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lunes, 25 de diciembre de 2017

Mansedumbre

Por David H. Roper
… sean humildes y mansos… (v. 2 RVC).
Leer: Efesios 4:1-6 
La Biblia en un año: Amós 7–9; Apocalipsis 8
Los problemas de la vida pueden ponernos de mal humor, pero nunca deberíamos excusar las explosiones de mala conducta, ya que podrían descorazonar a quienes amamos y entristecer a los que nos rodean. Recién habremos cumplido nuestro deber ante los demás cuando hayamos aprendido a ser agradables.
El Nuevo Testamento tiene una palabra para la virtud que corrige nuestra antipatía: mansedumbre, término que implica un ser amable y bondadoso. Efesios 4:2 nos recuerda: «sean humildes y mansos».
La mansedumbre es aceptar las limitaciones y las dolencias sin volcar nuestra irritación sobre los demás. Muestra gratitud ante los servicios más mínimos y tolerancia hacia quienes hacen mal las cosas. Acepta a las personas molestas; en especial, a los pequeños ruidosos e hiperactivos, ya que la bondad hacia los niños es lo que más caracteriza a una persona buena y mansa. Es delicadeza ante la provocación; y silencio o calma ante palabras desagradables.
Jesús es «manso y humilde de corazón» (Mateo 11:29). Si se lo pedimos, Él nos transformará a su imagen. George MacDonald dice: «[Dios] no escucharía de [nosotros] un tono que agite el corazón de otra persona, una palabra que le duela […]. De este, como de todo otro pecado, Jesús nació para liberarnos».
Señor, ayúdame a ser manso, amable y bondadoso.
Ser humildes ante Dios nos hará mansos para con los demás.

Esperanza eterna
Por Xochitl Dixon
Bienaventurado aquel […] cuya esperanza está en el Señor su Dios (v. 5).
Leer: Salmo 146 
La Biblia en un año: Abdías; Apocalipsis 9
Dos meses después de la muerte de mi madre, las compras y decoraciones de la semana anterior a la Navidad no eran mi prioridad. Resistía los intentos de mi esposo de consolarme. Estaba callada y malhumorada mientras mi hijo colocaba luces navideñas en las paredes de nuestra casa. Sin pronunciar palabra, él conectó el cable antes de irse con su padre a trabajar.
Mientras las luces titilaban, el Señor me sacó con ternura de mi oscuridad. A pesar de lo doloroso de las circunstancias, mi esperanza permanecía segura en la luz de la verdad de Dios y en su carácter inmutable.
El Salmo 146 afirma lo que Dios me recordó aquella mañana difícil: mi eterna «esperanza está en el Señor», mi ayudador (v. 5). Como Creador, «siempre cumple su palabra» (v. 6 RVC). «Hace justicia a los agraviados», protegiéndonos y supliendo nuestras necesidades (v. 7). «El Señor levanta a los caídos» (v. 8); nos «guarda» y nos «sostiene», y siempre reinará (vv. 9-10).
Algunas veces, en Navidad, nuestros días rebosarán de momentos gozosos. Otras veces, enfrentaremos ausencias, experiencias dolorosas o sentimientos de soledad. Pero, en cada caso, las promesas de Dios serán nuestra luz en la oscuridad, y nos brindarán ayuda tangible y esperanza eterna.
Señor, gracias por ser nuestra fuente de esperanza eterna.
Dios reafirma nuestra esperanza en su carácter inmutable.

Nuestro Pan Diario

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