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martes, 16 de mayo de 2017

¿Debo perdonar?



… De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros (Colosenses 3:13).
La Biblia en un año: 1 Reyes 21–22; Lucas 23:26-56
Llegué temprano a mi iglesia para ayudar a preparar todo para una actividad, y vi a una mujer llorando al otro lado del salón. Como en el pasado había chismeado sobre mí con crueldad, me apuré a ahogar sus sollozos con una aspiradora. ¿Por qué iba a preocuparme por alguien que no me quería?
Entonces, el Espíritu Santo me recordó cuánto me había perdonado Dios, y crucé la sala. La mujer me dijo que hacía meses que su beba estaba en el hospital. Lloramos, nos abrazamos y oramos por su hija. Después de resolver nuestras diferencias, ahora somos buenas amigas.
En Mateo 18, Jesús compara el reino de los cielos con un rey que decidió ajustar cuentas. Un siervo que debía una cantidad exorbitante de dinero rogó pidiendo clemencia. Poco después de que el rey cancelara su deuda, ese siervo buscó y condenó a un hombre que le debía mucho menos. Cuando el rey se enteró, envió al siervo malvado a la cárcel por su propio espíritu rencoroso (vv. 23-34).
La decisión de perdonar no justifica el pecado, no excusa el mal que se nos hizo ni minimiza nuestras heridas. Simplemente, nos libera para disfrutar del regalo inmerecido de la misericordia divina, cuando permitimos que el Señor haga su obra de gracia y restaure la paz en nuestras vidas y relaciones.
Señor, ayúdanos a perdonar por completo y con sinceridad.
Perdonar a los demás expresa nuestra confianza en el derecho de Dios a juzgar según su perfección y su bondad.

Alabanza en la oscuridad
Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza… (Hebreos 13:15).
La Biblia en un año: 2 Reyes 1–3; Lucas 24:1-35
Aunque mi amigo Mickey estaba perdiendo la vista, me dijo: «Seguiré alabando a Dios cada día, porque ha hecho mucho por mí».
Jesús le dio a mi amigo, y a nosotros, la mejor razón para una alabanza constante. Mateo 26 muestra que Jesús compartió la cena de Pascua con sus discípulos la noche antes de ir a la cruz. El versículo 30 revela cómo concluyó la comida: «Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos».
No se trataba de cualquier himno; era una alabanza. Durante miles de años, los judíos han cantado un grupo de salmos llamado «el Halel» en Pascua (halel es la palabra judía para «alabanza»). La última de estas oraciones y cantos de alabanza, que se encuentra en los Salmos 113–118, honra al Dios que se ha transformado en nuestra salvación (118:21). Se refiere a una piedra rechazada que se volvió la piedra del ángulo (v. 22) y a uno que viene en el nombre del Señor (v. 26). Es posible que hayan cantado: «Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él» (v. 24).
Al cantar con sus discípulos, Jesús nos dio la mejor razón para levantar la mirada por encima de nuestras circunstancias inmediatas. Nos guió a alabar el amor y la fidelidad eternos de Dios.
Siempre eres digno de alabanza, Señor, ¡incluso cuando no siento deseos de alabarte!
Alabar a Dios nos ayuda a recordar su bondad que nunca acaba.
Nuestro Pan Diario

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