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el Señor, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es (Éxodo 34:14).
Lectura:
2 Corintios 11:1-4
La biblia en un año: Jeremías 32–33; Hebreos 1
En
2014, una investigadora usó un perro de peluche para demostrar que los animales
pueden sentir celos. Pidió a varios dueños de perros que mostraran afecto hacia
el animal irreal delante de sus mascotas. Así descubrió que tres de cada cuatro
perros reaccionaban con una supuesta envidia. Algunos intentaron llamar la
atención tocando suavemente a sus amos. Otros trataron de interponerse entre su
dueño y el juguete. Y hubo algunos que llegaron a destrozar a sus rivales de
peluche.
En
un perro, los celos parecen conmovedores, pero, en las personas,
pueden generar resultados deplorables. Sin embargo, hay otro tipo de celo:
el que refleja maravillosamente el corazón de Dios.
Cuando
Pablo les escribió a los corintios, declaró: «os celo con celo de Dios» (2
Corintios 11:2). No quería que fueran «de alguna manera extraviados de la
sincera fidelidad a Cristo» (v. 3). Esta clase de celo refleja el corazón del
Señor, quien le dijo a Moisés al darle los Diez Mandamientos: «Yo soy el Señor
tu Dios, fuerte, celoso» (Éxodo 20:5).
El
celo de Dios no es como nuestro amor egoísta, sino que protege a los que son
suyos por creación y redención. El Señor nos hizo para que lo conozcamos y
disfrutemos de Él para siempre. ¿Qué más podemos pedir para ser felices?
Padre,
que nada me distraiga de ti.
Nuestro
Pan Diario
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PENSAR EN ESTO
Cuando
el amor no es suficiente
La
promesa hecha en el altar: “Hasta que la muerte nos separe” no nos hace inmune
frente a la tentación sexual, tampoco el amor, los años de matrimonio o las
experiencias de vida. Sin amor es muy difícil serle fiel al cónyuge, pero el
amor por sí solo no garantiza inmunidad frente a la infidelidad. ¿Por qué las
personas creen que al casarse ya no tendrán tentaciones sexuales? ¿Por qué
piensan que sus sentimientos amorosos hacia su pareja los detendrán de un amor
prohibido?
El
amor por sí solo no es una armadura a prueba de encantos. Insistimos, el amor
no te hace invulnerable a la infidelidad. Nadie está exento. No existe un
antídoto natural contra el germen de la infidelidad. El que dice que tiene un
matrimonio inmune a la infidelidad corre demasiados riesgos o sabe demasiado
poco. Hay que estar en guardia siempre. Debemos permanecer vigilantes en todo
tiempo. El pecado nunca anuncia su llegada en alta voz. Más bien se acerca
sutilmente y nos chantajea mediante el engaño, hasta que finalmente, con la
guardia baja, dispara contra nosotros sin piedad y cuando menos lo esperamos.
Quien
entienda este principio tiene media batalla ganada. Podemos ser tentados en
cualquier momento, seamos casados o solteros, tengamos 15 o 65 años. La
tentación llega cuando menos la esperamos. La Biblia dice: “Cuando sean
tentados”, Santiago 1:13; no dice: “Si son tentados”. Pablo
aconseja: “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al
género humano”, 1ª Corintios 10:13 (NVI). No podemos impedir que la
tentación llegue a nuestra vida pero podemos no ceder ante ella: “Dichoso el
hombre que no cede a hacer lo malo cuando es tentado, porque un día recibirá la
corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman”, Santiago 1:12
(BAD).
Que
una persona sea fiel no significa que no nunca le gustará otra persona que no
sea su pareja. La fidelidad es una decisión que se toma a cada momento, todos
los días. Es producto de la voluntad, no de los sentimientos. En otras
palabras, la fidelidad es autocontrol. Cuando sospeches que alguien empieza a
'moverte el piso' y que estás a punto de ser flechado por un deseo prohibido,
la mejor opción es tomar el consejo de Pablo y alejarte de la tentación, 1ª
Corintios 6:18.
Toma
la decisión de ser fiel a Dios y a tu pareja un día a la vez. Mantente en
guardia y toma el consejo. Que Dios bendiga tu vida y tu intimidad.
Fuente:
Boletín Placeres perfectos, Secreto # 31
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