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viernes, 23 de junio de 2017

Una razón para sonreír



Por. Mart De Haan
Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis (v. 11).
La Biblia en un año: Ester 1–2; Hechos 5:1-21
En el trabajo, las palabras de ánimo son importantes. La manera en que los empleados se hablan afecta la satisfacción del cliente, las ganancias de la empresa y el aprecio entre colegas. Según estudios, en los grupos laborales más eficaces, sus miembros intercambian seis veces más afirmación que desaprobación, desacuerdo o sarcasmo. Los equipos menos productivos suelen usar al menos tres comentarios negativos por cada palabra amable.
Pablo conocía el valor de las palabras para formar relaciones y lograr resultados. Antes de conocer a Cristo, sus palabras y acciones aterrorizaban a los seguidores de Jesús. Pero, cuando escribió su carta a los tesalonicenses, había aprendido a dar ánimo, gracias a la obra de Dios en su corazón. Ahora, instaba a sus lectores a animarse unos a otros, y les mostró cómo afirmar a los demás y reflejar el Espíritu de Cristo.
En el proceso, Pablo les recordó a sus lectores de dónde proviene el ánimo. Para él, entregarnos en manos de Dios, quien nos amó de tal manera que murió por nosotros, nos da razón para consolarnos, perdonarnos, inspirarnos y desafiarnos con amor unos a otros (1 Tesalonicenses 5:10-11).
Pablo nos muestra que el ánimo es una forma de ayudarnos a experimentar la paciencia y la bondad de Dios.
Padre, que podamos mostrar a los demás tu misericordia y bondad.
¿Qué mejor que esforzarnos por sacar lo mejor los unos de los otros?

Motivados por Dios
Por. Keila Ochoa
Incline nuestro corazón hacia él, para que andemos en todos sus caminos… (v. 58).
La Biblia en un año: Nehemías 12–13; Hechos 4:23-37
Hace unos meses, recibí un email donde me invitaban a unirme a una comunidad de «personas motivadas». Busqué la palabra «motivado», y descubrí que se refiere a alguien determinado a triunfar.
¿Es bueno ser una persona motivada? Hay una prueba que nunca falla: «hacedlo todo para la gloria de Dios» (1 Corintios 10:31). Muchas veces, obramos para alcanzar gloria personal. Después del diluvio de la época de Noé, unas personas decidieron construir una torre para hacerse famosas y evitar ser esparcidas por el mundo (Génesis 11:4). Su motivación era incorrecta, porque no estaban obrando para glorificar a Dios.
En cambio, cuando el rey Salomón dedicó el arca del pacto y el templo recién edificado, declaró: «he edificado la casa al nombre del Señor» (1 Reyes 8:20). Después, oró: «Incline nuestro corazón hacia él, para que andemos en todos sus caminos, y guardemos sus mandamientos» (v. 58).
Cuando nuestro mayor deseo es glorificar a Dios y caminar en obediencia, nos transformamos en personas motivadas que buscan amar y servir a Jesús en el poder del Espíritu. Que nuestra oración haga eco de la de Salomón. Que sea «perfecto [nuestro] corazón para con el Señor nuestro Dios, andando en sus estatutos y guardando sus mandamientos» (v. 61).
Padre, dame el deseo de obedecerte y de hacer todo para tu gloria.
Que todo lo que hagas sea para glorificar a Dios.
Nuestro Pan Diario

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