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domingo, 22 de noviembre de 2015

Reflejar al Hijo



La luz en las tinieblas resplandece… (Juan 1:5).
Lectura: Mateo 5:14-16
La biblia en un año: Ezequiel 8–10; Hebreos 13
Por estar ubicada entre montañas elevadas y muy al norte del planeta, la ciudad de Rjukan, en Noruega, no recibe directamente la luz del sol desde octubre hasta marzo. Por eso, los habitantes del lugar colocaron espejos enormes en la cima de los montes para reflejar los rayos solares e iluminar la plaza central. Este reflejo se consigue porque los espejos giran siguiendo al astro desde el alba hasta el atardecer.
Me gusta comparar esa escena con la vida cristiana. Jesús dijo que sus seguidores son «la luz del mundo» (Mateo 5:14). El apóstol Juan escribió que Cristo es la luz verdadera que «en las tinieblas resplandece» (Juan 1:5). Asimismo, el Señor nos invita a hacer brillar nuestra luz en medio de la oscuridad que nos rodea: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16); a mostrar amor frente al odio, paciencia ante los problemas, paz en los conflictos. Pablo también nos recuerda: «Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz» (Efesios 5:8).
Nuestra luz es un reflejo del Señor Jesús. Sin Él, es imposible iluminar este mundo.
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Señor, cuando las exigencias de la vida nos tientan a ser egoístas, ayúdanos a resistir y reflejar tu luz.
Nuestro Pan Diario

Seguro en sus brazos
Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo… (v. 13).
Lectura: Isaías 66:5-13
La biblia en un año: Ezequiel 5–7; Hebreos 12
Acababan de operar a mi hija y yo estaba sentada a su lado en la sala de recuperación. Cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que estaba dolorida y empezó a llorar. Le acaricié un brazo, intentando tranquilizarla, pero solo conseguí que estuviera más molesta. Entonces, una enfermera me ayudó y la pusimos en mi regazo. Le sequé las lágrimas y le aseguré que se sentiría cada vez mejor.
Por medio de Isaías, Dios les aseguró a los israelitas: «Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros» (66:13). Prometió darles paz y llevarlos a su lado como lo hace una madre con un hijo. Este tierno mensaje era para aquellos que lo reverenciaban; los que temblaban ante su palabra (v. 5).
El poder de Dios para consolar a su pueblo y su deseo de hacerlo vuelven a verse en la carta de Pablo a los creyentes de Corinto, donde el apóstol dice que el Señor es quien «nos consuela en todas nuestras tribulaciones» (2 Corintios 1:3-4). Cuando estamos en dificultades, Él es bondadoso y compasivo con nosotros.
Un día, todo sufrimiento se acabará. Nuestras lágrimas se secarán por completo y estaremos seguros en los brazos de Dios para siempre (Apocalipsis 21:4). Mientras tanto, podemos descansar en que su amor nos sostendrá cuando suframos.
Señor, que sienta hoy tu protección.
Nuestro Pan Diario
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