… Oíd palabra del Señor… (v. 2).
Lectura: Jeremías 7:1-11
La Biblia en un año: Apocalipsis 7
El lema de nuestro campamento para adultos era
«Consuela a mi pueblo». Un orador tras otro comunicaban palabras de ánimo, pero
el último cambió de tono drásticamente. Tomó Jeremías 7:1-11, y su tema fue
«Despierten del sueño». Sin rodeos, pero con amor, nos desafió a despertarnos y
alejarnos de nuestros pecados: «No se escondan detrás de la gracia de Dios ni
sigan viviendo en secreto. Nos jactamos, diciendo: “Soy cristiano; Dios me
ama”, pero practicamos toda clase de pecados».
Sabíamos que tenía razón, pero nos retorcíamos en los
asientos mientras lo escuchamos decir: «Dios es amor, ¡pero también es fuego
consumidor! (Ver Hebreos 12:29). ¡Nunca será indulgente con el pecado!».
El profeta de la antigüedad preguntó: «Hurtando,
matando, adulterando, jurando en falso […] y andando tras dioses extraños que
no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la
cual es invocado mi nombre, y diréis: Librados somos; para seguir haciendo
todas estas abominaciones?» (Jeremías 7:9-10).
Esta era la otra cara del lema del campamento sobre el
consuelo divino. Como una hierba amarga que cura la malaria, sus palabras
fueron espiritualmente sanadoras. Si escuchamos palabras duras, no debemos
huir, sino responder a su efecto curativo.
Señor, ayúdame a no desafiar tus instrucciones.
El propósito de la disciplina del Padre celestial es
que nos asemejemos más a su Hijo.
Un «sueñito»
… más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y
presentes al Señor (2 Corintios 5:8).
Lectura: 1 Tes. 4:13-18
La Biblia en un año: Apocalipsis 6
Henry Durbanville, un pastor escocés de otra época,
relata la historia de una anciana de su congregación, que vivía en una parte
remota de Escocia. Ella anhelaba conocer Edimburgo, pero tenía miedo de viajar
hasta allí porque el tren que iba a esa ciudad pasaba por un túnel largo y
oscuro.
No obstante, un día, ciertas circunstancias la
obligaron a ir a la capital escocesa. A medida que el tren se acercaba
rápidamente a la ciudad, más nerviosa se ponía. Pero, antes de llegar al túnel
y agotada por la preocupación, la mujer se quedó dormida. Cuando despertó, ¡ya
había llegado a Edimburgo!
Es posible que algunos no experimenten la muerte. Si
estamos vivos cuando Jesús vuelva, los que creemos en Él nos reuniremos con el
«Señor en el aire» (1 Tesalonicenses 4:13-18). No obstante, muchos llegarán al
cielo cuando mueran, y a algunos, esto les genera gran ansiedad. Nos preocupa
que el proceso previo a la muerte sea demasiado difícil de soportar.
Si tenemos la seguridad de que Jesús es nuestro
Salvador, podemos descansar confiados en que, cuando cerremos nuestros ojos en
este mundo y experimentemos la muerte, los abriremos en la presencia de Dios.
«Tras un breve sueño, despertamos a la eternidad», dijo John Donne.
Señor, pongo mi futuro en tus manos. Anhelo verte cara
a cara.
Ver a Jesús será el mayor gozo del cielo.
Nuestro
Pan Diario
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