Por. Amy
Boucher Pye
…
Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras (v. 18).
Leer: Santiago 2:14-26
La
Biblia en un año: Job 14–16; Hechos 9:22-43
Mientras
mi amiga conducía hacia el supermercado, observó que una mujer caminaba al lado
de la carretera y sintió que debía regresar y ofrecerse a llevarla. Cuando lo
hizo, se entristeció al enterarse de que la mujer no tenía dinero para el
autobús, así que estaba caminando muchos kilómetros en un clima caluroso y
húmedo. No solo estaba emprendiendo el largo viaje de regreso a su casa,
sino que había caminado varias horas para llegar a su trabajo a las cuatro de
la mañana.
Al
ofrecerse a llevarla, mi amiga aplicó la instrucción de Santiago de poner la fe
en práctica: «Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí
misma» (2:17). Al apóstol le preocupaba que la iglesia se ocupara de las viudas
y los huérfanos (1:27), y quería que no ofrecieran solo palabras vacías, sino que
actuaran por fe y obraran con amor.
Somos
salvos por fe, no por obras, pero ponemos en práctica nuestra fe al amar a
otros y suplir sus necesidades. Que, al igual que mi amiga, podamos mantener
los ojos abiertos para ayudar a los que lo necesiten, mientras transitamos
juntos este camino de la vida.
Señor
Jesucristo, llevaste a cabo la obra suprema al morir en la cruz por mí. Que
nunca olvide el sacrificio que me da vida.
A
través de nuestras buenas obras, ponemos en práctica nuestra fe.
Tiempo
de florecer
Por. Sheridan
Voysey
…
Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone
(v. 8).
Leer: Lucas 13:1-9
La Biblia en
un año: Job 17–19; Hechos 10:1-23
La
primavera pasada, decidí cortar el rosal de nuestro patio trasero. En los tres
años que llevábamos viviendo allí, no había dado muchas flores, y sus ramas
estériles salían para todos lados.
Sin
embargo, estuve tan ocupado que mis planes de jardinería se fueron retrasando.
Fue mejor así… pocas semanas después, el arbusto floreció como nunca antes.
Cientos de perfumadas rosas blancas fluían hacia el jardín y salpicaban el
suelo de bellos pétalos.
El
renacimiento de mi rosal me recordó la parábola de Jesús sobre la higuera, en
Lucas 13:6-9. En Israel, se acostumbraba darle tres años a una higuera para que
tuviera fruto. Si no lo hacía, se la cortaba para usar mejor el suelo. En la
historia de Jesús, un jardinero le pide a su jefe que le dé a un árbol un año
más para producir fruto. En contexto (vv. 1-5), la parábola implica lo
siguiente: los israelitas no habían vivido bien, y Dios tenía derecho a
juzgarlos. Sin embargo, el Señor es paciente y les había dado tiempo para
volverse a Él y florecer.
Dios
quiere que todos florezcan, y nos ha concedido tiempo de sobra para hacerlo. No
importa si todavía estamos acercándonos a la fe o si estamos orando por
familiares y amigos incrédulos; su paciencia es una buena noticia para todos.
Yo soy
la vid, vosotros los pámpanos […]; separados de mí nada podéis hacer. Juan 15:5
Dios
le ha dado al mundo tiempo para responder a su ofrecimiento de perdón.
Nuestro
Pan Diario
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