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domingo, 14 de mayo de 2017

Esparcir semillas



Mas el que fue sembrado en buena tierra […] da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno (v. 23).
Leer: Mateo 13:1-9
La Biblia en un año: 2 Reyes 19–21; Juan 4:1-30
Recibí un maravilloso email de una mujer que escribió: «Tu mamá fue mi maestra de primer grado en 1958. Nos hizo aprender el Salmo 23 y recitarlo frente a la clase, y a mí me aterraba hacerlo. Sin embargo, fue el único contacto que tuve con la Biblia hasta 1997, cuando me entregué a Cristo. Entonces, los recuerdos de la Sra. McCasland volvieron como un torrente al releer el Salmo».
Jesús le contó a una gran multitud una parábola sobre un agricultor que sembró semillas que cayeron en distintos tipos de suelos: un suelo duro, uno rocoso, uno espinoso y uno fértil (Mateo 13:1-9). Aunque algunas semillas nunca crecieron, «el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, […] y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno» (v. 23).
En los 20 años que mi madre enseñó en escuelas públicas, junto con la lectura, la escritura y la aritmética, desparramó semillas de bondad y el mensaje del amor de Dios.
El email de su antigua alumna terminaba así: «Por supuesto, he tenido otras influencias posteriores en mi andar cristiano, pero mi corazón siempre vuelve al [Salmo 23] y a la dulzura de [tu mamá]».
Una semilla del amor de Dios que se planta hoy puede producir una impresionante cosecha.
Señor, hoy quiero que mi vida siembre buenas semillas en los que me rodean.
Nosotros sembramos; Dios produce la cosecha.

El Consolador
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad… (v. 13).
Leer: Juan 16:7-15
La Biblia en un año: 2 Reyes 15–16; Juan 3:1-18
Cuando subí al avión para ir a estudiar a una ciudad lejana, me sentí nerviosa y sola. Pero, durante el vuelo, recordé cómo Jesús les prometió a sus discípulos la presencia consoladora del Espíritu Santo.
Los amigos de Jesús seguramente quedaron desconcertados cuando Él les dijo: «Os conviene que yo me vaya» (Juan 16:7). ¿Cómo podían ellos, que habían presenciado sus milagros y aprendido sus enseñanzas, estar mejor sin Él? Sin embargo, Jesús les dijo que, si se iba, vendría el Consolador, el Espíritu Santo.
Cerca de sus últimas horas en la Tierra, Jesús les compartió algo a sus discípulos (en Juan 14–17) para ayudarlos a entender su muerte y ascensión. Algo central a esta conversación fue la venida del Espíritu Santo, un consolador (14:16-17) que estaría con ellos (15:15), les enseñaría (v. 26), testificaría (v. 26) y los guiaría (16:13).
Los que aceptamos la nueva vida que Dios nos ofrece, recibimos este regalo de su Espíritu que mora en nosotros, nos convence de pecado y nos ayuda a arrepentirnos. Este Consolador nos conforta cuando sufrimos, nos fortalece para soportar las pruebas, y nos da sabiduría para entender las enseñanzas de Dios, esperanza y fe para creer, y amor para compartir.
Padre, gracias por enviar a tu Hijo a salvarnos y a tu Espíritu a consolarnos.
El Espíritu Santo llena a los seguidores de Jesús.

Salmos de campamento
¡Oh Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra!… (v. 1).
Leer: Salmo 8:1-9
La Biblia en un año: 2 Reyes 17–18; Juan 3:19-36
Cuando mi esposo y yo vamos a caminar al aire libre, llevamos la cámara y sacamos primeros planos de las plantas a nuestros pies, que son como microcosmos. Qué maravillosa variedad y belleza vemos, ¡incluso en los hongos que salpican los bosques con pinceladas de naranja, rojo y amarillo!
Las fotos de la vida que nos rodea me inspiran a levantar los ojos al Creador que no solo hizo los hongos, sino también las estrellas y los cielos. Diseñó un mundo de infinito alcance y variedad. Además, nos creó a ti y a mí y nos puso en medio de esta belleza, para disfrutarla y gobernarla (Génesis 1:27-28; Salmo 8:6-8).
Mis pensamientos se vuelcan a uno de los «salmos de campamento» de mi familia: salmos que leemos sentados alrededor de una fogata: «¡Oh Señor nuestro, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos […]. Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?» (Salmo 8:1-4).
¡Qué maravilla que el Dios que creó el mundo en todo su esplendor se preocupe por ti y por mí!
Majestuoso Creador, nuestro corazón te alaba cuando vemos instantáneas de tu hermoso mundo.
Al entender lo sabio que es Dios, confiamos en que puede cuidarnos.
Nuestro Pan Diario
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