Y no podía distinguir el pueblo el
clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro… (v. 13)
Lectura: Esdras 3:7-13
La biblia en un año: Juan 20
El año pasado, volví a conectarme con unas
amigas que no veía hace mucho tiempo. Nos reímos y disfrutamos del reencuentro,
pero también lloré, porque las había extrañado mucho.
El último día que pasamos juntas, celebramos la
Cena del Señor. ¡Más sonrisas y lágrimas! Di gracias a Dios por haberme dado
vida eterna y unos días hermosos con ellas. Pero, una vez más, lloré abrumada
ante la realidad de lo que le costó a Jesús librarme de mi pecado.
Me acordé de Esdras y de aquel maravilloso día
en Jerusalén. Los exiliados habían regresado del cautiverio y acababan de poner
los cimientos para la reconstrucción del templo. El pueblo cantaba con gozo,
pero algunos de los sacerdotes más viejos lloraban (Esdras 3:10-12).
Probablemente, recordaban el templo de Salomón y su antigua gloria… ¿o se
lamentarían por los pecados que, originalmente, los habían llevado al
cautiverio?
A veces, cuando vemos que Dios obra,
experimentamos una amplia gama de sentimientos; entre ellos, alegría al ver sus
maravillas, y pena, al recordar nuestros pecados y la necesidad del sacrificio
de Cristo.
Los israelitas cantaban y lloraban, y el sonido
se escuchaba a lo lejos (v. 13). Que nuestras emociones puedan expresar amor y
adoración al Señor, e impactar a los que nos rodean.
Padre, te adoramos hoy con todo nuestro ser.
Tanto las lágrimas como las sonrisas
alaban a Dios.
Red de seguridad
Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (v. 48).
Lectura: Mateo 5:43-48
La biblia en un año: Juan 19:23-42
Durante años, pensé que el Sermón del Monte
(Mateo 5–7), como la guía para la conducta humana, era un estándar
inalcanzable. ¿Cómo pude dejar de ver su verdadero significado? Las palabras de
Jesús no fueron para frustrarnos, sino para mostrarnos cómo es Dios.
¿Por qué debemos amar a nuestros enemigos?
Porque nuestro Padre misericordioso hace salir el sol sobre buenos y malos.
¿Para qué hacer tesoros en el cielo? Porque el Padre vive allí y nos
recompensará abundantemente. ¿Por qué vivir sin temor ni preocupación? Porque
el mismo Dios que viste los lirios del campo prometió ocuparse de nosotros.
¿Para qué orar? Si un padre terrenal le da a su hijo pan o pescado, ¡cuánto más
el Padre celestial dará buenas dádivas a todos los que se las pidan!
Jesús dio el Sermón del Monte no solo para
explicar el ideal de Dios, al que nunca deberíamos dejar de aspirar, sino
también para mostrar que, en esta vida, ninguno puede alcanzarlo.
Todos compareceremos ante Dios en el mismo
nivel: asesinos y descontrolados, adúlteros y lujuriosos, ladrones y
codiciosos. Estamos desesperados, y este es el único estado adecuado para
conocer a Dios. Al haber caído del ideal absoluto, el único lugar para
aterrizar es sobre la red de seguridad de la gracia plena.
Señor, gracias por pagar por mis pecados y
darme tu gracia.
Solamente Dios puede transformar un alma
pecadora en una obra maestra de la gracia.
Nuestro Pan Diario
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