Daniel
[…] se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su
Dios… (v. 10).
Lectura:
Daniel 6:10-23
La
biblia en un año: Jeremías 50; Hebreos 8
Un
amigo de mi familia venía a nuestra ciudad para participar de unas reuniones
importantes. Es un hombre muy ocupado, pero organizó su ajustada agenda para
visitarnos durante media hora y cenar con nosotros. Nos encantó verlo, pero
recuerdo que miré mi plato y pensé: «Solo tuvimos las migajas de su tiempo».
Después,
reflexioné en la cantidad de ocasiones en que damos a Dios las migajas de
nuestro tiempo; a veces, solo los últimos minutos antes de dormir.
Daniel
era un hombre sumamente atareado, ya que ocupaba una posición gubernamental
elevada en el antiguo reino babilónico. Sin embargo, había desarrollado el
hábito de pasar tiempo con Dios: oraba tres veces al día, alababa al Señor y le
daba gracias. Esta rutina lo ayudó a fortalecer su fe, la cual no titubeó ante
la persecución (Daniel 6).
Dios
desea relacionarse con nosotros. Por la mañana, podemos invitarlo a ser parte
de nuestro día; después, alabarlo y darle gracias por su ayuda hasta la noche.
Otras veces, podemos reflexionar en su fidelidad. A medida que pasamos tiempo
con el Señor en oración y en su Palabra, profundizamos nuestra comunión con Él
y aprendemos a imitarlo. Disfrutar cada vez más de su compañía es el resultado
de priorizar nuestro tiempo con Dios.
—
Señor,
sé hoy parte de mi día, para profundizar nuestra relación.
Nuestro
Pan Diario
Isla
de la Caridad
El
Señor es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él
confían (Nahum 1:7).
Lectura:
Salmo 107:23-32
La
biblia en un año: Jeremías 46–47; Hebreos 6
Isla
de la Caridad es una de las tantas situadas en la Bahía de Saginaw, en el
Lago Hurón, en Estados Unidos. Desde hace varios años, se encuentra allí un
faro para ayudar a los navegantes y un puerto seguro para los que recorren esas
aguas. Le pusieron ese nombre porque los marineros creían que estaba allí
«por la caridad de Dios».
A
veces, la vida nos hace atravesar mares de circunstancias difíciles. Al igual
que aquellos marineros, necesitamos guía y un lugar seguro; tal vez queramos
tener nuestra propia Isla de la Caridad. El salmista entendía que Dios es el
único que puede calmar las aguas turbulentas y guiarnos a puertos seguros. Por
eso, escribió: «[El Señor] cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus
ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que
deseaban (Salmo 107:29-30).
Aunque
nadie desea atravesar tormentas en su vida, estas pueden ayudarnos a valorar
más la guía y la protección que Dios ofrece mediante la luz del Espíritu y de
su Palabra. Lo que más anhelamos es el puerto seguro de su amor. Solo Él
puede ser nuestra suprema «Isla de la Caridad».
Padre,
ayúdame a buscar tu luz para que me guíe a través de las tormentas de la vida.
Nuestro
Pan Diario
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