… sean bondadosos y misericordiosos […] unos a otros…
(Efesios 4:32).
Lectura: Salmo 141:1-3
La Biblia en un año: 1 Juan 5
Cuando era niño, me encantaba leer los libros de L.
Frank Baum sobre la Tierra de Oz. Hace poco, encontré un ejemplar de Rinkitink
en Oz, con todo el material gráfico original. Me volví a reír con las payasadas
del bondadoso e irreprimible rey Rinkitink, a quien el joven príncipe Inga
describe de manera sin igual: «Su corazón es bondadoso y amable, lo cual es
mucho mejor que ser sabio».
¡Qué descripción tan sencilla y sensata! Pero
¿quién no ha lastimado el corazón de alguien querido con una palabra
dura? Al hacerlo, perturbamos la paz del momento y destruimos gran parte del
bien que hemos hecho por aquellos a quienes amamos. Como dijo Hannah More: «Una
pequeña descortesía es una gran ofensa».
Pero aquí está la buena noticia: toda persona puede
volverse bondadosa. Quizá no podamos predicar un mensaje inspirador, responder
preguntas difíciles ni evangelizar multitudes, pero sí podemos ser amables.
¿Cómo? Con la oración. Solo así puede ablandarse
nuestro corazón: «Pon guarda a mi boca, oh Señor; guarda la puerta de mis
labios. No dejes que se incline mi corazón a cosa mala [o áspera]…» (Salmo
141:3-4).
En un mundo donde el amor se ha enfriado, la bondad
que brota del corazón de Dios es lo más útil y sanador que podemos ofrecer.
Señor, ayúdame a usar mis palabras para alentar a
todos.
«Saber que Dios me amó sin límites me impulsa a
amar a otros del mismo modo». Oswald Chambers
Luces navideñas
… Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no
andará en tinieblas… (v. 12).
Lectura: Juan 8:12-20
La Biblia en un año: 1 Juan 4
Cada año, durante las semanas previas a la Navidad,
Orchard Road, la franja turística de Singapur, se transforma en un mundo
maravilloso de luces y colores. El propósito de este show de luces es atraer a
los turistas para que gasten su dinero en las numerosas tiendas de la zona. Los
consumidores llegan para disfrutar de las celebraciones, escuchar villancicos
navideños y presenciar espectáculos.
El primer show de luces de Navidad no se produjo
gracias a cables eléctricos, brillos ni luces fluorescentes, sino a que «la
gloria del Señor […] rodeó de resplandor» (Lucas 2:9). Ningún turista la vio,
sino solo unos sencillos pastores que estaban en sus campos. Y no solo eso,
sino que le siguió una inesperada interpretación de un coro angelical, que
decía: «¡Gloria a Dios en las alturas…!» (v. 14).
Los pastores fueron a Belén para ver si lo que el
ángel había dicho era verdad (v. 15). Tras haberlo confirmado, no pudieron
callar lo que habían visto y oído. Entonces, «al verlo, dieron a conocer lo que
se les había dicho acerca del niño» (v. 17).
Muchos hemos oído con frecuencia la historia de
la Navidad. Este año, ¿qué tal si compartimos con otros la buena noticia
de que Cristo, «la luz del mundo» (Juan 8:12), nació para salvarnos?
Señor, esta Navidad quiero reflejar tu luz en mi
vida testificando de ti.
El don del amor de Dios en nosotros puede
iluminar toda oscuridad.
Nuestro Pan Diario
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