovencitos tienen una tendencia
natural a descuidar el descanso. Si tu hijo es normal, no le gustará dormir la
siesta, ni le gustará recostarse a descansar, ni ir a la cama temprano. Este es
uno de los aspectos en los que muchos padres tienen problemas serios con sus
hijos. Tú, como padre, debes cooperar con tu esposa y establecer ciertas reglas
a este respecto. Los pediatras recomiendan que el niño duerma de diez a doce
horas por día y después de los seis años de edad de ocho a diez horas diarias.
Si tu hijo no duerme lo suficiente no estará en buenas condiciones físicas para
rendir su mayor capacidad en la escuela ni en sus demás responsabilidades.
Investiga qué deportes se practican en las
escuelas, clubes, y asociaciones de tu comunidad. Después de consultar con tu
hijo para ver cuáles le atraen más, haz un plan semanal que se adapte a sus
actividades en la escuela y en el hogar.
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