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sábado, 8 de julio de 2017

Dar el primer paso



Por Keila Ochoa
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero (v. 19).
La Biblia en un año: Job 32–33; Hechos 14
Con paciencia, nos esforzamos para ayudar a nuestro hijo a sanarse interiormente y adaptarse a su nueva vida con la familia. El trauma de su pasado en un orfanato generaba algunas conductas negativas. Aunque yo tenía gran compasión por él, sentía una lejanía emocional debido a estas conductas. Avergonzada, le conté mi lucha a su terapeuta. Su respuesta amable me conmovió: «Él necesita que des el primer paso… que le muestres que es digno de amor antes de que él pueda demostrar el suyo».
Juan lleva a los lectores de su carta a una profundidad increíble de amor, citando el amor de Dios como la fuente y la razón para amarse unos a otros (1 Juan 4:7, 11). Admito que muchas veces no muestro ese amor a los demás, ya sean extraños, amigos o mis propios hijos. Sin embargo, las palabras de Juan encienden en mí una voluntad y una capacidad renovadas de hacerlo: Dios dio el primer paso. Dios envió a su Hijo a demostrar la plenitud de su amor por cada uno de nosotros. Estoy tan agradecida de que Él no responda dejando de amarnos, como tendemos a hacerlo nosotros.
Aunque nuestro pecado no invita el amor de Dios, Él no duda en dárnoslo (Romanos 5:8). Su amor, que toma la iniciativa, nos impulsa a amarnos unos a otros en respuesta a ese amor y como un reflejo de lo que hemos experimentado.
Señor, ayúdame a «dar el primer paso» para amar a otros.
Dios nos amó primero para que pudiéramos amar a otros.

El bien supremo
Por Karen Wolfe
… estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor… (v. 8).
La Biblia en un año: Job 34–35; Hechos 15:1-21
Mientras crecía en Jamaica, mis padres nos criaron a mi hermana y a mí para que fuéramos «buenas personas». En casa, bueno significaba obedecer a nuestros padres, decir la verdad, esforzarse en la escuela y el trabajo, y asistir a la iglesia… al menos, en Pascua y Navidad. Supongo que esta definición de ser una buena persona trasciende la cultura. Es más, el apóstol Pablo, en Filipenses 3, usó la definición cultural de ser bueno para expresar algo más grande.
Como Pablo era un judío devoto del primer siglo, seguía la ley moral al pie de la letra. Había nacido en la familia «correcta», tenía la educación «correcta» y practicaba la religión «correcta». Era un buen hombre hecho y derecho, según la costumbre judía. En el versículo 4, Pablo escribe que podía jactarse de su bondad si quería; pero les explicó a sus lectores que no bastaba con ser bueno. Sabía que, aunque era bueno ser bueno, no era lo mismo que agradar a Dios.
En los versículos 7-8, Pablo escribe que agradar a Dios supone conocer a Jesús. Consideraba su propia bondad una «pérdida», al compararla con «la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús». Somos buenos (y agradamos a Dios) cuando nuestra esperanza y nuestra fe están puestas solo en Cristo, no en nuestra bondad.
Señor, ayúdame a recordar que conocer a Jesús es el camino a la verdadera bondad.
Nuestra bondad debe distinguirnos como hijos de Dios.
Nuestro Pan Diario
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