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jueves, 26 de noviembre de 2015

¡No quiero!



… sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios […] con acción de gracias (Filipenses 4:6).
Lectura: Salmo 118:1-14
La biblia en un año: Ezequiel 27–29; 1 Pedro 3
Cuando nuestros hijos eran pequeños, uno de ellos dijo rotundamente que no cuando le pasamos unas arvejas en la cena. Ante eso, replicamos: «¿No qué?». Esperábamos que dijera: «No, gracias», pero su respuesta fue: «¡No quiero arvejas!». Eso nos llevó a hablar de la importancia de los buenos modales. En realidad, tuvimos conversaciones similares en varias ocasiones…
Más allá de los buenos modales, que son externos, nuestro Señor nos recuerda que debemos tener un corazón agradecido. La Palabra de Dios contiene decenas de recordatorios que nos enseñan que dar gracias es de suma importancia en nuestra relación con Dios. El Salmo 118 comienza y termina con esta exhortación: «Dad gracias al Señor, porque Él es bueno» (vv. 1, 29 lbla). Debemos dar gracias cuando entramos en su presencia (100:4). Además, las peticiones que le hacemos deben estar rodeadas de un espíritu de gratitud (Filipenses 4:6). Esta clase de actitud nos ayudará a recordar las abundantes bendiciones que recibimos. Aun en medio de los problemas y la desesperación, la presencia de Dios y su amor nos acompañan permanentemente.
Con razón el salmista nos recuerda: «Dad gracias al Señor, porque Él es bueno; porque para siempre es su misericordia» (Salmo 118:1 lbla).
Señor, enséñame a tener un corazón agradecido
Nuestro Pan Diario

Con y en nosotros
[El] Padre […] os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (v. 16).
Lectura: Juan 14:15-21
La biblia en un año: Ezequiel 24–26; 1 Pedro 2
Mi hijo acababa de empezar la guardería infantil. El primer día, lloró y dijo: «No me gusta la guardería». Mi esposo y yo hablamos del tema con él y le dijimos: «Quizá nosotros no estemos allí físicamente, pero estamos orando por ti. Además, Jesús está siempre contigo».
«¡Pero yo no lo veo!», razonó. Mi esposo lo abrazó y le dijo: «Él vive en ti y nunca te dejará solo». La respuesta de mi hijo lo conmovió: «Sí, Jesús vive en mí».
Los niños no son los únicos que experimentan ansiedad ante las separaciones. En cada etapa de la vida, enfrentamos momentos en que nos separamos de los seres queridos; algunas veces, por distancias geográficas, y otras, como resultado de la muerte. No obstante, debemos recordar que, aunque nos sintamos abandonados por los demás, Dios siempre está con nosotros, ya que prometió enviar el Espíritu de verdad (nuestro Abogado y Ayudador) para que more con y en nosotros (Juan 14:15-18). Somos sus hijos amados.
Mi hijo está aprendiendo a tener confianza, y yo también. Como él, no puedo ver al Espíritu, pero siento su poder todos los días, mientras me anima y me guía cuando leo la Palabra de Dios. Demos gracias al Señor por su provisión maravillosa: el Espíritu de Cristo que está con y en nosotros. Sin duda, ¡no estamos solos!
— 
Espíritu Santo, gracias por vivir en mí.
Nuestro Pan Diario
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