Espera
en el Señor, y guarda su camino, y él te exaltará… (Salmo 37:34).
Lectura:
Génesis 29:14-30
La
biblia en un año: Ezequiel 22–23; 1 Pedro 1
Un
video gracioso muestra a un niño que se entera de que va a tener una hermana.
En medio de su decepción, se lamenta: «¡Siempre nenas, nenas y más nenas!».
Este
enfoque cómico sobre las expectativas humanas está muy lejos de la realidad, ya
que a nadie le gusta decepcionarse. Jacob, el personaje de la Biblia, conoció
bien este sentimiento: acordó trabajar siete años para casarse con Raquel, una
hija de su jefe. Sin embargo, tras la noche de bodas, se llevó la sorpresa de
descubrir que estaba con Lea, la otra hija.
Pensamos
en la decepción de Jacob, pero ¿te imaginas cómo se habrá sentido Lea al ser
forzada a casarse con un hombre que no la amaba?
El Salmo
37:4 declara: «Deléitate asimismo en el Señor, y él te concederá las peticiones
de tu corazón». Los que temen a Dios, ¿nunca se desilusionan? Sí, pero, aunque
las injusticias nos rodeen, debemos adoptar la perspectiva a largo plazo del
salmista: «Guarda silencio ante el Señor, y espera en él» (v. 7), ya que «los
mansos heredarán la tierra» (v. 11).
Al
final, fue Lea a quien Jacob honró y sepultó con sus ancestros (Génesis 49:31),
y fue a través del linaje de ella (que pensó que no la amaban) que Dios bendijo
al mundo con nuestro Salvador.
Señor,
es difícil esperar con paciencia lo bueno. Ayúdame a entender hoy tus caminos.
Nuestro
Pan Diario
Oídos
y boca
Los
labios del justo apacientan a muchos… (v. 21).
Lectura:
Proverbios 10:19-21
La
biblia en un año: Ezequiel 20–21; Santiago 5
Es
muy probable que conozcas esta frase: «Dios nos hizo con dos oídos y una boca,
para que oigamos el doble de lo que hablamos». Puede resultar gracioso, pero,
detrás del chiste, se esconde una gran verdad. Además, hay una gran diferencia
entre «oír» y «escuchar». Al oír, simplemente percibimos los sonidos, mientras
que, al escuchar, prestamos atención a lo que oímos.
En
Eclesiastés 3:7, leemos que hay «tiempo de callar, y tiempo de hablar».
Aprender a callarse es una manera de adquirir humildad para saber escuchar. A
su vez, esto aumenta nuestra empatía y nos ayuda a decir las palabras
correctas. Proverbios 20:5 afirma: «Para la mente humana, los consejos son tan
profundos como el océano; alcanzables sólo para quien es entendido» (rvc). Es
necesario escuchar con mucha atención para llegar hasta lo profundo.
Además,
mientras escuchamos a los demás, también debemos prestar atención a lo que Dios
quiere decirnos. ¿Qué hacía Jesús cuando escribió en el suelo mientras los
fariseos acusaban a la mujer adúltera? (VER JUAN 8:1-11). Me atrevo a sugerir
que, simplemente, escuchaba la voz de su Padre y le preguntaba: «¿Qué diremos a
esta multitud y a la mujer?». Su respuesta sigue oyéndose hoy en todo el mundo.
Padre,
enséñanos cuándo debemos hablar y cuándo permanecer callados. Que escuchemos
hoy tu voz.
Nuestro
Pan Diario
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