…
el día que comáis de él, […] seréis como Dios… (v. 5).
Lectura:
Gen. 3:6-13, 22-24
La
biblia en un año: Lamentaciones 1–2; Hebreos 10:1-18
En
agosto de 2013, grandes multitudes se reunieron en el Conservatorio Phipps, en
Pittsburgh, Estados Unidos, para ver cómo florecía la planta tropical conocida
como flor cadáver. Como es nativa de Indonesia y florece solo una vez en varios
años, se ha convertido en un espectáculo. Cuando se abre, la punta enorme, roja
y hermosa tiene olor a carne podrida. Ese olor fétido atrae moscas y
escarabajos que buscan ese tipo de carne. Sin embargo, no tiene néctar.
Al
igual que la flor cadáver, el pecado hace promesas, pero, a la larga, no brinda
recompensas. Adán y Eva aprendieron esta verdad a la fuerza. El huerto de Edén
era hermoso, hasta que ellos lo arruinaron al hacer lo que Dios les había
advertido que no hicieran. Tras ser tentados a dudar de la bondad del
Señor, ignoraron la amorosa advertencia de su Creador y perdieron su inocencia.
La belleza del árbol del conocimiento del bien y del mal se convirtió para
ellos en una flor cadáver. La recompensa por su desobediencia fue la
separación, el dolor, la insatisfacción, el trabajo duro y la muerte.
El
pecado es atractivo y puede resultar agradable, pero no se compara con la
maravilla, la belleza y la fragancia de confiar en Dios y obedecerle. Él nos
hizo para compartir con nosotros su vida y su gozo.
¿Qué
tentaciones estás enfrentando hoy?
Nuestro
Pan Diario
Gansos
y personas difíciles
…
en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres (v. 18).
Lectura:
Romanos 12:14-21
La
biblia en un año: Jeremías 51–52; Hebreos 9
Cuando
empezamos a vivir en nuestra casa actual, me encantaba ver los gansos en los
alrededores. Admiraba la manera en que se cuidaban unos a otros y cómo se
desplazaban en línea recta en el agua y en formaciones similares a la letra «V»
en el aire. También disfrutaba verlos con sus crías.
Sin
embargo, cuando llegó el verano, descubrí algunas verdades no tan hermosas
sobre mis amigos emplumados: les encanta comer hierba y no les importa si te
arruinan el césped. Peor aun, lo que dejan convierte en una aventura
desagradable caminar por el jardín…
Cuando
trato con personas difíciles me acuerdo de esos gansos. A veces, querría
simplemente ahuyentarlas de mi vida. Pero es entonces cuando Dios suele
recordarme que aun las personas más difíciles tienen algo bello si nos
acercamos lo suficiente como para descubrirlo, y que su actitud tal vez refleje
una angustia interior. El apóstol Pablo señala en Romanos: «Si es posible, en
cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres» (12:18). Por
eso, le pido a Dios que me ayude a ser paciente con el «lado difícil» de
los demás. No siempre se logran buenos resultados, pero es asombroso ver
cuántas veces el Señor arregla estas relaciones.
Por
la gracia de Dios, podemos amar a las personas difíciles.
Señor,
ayúdame a ver si la persona difícil soy yo.
Nuestro
Pan Diario
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NOTICIAS CRISTIANAS
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