Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides
ninguno de sus beneficios (Salmo 103:2).
Lectura: Salmo 116:5-9
La Biblia en un año: 1 Juan 1
¿Te hablas a veces interiormente? En ocasiones,
mientras trabajo en algún proyecto (por lo general, debajo del capot de un
automóvil), me resulta útil pensar en voz alta para evaluar qué hacer para
mejorarlo. Si alguien me descubre en mi «conversación», me da un poco de
vergüenza; aunque la mayoría de la gente habla sola en algún momento del día.
En Salmos, los escritores solían hablarse a sí
mismos. El autor del Salmo 116 no es la excepción. En el v. 7, escribe:
«Vuelve, oh alma mía, a tu reposo, porque el Señor te ha hecho bien».
Recordarse a sí mismo la bondad y la fidelidad de Dios en el pasado le resultaba
de ayuda y consuelo en el presente. Con frecuencia, vemos «conversaciones»
similares en los Salmos. Así, David se dice a sí mismo en el Salmo 103:1:
«Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre». Y en
62:5, afirma: «Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de él es mi
esperanza».
Es bueno recordarnos la fidelidad de Dios y la
esperanza que tenemos en Él. Podemos seguir el ejemplo del salmista y pasar un
tiempo mencionando las numerosas maneras en que el Señor ha sido bueno con nosotros.
Hacerlo nos incentivará. El mismo Dios que ha sido fiel en el pasado seguirá
amándonos en el futuro.
— jb
Señor, quiero mantener mi corazón en contacto
contigo.
Recordar la bondad de Dios puede mantenernos
llenos de su paz.
La vista a 640 kilómetros
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo
hombre, venía a este mundo (v. 9).
Lectura: Juan 1:1-14
La Biblia en un año: 2 Pedro 3
«Mi perspectiva de la Tierra cambió drásticamente
la primera vez que fui al espacio», dice el astronauta Charles F. Bolden Jr.
Para él, todo parecía tranquilo y hermoso visto a 640 kilómetros de distancia.
Sin embargo, agregó que, cuando pasó sobre Oriente Medio, «la realidad lo
sacudió» al considerar el conflicto actual en esa región. En una entrevista con
un productor cinematográfico, declaró que, en ese momento, cuando vio la Tierra
como esta debería ser, se sintió desafiado a hacer todo lo posible para
mejorarla.
Cuando Jesús nació en Belén, el mundo no estaba
como Dios pretendía. Jesús vino a traer vida y luz a todos en medio de esta
oscuridad moral y espiritual (Juan 1:4). Aunque el mundo no lo reconoció, «a
todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de
ser hechos hijos de Dios» (v. 12).
Nos entristece profundamente cuando la vida no es
como debería serlo; cuando las familias se destruyen, los niños padecen hambre
y el mundo está en guerra. Pero Dios promete que, mediante la fe en Cristo,
toda persona puede comenzar a andar un camino nuevo.
La época navideña nos recuerda que Jesús, el
Salvador, regala vida y luz a todos los que lo reciben y lo siguen.
Señor, ayúdame a testificar hoy de la luz y la vida
que Jesús ofrece.
No somos lo que Dios quiere que seamos, pero Él
está obrando para que lleguemos a serlo.
Nuestro Pan Diario
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