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domingo, 4 de junio de 2017

Disfuncional



Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (v. 23).
La Biblia en un año: 2 Crónicas 1–3; Juan 10:1-23
La palabra disfuncional suele usarse para describir personas, familias, relaciones, organizaciones e incluso gobiernos. Mientras que funcional significa algo que funciona como es debido, disfuncional es lo opuesto: algo roto, que no se desempeña bien.
En su carta a los romanos, el apóstol Pablo comienza describiendo una humanidad espiritualmente disfuncional (1:18-32). Esta rebelión es generalizada: «Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. […] Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios» (3:12, 23).
La buena noticia es que somos «justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús […] por medio de la fe» (vv. 24-25). Cuando invitamos a Cristo a nuestra vida y aceptamos su perdón, Él comienza a transformarnos. No nos volvemos perfectos de inmediato, pero ya no tenemos por qué seguir en un estado roto y disfuncional.
A través del Espíritu Santo, recibimos fuerza a diario para honrar a Dios con lo que decimos y hacemos, y para despojarnos «del viejo hombre […] y [renovarnos] en el espíritu de [nuestra] mente, y [vestirnos] del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Efesios 4:22-24).
Señor, acudimos a ti en busca de restauración y fuerzas.
Acercarnos a Cristo nos ayuda a vivir de acuerdo a su diseño original.

Ni un solo gorrión
Estimada es a los ojos del Señor la muerte de sus santos (Salmo 116:15).
La Biblia en un año: 2 Crónicas 4–6; Juan 10:24-42
Mi madre, tan digna y correcta toda su vida, estaba ahora en la cama de un geriátrico, cautiva de la ancianidad debilitante. Su estado en deterioro contrastaba con el hermoso día primaveral que danzaba tentador al otro lado de la ventana.
Por más que nos preparemos emocionalmente, nunca estamos listos para la sombría realidad del adiós. ¡Qué humillante que es la muerte!, pensé.
Desvié la mirada al comedero para aves afuera de la ventana. Un pinzón se acercó a servirse unas semillas. Al instante, me vino a la mente un pasaje: «ni un solo gorrión puede caer a tierra sin que el Padre lo sepa» (Mateo 10:29 NTV). Jesús les dijo esto a sus discípulos, al enviarlos a una misión en Judea, pero el mensaje sigue siendo válido. «Más valéis vosotros que muchos pajarillos», les aseguró (v. 31).
Mi mamá se despertó y abrió los ojos. Volviendo a su infancia, usó un afectuoso término holandés para su propia madre y declaró: «¡Muti se murió!».
«Sí —respondió mi esposa—. Ahora, está con Jesús». Dubitativa, mamá siguió. «¿Y Joyce y Jim?», preguntó respecto a sus hermanos. «También están con Jesús —dijo mi esposa—. ¡Pero pronto estaremos con ellos!».
«Es difícil esperar», susurró mamá.
Padre celestial, esta vida puede ser tan difícil y dolorosa. ¡Pero tú prometes que nunca nos dejarás ni nos abandonarás!
La muerte es la última sombra antes del amanecer celestial.
Nuestro Pan Diario
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