Por Tim
Gustafson
He
aquí, yo estoy contigo, […] y volveré a traerte a esta tierra… (v. 15).
Leer: Génesis 28:10-17
La
Biblia en un año: Miqueas 4–5; Apocalipsis 12
Una
Navidad, tuve que trabajar en un lugar que muchos de mis amigos ni siquiera
podían localizar en un mapa. Casi arrastrándome desde mi lugar de trabajo hacia
mi habitación, luché contra el viento helado que soplaba del Mar Negro. Añoraba
mi casa.
Cuando
llegué, abrí la puerta y vi algo hermoso: mi compañero de cuarto había
completado su último proyecto de arte: un árbol de Navidad de cerámica, de
unos 45 centímetros de alto, que iluminaba nuestra oscura habitación
con destellos de colores. Aunque solo por un instante, ¡volvió a ser como casa!
Cuando
Jacob huyó de su hermano Esaú, también se encontró en un lugar extraño y
solitario. Dormido, vio a Dios en un sueño, y Él le prometió una casa: «la tierra
en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. Será tu descendencia
como el polvo de la tierra» (Génesis 28:13-14).
De
Jacob, vino el Mesías prometido, Aquel que dejó su casa para acercarnos a Él.
«Vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy,
vosotros también estéis», les dijo a sus discípulos (Juan 14:3).
Aquella
noche de diciembre, me senté en la oscuridad de mi cuarto y fijé la mirada en
ese árbol de Navidad. Inevitablemente, pensé en la Luz que entró en el mundo para
mostrarnos el camino a casa.
Señor,
gracias por estar preparándonos un lugar contigo.
Más
que un punto en un mapa, hogar es el lugar al que pertenecemos. Dios nos da ese
lugar.
Noche
de paz en el alma
Por David
C. McCasland
… si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas […] son hechas nuevas (v.
17).
Leer: 2 Corintios 5:14-21
La
Biblia en un año: Miqueas 6–7; Apocalipsis 13
Mucho
antes de que Joseph Mohr y Franz Gruber crearan el famoso villancico «Noche de
Paz», Angelus Silesius había escrito:
Mira,
en la noche encalmada, nace Dios, un niño,
Y he
aquí que vuelve a ganar lo perdido por Adán.
Si tu
alma está encalmada y es noche para la criatura,
Dios
se hace hombre en ti, hombre, y lo renueva todo.
Silesius,
un monje polaco, publicó el poema en 1657 en El Peregrino Querúbico. En la
reunión anual de Noche Buena, el coro de nuestra iglesia cantó una hermosa
versión de ese poema, titulada: «Si tu alma se volviera noche».
El
doble misterio de la Navidad es que Dios se hizo uno con nosotros, para que
nosotros pudiéramos volvernos uno con Él. Jesús sufrió todo lo malo para que
nosotros pudiéramos ser hechos justos. Por eso, el apóstol Pablo pudo escribir:
«si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí
todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió
consigo mismo por Cristo» (2 Corintios 5:17-18).
Ya sea
que nuestra Navidad esté colmada de familia y amigos o vacía de todo lo que
anhelamos, sabemos que Jesús vino a nacer por nosotros.
Oh, si
tu corazón fuera un pesebre para el nacimiento, Dios volvería una vez más a
convertirse en un niño en la Tierra.
Jesús,
gracias por traer luz a este mundo oscuro.
Dios
se hizo uno de nosotros para que nosotros fuéramos uno con Él.
Nuestro
Pan Diario
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