Por. Bill
Crowder
… estabais muertos en vuestros delitos y pecados (v.
1).
Leer:
Efesios 2:1-10
La
Biblia en un año: Nehemías 4–6; Hechos 2:22-47
Cuando era joven, mi papá estaba viajando con un grupo
de amigos a un evento deportivo en otra ciudad, cuando los neumáticos del auto
se deslizaron en la ruta empapada por la lluvia. Tuvieron un accidente grave;
uno de sus amigos quedó paralizado y otro murió. A mi papá lo declararon muerto
y lo llevaron a la morgue. Sus padres, conmocionados y afligidos, fueron a
identificarlo. Sin embargo, mi papá revivió de lo que resultó ser un coma
profundo. Su lamento se transformó en alegría.
En Efesios 2, el apóstol Pablo nos recuerda que, lejos
de Cristo, estamos «muertos en [nuestros] delitos y pecados» (v. 1). Pero,
debido a su gran amor por nosotros, «Dios, que es rico en misericordia, […] aun
estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo»
(vv. 4-5). A través de Cristo, pasamos de muerte a vida.
Así que, en cierto sentido, le debemos nuestra vida al
Padre en el cielo. Su gran amor hizo posible que todos los que estábamos
muertos en pecado tuviéramos vida y un propósito a través de su Hijo.
Gracias, Padre, por el amor que vence el pecado, por
la vida que derrota la muerte y por la gracia que ha conquistado mi corazón.
Que mi vida pueda desprender un perfume agradable de alabanza para ti.
Teníamos una deuda que no podíamos saldar; Jesús pagó
la deuda que Él no debía.
Nuestro
Pan Diario
Compartir el consuelo
Por. Xochitl
Dixon
… así como sois compañeros en las aflicciones, también
lo sois en la consolación (v. 7).
Leer:
2 Corintios 1:3-11
La
Biblia en un año: Ester 3–5; Hechos 5:22-42
Una amiga me envió unas artesanías de cerámica que
había hecho. Cuando abrí la caja, descubrí que las preciosas piezas se habían
dañado en el viaje.
Mi esposo reparó una de las piezas, y yo exhibí la
taza sobre un estante, con sus hermosas imperfecciones. Al igual que esa
cerámica restaurada, yo también tengo cicatrices que prueban que puedo seguir
de pie después de los tiempos difíciles que Dios me ayudó a superar. Esa taza
de consuelo me recuerda que hablar de cómo el Señor ha obrado en nuestra vida
puede ayudar a otros.
El apóstol Pablo alaba a Dios porque es «Padre de
misericordias y Dios de toda consolación» (2 Corintios 1:3). El Señor usa
nuestras pruebas y sufrimientos para hacernos más parecidos a Él. Su consuelo
en nuestras aflicciones nos prepara para reconfortar a otros al contarles lo
que el Señor ha hecho por nosotros (v. 4).
Al reflexionar en el sufrimiento de Cristo, podemos
recibir inspiración para perseverar en medio del dolor, confiando en que Él
utiliza nuestras experiencias para fortalecernos y animar a otros a resistir
con paciencia (vv. 5-7). Como Pablo, recibimos consuelo al saber que el Señor
redime nuestras pruebas para su gloria. Podemos compartir sus «tacitas de
consuelo» para llevar esperanza al que sufre.
Señor, utilízanos para brindar consuelo, ánimo y
esperanza a los que sufren.
Dios consuela a otros cuando hablamos de cómo nos
consoló en nuestro dolor.
Nuestro Pan Diario
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