Por David
H. Roper
… sean
humildes y mansos… (v. 2 RVC).
Leer: Efesios 4:1-6
La
Biblia en un año: Amós 7–9; Apocalipsis 8
Los
problemas de la vida pueden ponernos de mal humor, pero nunca deberíamos
excusar las explosiones de mala conducta, ya que podrían descorazonar a quienes
amamos y entristecer a los que nos rodean. Recién habremos cumplido nuestro
deber ante los demás cuando hayamos aprendido a ser agradables.
El
Nuevo Testamento tiene una palabra para la virtud que corrige nuestra
antipatía: mansedumbre, término que implica un ser amable y bondadoso.
Efesios 4:2 nos recuerda: «sean humildes y mansos».
La
mansedumbre es aceptar las limitaciones y las dolencias sin volcar nuestra
irritación sobre los demás. Muestra gratitud ante los servicios más mínimos y
tolerancia hacia quienes hacen mal las cosas. Acepta a las personas molestas;
en especial, a los pequeños ruidosos e hiperactivos, ya que la bondad hacia los
niños es lo que más caracteriza a una persona buena y mansa. Es delicadeza ante
la provocación; y silencio o calma ante palabras desagradables.
Jesús
es «manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29). Si se lo pedimos, Él nos
transformará a su imagen. George MacDonald dice: «[Dios] no escucharía de
[nosotros] un tono que agite el corazón de otra persona, una palabra que le
duela […]. De este, como de todo otro pecado, Jesús nació para liberarnos».
Señor,
ayúdame a ser manso, amable y bondadoso.
Ser
humildes ante Dios nos hará mansos para con los demás.
Esperanza
eterna
Por Xochitl
Dixon
Bienaventurado
aquel […] cuya esperanza está en el Señor su Dios (v. 5).
Leer: Salmo 146
La
Biblia en un año: Abdías; Apocalipsis 9
Dos
meses después de la muerte de mi madre, las compras y decoraciones de la semana
anterior a la Navidad no eran mi prioridad. Resistía los intentos de mi esposo
de consolarme. Estaba callada y malhumorada mientras mi hijo colocaba luces
navideñas en las paredes de nuestra casa. Sin pronunciar palabra, él conectó el
cable antes de irse con su padre a trabajar.
Mientras
las luces titilaban, el Señor me sacó con ternura de mi oscuridad. A pesar de
lo doloroso de las circunstancias, mi esperanza permanecía segura en la
luz de la verdad de Dios y en su carácter inmutable.
El
Salmo 146 afirma lo que Dios me recordó aquella mañana difícil: mi eterna
«esperanza está en el Señor», mi ayudador (v. 5). Como Creador, «siempre cumple
su palabra» (v. 6 RVC). «Hace justicia a los agraviados», protegiéndonos y
supliendo nuestras necesidades (v. 7). «El Señor levanta a los caídos» (v. 8);
nos «guarda» y nos «sostiene», y siempre reinará (vv. 9-10).
Algunas
veces, en Navidad, nuestros días rebosarán de momentos gozosos. Otras veces,
enfrentaremos ausencias, experiencias dolorosas o sentimientos de soledad.
Pero, en cada caso, las promesas de Dios serán nuestra luz en la oscuridad, y
nos brindarán ayuda tangible y esperanza eterna.
Señor,
gracias por ser nuestra fuente de esperanza eterna.
Dios
reafirma nuestra esperanza en su carácter inmutable.
Nuestro
Pan Diario
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