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jueves, 22 de junio de 2017

De muerte a vida



Por. Bill Crowder
… estabais muertos en vuestros delitos y pecados (v. 1).
La Biblia en un año: Nehemías 4–6; Hechos 2:22-47
Cuando era joven, mi papá estaba viajando con un grupo de amigos a un evento deportivo en otra ciudad, cuando los neumáticos del auto se deslizaron en la ruta empapada por la lluvia. Tuvieron un accidente grave; uno de sus amigos quedó paralizado y otro murió. A mi papá lo declararon muerto y lo llevaron a la morgue. Sus padres, conmocionados y afligidos, fueron a identificarlo. Sin embargo, mi papá revivió de lo que resultó ser un coma profundo. Su lamento se transformó en alegría.
En Efesios 2, el apóstol Pablo nos recuerda que, lejos de Cristo, estamos «muertos en [nuestros] delitos y pecados» (v. 1). Pero, debido a su gran amor por nosotros, «Dios, que es rico en misericordia, […] aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo» (vv. 4-5). A través de Cristo, pasamos de muerte a vida.
Así que, en cierto sentido, le debemos nuestra vida al Padre en el cielo. Su gran amor hizo posible que todos los que estábamos muertos en pecado tuviéramos vida y un propósito a través de su Hijo.
Gracias, Padre, por el amor que vence el pecado, por la vida que derrota la muerte y por la gracia que ha conquistado mi corazón. Que mi vida pueda desprender un perfume agradable de alabanza para ti.
Teníamos una deuda que no podíamos saldar; Jesús pagó la deuda que Él no debía.
Nuestro Pan Diario

Compartir el consuelo
Por. Xochitl Dixon
… así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación (v. 7).
La Biblia en un año: Ester 3–5; Hechos 5:22-42
Una amiga me envió unas artesanías de cerámica que había hecho. Cuando abrí la caja, descubrí que las preciosas piezas se habían dañado en el viaje.
Mi esposo reparó una de las piezas, y yo exhibí la taza sobre un estante, con sus hermosas imperfecciones. Al igual que esa cerámica restaurada, yo también tengo cicatrices que prueban que puedo seguir de pie después de los tiempos difíciles que Dios me ayudó a superar. Esa taza de consuelo me recuerda que hablar de cómo el Señor ha obrado en nuestra vida puede ayudar a otros.
El apóstol Pablo alaba a Dios porque es «Padre de misericordias y Dios de toda consolación» (2 Corintios 1:3). El Señor usa nuestras pruebas y sufrimientos para hacernos más parecidos a Él. Su consuelo en nuestras aflicciones nos prepara para reconfortar a otros al contarles lo que el Señor ha hecho por nosotros (v. 4).
Al reflexionar en el sufrimiento de Cristo, podemos recibir inspiración para perseverar en medio del dolor, confiando en que Él utiliza nuestras experiencias para fortalecernos y animar a otros a resistir con paciencia (vv. 5-7). Como Pablo, recibimos consuelo al saber que el Señor redime nuestras pruebas para su gloria. Podemos compartir sus «tacitas de consuelo» para llevar esperanza al que sufre.
Señor, utilízanos para brindar consuelo, ánimo y esperanza a los que sufren.
Dios consuela a otros cuando hablamos de cómo nos consoló en nuestro dolor.
Nuestro Pan Diario
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