Por Keila
Ochoa
Nosotros le amamos a él,
porque él nos amó primero (v. 19).
La Biblia en un año: Job
32–33; Hechos 14
Con paciencia, nos
esforzamos para ayudar a nuestro hijo a sanarse interiormente y adaptarse a su
nueva vida con la familia. El trauma de su pasado en un orfanato generaba
algunas conductas negativas. Aunque yo tenía gran compasión por él, sentía una
lejanía emocional debido a estas conductas. Avergonzada, le conté mi lucha a su
terapeuta. Su respuesta amable me conmovió: «Él necesita que des el primer
paso… que le muestres que es digno de amor antes de que él pueda demostrar el
suyo».
Juan lleva a los lectores de
su carta a una profundidad increíble de amor, citando el amor de Dios como la
fuente y la razón para amarse unos a otros (1 Juan 4:7, 11). Admito que muchas
veces no muestro ese amor a los demás, ya sean extraños, amigos o mis propios
hijos. Sin embargo, las palabras de Juan encienden en mí una voluntad y una
capacidad renovadas de hacerlo: Dios dio el primer paso. Dios envió a su Hijo a
demostrar la plenitud de su amor por cada uno de nosotros. Estoy tan agradecida
de que Él no responda dejando de amarnos, como tendemos a hacerlo nosotros.
Aunque nuestro pecado no
invita el amor de Dios, Él no duda en dárnoslo (Romanos 5:8). Su amor, que toma
la iniciativa, nos impulsa a amarnos unos a otros en respuesta a ese amor y
como un reflejo de lo que hemos experimentado.
Señor, ayúdame a «dar el
primer paso» para amar a otros.
Dios nos amó primero para
que pudiéramos amar a otros.
El bien supremo
Por Karen
Wolfe
… estimo todas las cosas
como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor… (v.
8).
La Biblia en un año: Job
34–35; Hechos 15:1-21
Mientras crecía en Jamaica,
mis padres nos criaron a mi hermana y a mí para que fuéramos «buenas personas».
En casa, bueno significaba obedecer a nuestros padres, decir la verdad,
esforzarse en la escuela y el trabajo, y asistir a la iglesia… al menos, en
Pascua y Navidad. Supongo que esta definición de ser una buena persona
trasciende la cultura. Es más, el apóstol Pablo, en Filipenses 3, usó la
definición cultural de ser bueno para expresar algo más grande.
Como Pablo era un judío
devoto del primer siglo, seguía la ley moral al pie de la letra. Había nacido
en la familia «correcta», tenía la educación «correcta» y practicaba la
religión «correcta». Era un buen hombre hecho y derecho, según la costumbre
judía. En el versículo 4, Pablo escribe que podía jactarse de su bondad si
quería; pero les explicó a sus lectores que no bastaba con ser bueno. Sabía
que, aunque era bueno ser bueno, no era lo mismo que agradar a Dios.
En los versículos 7-8, Pablo
escribe que agradar a Dios supone conocer a Jesús. Consideraba su propia bondad
una «pérdida», al compararla con «la excelencia del conocimiento de Cristo
Jesús». Somos buenos (y agradamos a Dios) cuando nuestra esperanza y nuestra fe
están puestas solo en Cristo, no en nuestra bondad.
Señor, ayúdame a recordar
que conocer a Jesús es el camino a la verdadera bondad.
Nuestra bondad debe
distinguirnos como hijos de Dios.
Nuestro Pan
Diario
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