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martes, 17 de noviembre de 2015

Nuestro Dios celoso



… el Señor, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es (Éxodo 34:14).
La biblia en un año: Jeremías 32–33; Hebreos 1
En 2014, una investigadora usó un perro de peluche para demostrar que los animales pueden sentir celos. Pidió a varios dueños de perros que mostraran afecto hacia el animal irreal delante de sus mascotas. Así descubrió que tres de cada cuatro perros reaccionaban con una supuesta envidia. Algunos intentaron llamar la atención tocando suavemente a sus amos. Otros trataron de interponerse entre su dueño y el juguete. Y hubo algunos que llegaron a destrozar a sus rivales de peluche.
En un perro, los celos parecen conmovedores, pero, en las personas, pueden generar resultados deplorables. Sin embargo, hay otro tipo de celo: el que refleja maravillosamente el corazón de Dios.
Cuando Pablo les escribió a los corintios, declaró: «os celo con celo de Dios» (2 Corintios 11:2). No quería que fueran «de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo» (v. 3). Esta clase de celo refleja el corazón del Señor, quien le dijo a Moisés al darle los Diez Mandamientos: «Yo soy el Señor tu Dios, fuerte, celoso» (Éxodo 20:5).
El celo de Dios no es como nuestro amor egoísta, sino que protege a los que son suyos por creación y redención. El Señor nos hizo para que lo conozcamos y disfrutemos de Él para siempre. ¿Qué más podemos pedir para ser felices?
Padre, que nada me distraiga de ti.
Nuestro Pan Diario
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PENSAR EN ESTO
Cuando el amor no es suficiente
La promesa hecha en el altar: “Hasta que la muerte nos separe” no nos hace inmune frente a la tentación sexual, tampoco el amor, los años de matrimonio o las experiencias de vida. Sin amor es muy difícil serle fiel al cónyuge, pero el amor por sí solo no garantiza inmunidad frente a la infidelidad. ¿Por qué las personas creen que al casarse ya no tendrán tentaciones sexuales? ¿Por qué piensan que sus sentimientos amorosos hacia su pareja los detendrán de un amor prohibido?
El amor por sí solo no es una armadura a prueba de encantos. Insistimos, el amor no te hace invulnerable a la infidelidad. Nadie está exento. No existe un antídoto natural contra el germen de la infidelidad. El que dice que tiene un matrimonio inmune a la infidelidad corre demasiados riesgos o sabe demasiado poco. Hay que estar en guardia siempre. Debemos permanecer vigilantes en todo tiempo. El pecado nunca anuncia su llegada en alta voz. Más bien se acerca sutilmente y nos chantajea mediante el engaño, hasta que finalmente, con la guardia baja, dispara contra nosotros sin piedad y cuando menos lo esperamos.
Quien entienda este principio tiene media batalla ganada. Podemos ser tentados en cualquier momento, seamos casados o solteros, tengamos 15 o 65 años. La tentación llega cuando menos la esperamos. La Biblia dice: “Cuando sean tentados”, Santiago 1:13; no dice: “Si son tentados”. Pablo aconseja: “Ustedes no han sufrido ninguna tentación que no sea común al género humano”, 1ª Corintios 10:13 (NVI). No podemos impedir que la tentación llegue a nuestra vida pero podemos no ceder ante ella: “Dichoso el hombre que no cede a hacer lo malo cuando es tentado, porque un día recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman”, Santiago 1:12 (BAD).
Que una persona sea fiel no significa que no nunca le gustará otra persona que no sea su pareja. La fidelidad es una decisión que se toma a cada momento, todos los días. Es producto de la voluntad, no de los sentimientos. En otras palabras, la fidelidad es autocontrol. Cuando sospeches que alguien empieza a 'moverte el piso' y que estás a punto de ser flechado por un deseo prohibido, la mejor opción es tomar el consejo de Pablo y alejarte de la tentación, 1ª Corintios 6:18.
Toma la decisión de ser fiel a Dios y a tu pareja un día a la vez. Mantente en guardia y toma el consejo. Que Dios bendiga tu vida y tu intimidad.

Fuente: Boletín Placeres perfectos, Secreto # 31

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