«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (v. 15 RVC).
Lectura: Mateo 16:13-20
La Biblia en un año: Apocalipsis 9
En 1929, en una entrevista, Alberto Einstein dijo:
«Cuando era niño, me enseñaron de la Biblia y del Talmud. Soy judío, pero me
cautiva la figura luminosa del Nazareno […]. Nadie puede leer los Evangelios
sin sentir la presencia real de Jesús. Su personalidad palpita en cada palabra.
Ningún mito contiene tanta vida».
El Nuevo Testamento da otros ejemplos de compatriotas
de Jesús, quienes percibían que Él tenía algo especial. Cuando les preguntó a
sus seguidores: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?», ellos
respondieron que unos decían que era Juan el Bautista; otros, que era Elías; y
algunos, que era Jeremías o uno de los profetas (Mateo 16:14). Que lo
mencionaran entre los grandes profetas de Israel era sin duda un elogio, pero
Jesús no buscaba eso, sino que los escudriñaba para ver si tenían fe. Entonces,
hizo una segunda pregunta: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» (v. 15 RVC).
La declaración de Pedro expresa la verdad sobre la
identidad de Jesús: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (v. 16).
Jesús anhela que lo conozcamos a Él y su poder
salvador. Por eso, en algún momento, debemos responder la pregunta: «¿Quién
dices tú que es Jesús?».
Señor, deseo conocerte mejor, amarte más y seguirte de
todo corazón.
La identidad de Jesús es la cuestión central de la
eternidad.
Nuestra cobertura
Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido
perdonada, y cubierto su pecado (Salmo 32:1).
Lectura: Romanos 3:21-26
La Biblia en un año: Apocalipsis 8
Cuando hablamos de nuestra fe en Jesús, a veces,
usamos palabras que no entendemos ni explicamos. Una de ellas es justo. Decimos
que Dios administra justicia y que hace justas a las personas, pero este puede
ser un concepto difícil de comprender.
La forma en que el idioma chino representa la palabra
justicia es útil. Combina dos caracteres: la palabra de arriba es cordero; y la
de abajo es yo. El cordero cubre o está encima de la persona.
Cuando Jesús vino a este mundo, Juan el Bautista lo
llamo «el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29).
Necesitamos que se solucione el problema de nuestro pecado porque nos separa de
Dios, cuya esencia y caminos son siempre perfectos y rectos. Debido a su gran
amor por nosotros, a su Hijo Jesús «que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Corintios
5:21). Jesús, el Cordero, se sacrificó y derramó su sangre, y se convirtió en
nuestra «cobertura». Él nos hace justos, lo cual nos coloca en una relación
correcta con Dios.
Estar bien con Dios es un regalo de su parte. Jesús,
el Cordero, es la forma en que Dios nos cubre.
Señor, gracias por morir en la cruz por mí para cubrir
y quitar mis pecados, y pueda tener una relación contigo.
La única cobertura permanente para el pecado es la
sangre de Cristo.
Nuestro
Pan Diario
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