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miércoles, 3 de mayo de 2017

Solo en el espacio



… Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía (v. 16).
La Biblia en un año: 1 Reyes 14–15; Lucas 22:21-46
Al Worden, astronauta del Apolo 15, sabía lo que era estar en la luna. Durante tres días, en 1971, voló solo en su módulo de comando, el Endeavor, mientras dos compañeros trabajaban a miles de kilómetros, en la superficie de la luna. Su única compañía eran las estrellas, que lo envolvían con su luz.
Cuando el sol se puso sobre Jacob, el personaje del Antiguo Testamento, la primera noche lejos de su casa, él también estaba profundamente solo, pero por otra razón. Estaba huyendo de su hermano mayor, que quería matarlo por haberle robado la bendición familiar del primogénito. Sin embargo, al dormirse, Jacob soñó con una escalera que unía el cielo y la Tierra. Mientras observaba a los ángeles que subían y bajaban, escuchó la voz de Dios que le prometía estar con él y bendecir a toda la Tierra a través de sus hijos. Cuando Jacob despertó, exclamó: «Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía» (Génesis 28:16).
Jacob se había aislado debido a su engaño. Sin embargo, por más reales que fueran sus fracasos y la oscuridad de la noche, estaba en la presencia de Aquel cuyos planes siempre son mejores que los nuestros. El cielo está más cerca de lo que pensamos, y el «Dios de Jacob» está con nosotros.
Padre, la gloria de tu presencia y tu bondad supera ampliamente nuestra imaginación.
Dios está más cerca de lo que pensamos.

Solo un toque
Jesús extendió la mano y le tocó… (v. 3).
Lectura: Mateo 8:1-4
La Biblia en un año: 1 Reyes 12–13; Lucas 22:1-20
A Kiley le encantó la idea de ir a una zona remota de África oriental para ayudar en una misión médica, pero estaba intranquila. No tenía experiencia médica. Aun así, podía proporcionar primeros auxilios.
Mientras estaba allí, conoció a una mujer con una enfermedad espantosa pero curable. La pierna deformada de la mujer la impresionaba, pero Kiley sabía que tenía que hacer algo. Mientras le limpiaba y vendaba la pierna, su paciente empezó a llorar. Preocupada, Kiley le preguntó si la estaba lastimando. «No —respondió—. Es la primera vez que alguien me toca en nueve años».
La lepra es otra enfermedad que puede hacer que sus víctimas sean repulsivas para los demás, y en la antigua cultura judía, había pautas estrictas para evitar su contagio. Sobre el leproso, la ley declaraba: «habitará solo; fuera del campamento será su morada» (Levítico 13:46).
Por eso es tan increíble que un leproso se acercara a Jesús para pedirle: «Señor, si quieres, puedes limpiarme» (Mateo 8:2). «Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio» (v. 3).
Al tocar la pierna enferma de una mujer solitaria, Kiley empezó a mostrar el amor valiente de Jesús, que tiende puentes. Un solo toque marcó la diferencia.
Señor, quiero expresar el amor valiente que demostraste al caminar sobre esta Tierra.
¿Qué puede pasar si superamos el temor y permitimos que Dios nos utilice?
Nuestro Pan Diario 
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