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sábado, 27 de mayo de 2017

Dobles



… somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor (3:18).
La Biblia en un año: 1 Crónicas 22–24; Juan 8:28-59
Dicen que todos tenemos un doble. Algunos los llaman doppelgängers [dobles andantes]. Son personas que se parecen mucho a nosotros aunque no tienen ninguna conexión de sangre.
El mío es una estrella de la música. Cuando fui a uno de sus recitales, muchos de los fanáticos me confundieron con él durante el intermedio. Lamentablemente, no soy ningún James Taylor a la hora de cantar y tocar la guitarra. El parecido es tan solo físico.
¿A quién te pareces? Mientras lo consideras, reflexiona en 2 Corintios 3:18, donde Pablo nos dice que «somos transformados […] en la misma imagen […] del Señor». Al buscar honrar a Jesús con nuestra vida, uno de nuestros objetivos es adoptar su imagen. Por supuesto, no significa que tenemos que dejarnos crecer la barba y usar sandalias… En cambio, el Espíritu Santo nos ayuda a demostrar rasgos de Cristo; por ejemplo, en actitud (humildad), en carácter (amor) y en compasión (acompañar a los que están caídos y solos), debemos parecernos a Jesús e imitarlo.
Mientras miramos «a cara descubierta […] la gloria del Señor» al fijar los ojos en Jesús, podemos parecernos cada vez más a Él. ¡Qué maravilloso sería si los demás pudieran observarnos y decir: «Veo a Jesús en ti»!
Señor, transfórmanos a tu imagen. Que los demás puedan verte en nosotros.
El amor es el rasgo que debería distinguir a los seguidores de Cristo.

El remedio para los celos
De aquel día en adelante Saúl miró a David con recelo (v. 9 LBLA).
La Biblia en un año: 1 Crónicas 25–27; Juan 9:1-23
Durante una visita de mis nietos, les pregunté qué habían hecho el fin de semana. Bridger, de tres años de edad, contó que lo habían dejado pasar la noche con sus tíos… ¡y había tomado helado y andado en un carrusel y mirado una película! Después, fue el turno de su hermano de cinco años, Samuel. Cuando le pregunté qué había hecho, contestó: «Acampé». «¿Te divertiste?», pregunté. «No tanto», respondió, apesadumbrado.
Samuel experimentó el antiguo sentimiento de los celos. Al escuchar el emocionante relato de su hermano, olvidó cuánto se había divertido acampando con su papá.
El rey Saúl cedió ante el monstruo de la envidia y los celos cuando los elogios para David fueron mayores que los suyos: «Saúl hirió a sus miles, y David a sus diez miles» (1 Samuel 18:7). Desde ese momento, «Saúl no miró con buenos ojos a David» (v. 9). ¡Estaba tan enfurecido que quiso matarlo!
El juego de la comparación es insensato y autodestructivo. Los demás siempre tendrán algo que queramos, pero Dios ya nos ha dado muchas bendiciones, incluida la vida en esta Tierra y la promesa de la vida eterna para los que creen. Depender de su ayuda y concentrarnos en Él con gratitud puede ayudarnos a superar los celos.
Señor, te alabamos por darnos vida y la promesa de vida eterna si te aceptamos como nuestro Salvador.
El remedio para los celos es la gratitud a Dios.
Nuestro Pan Diario

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