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domingo, 18 de junio de 2017

¿Dónde está Wally?



… Te ruego que me digas: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro? (v. 34).
La Biblia en un año: 2 Crónicas 34–36; Juan 19:1-22
Wally es la estrella de ¿Dónde está Wally?, una conocida serie de libros infantiles. Wally se esconde en escenas abarrotadas, invitando a los niños a que lo encuentren. Padres de todo el mundo disfrutan al ver la alegría de sus hijos cuando encuentran a Wally.
Poco después de que a Esteban lo apedrearon por proclamar a Cristo (Hechos 7), se desató una persecución que hizo que muchos cristianos huyeran de Jerusalén. Otro diácono, Felipe, siguió a estos cristianos a Samaria, donde proclamó a Cristo y fue bien recibido. Allí, el Espíritu Santo lo envió en una misión especial a un camino por el desierto. Seguramente, le pareció extraño, dado el fruto que había en Samaria. Imagina la alegría de Felipe cuando se encontró con el funcionario etíope y lo ayudó a encontrar a Jesús en las páginas de Isaías (vv. 26-40).
Nosotros también podemos ayudar a otros a «encontrar a Jesús» a través de la Escritura. Al igual que el padre que observa la alegría de su hijo al descubrir lo que estaba oculto, y como Felipe cuando ayudó al etíope a encontrar a Jesús, puede ser emocionante presenciar el momento en que Dios se revela a otra persona. Que podamos estar siempre preparados para hablar de Cristo según el Espíritu nos guíe.
Gracias, Padre, por ayudarnos a encontrarte.
La tarea más importante del creyente es llevar a sus amigos a Jesucristo.

Posturas del corazón
Allí, sobre la plataforma, [Salomón] se arrodilló y, extendiendo las manos al cielo, oró… (v. 13 NVI).
Por Cindy Hess Kasper
La Biblia en un año: Esdras 1–2; Juan 19:23-42
Cuando mi esposo toca la armónica en la iglesia, a veces, cierra los ojos. Dice que lo ayuda a concentrarse y aislar las distracciones para alabar a Dios; solo están su armónica, la música y él.
Algunos se preguntan si debemos cerrar los ojos al orar. Sin embargo, como podemos orar en cualquier momento y lugar, puede ser difícil cerrar los ojos siempre; ¡en especial, si estamos caminando, desmalezando o conduciendo un vehículo!
Además, no hay reglas sobre qué posición debemos adoptar al hablar con Dios. Cuando el rey Salomón oró para dedicar el templo que había edificado, se arrodilló y «extendió sus manos al cielo» (2 Crónicas 6:13-14). Arrodillarse (Efesios 3:14), quedarse de pie (Lucas 18:10-13) e incluso postrarse con el rostro al suelo (Mateo 26:39) son todas posturas de oración mencionadas en la Biblia.
Ya sea que nos arrodillemos o nos paremos ante Dios, que levantemos las manos o cerremos los ojos, lo importante no es la postura, sino el corazón. Todo lo que hacemos «mana» de nuestro corazón (Proverbios 4:23). Cuando oramos, que nuestro corazón siempre esté inclinado en adoración, gratitud y humildad frente a nuestro Dios, porque sabemos que están «abiertos [sus] ojos y atentos [sus] oídos a la oración» de su pueblo (2 Crónicas 6:40).
Señor, que pueda siempre concentrarme en ti.
La forma más elevada de oración surge de lo profundo de un corazón humilde.

Nada es inútil
… nada de lo que hacen para el Señor es inútil (v. 58 NTV)
Por Xochitl Dixon
La Biblia en un año: Esdras 3–5; Juan 20
En mi tercer año de pelear contra el desánimo y la depresión causados por una movilidad limitada y el dolor crónico, le confesé a una amiga: —Mi cuerpo se está cayendo a pedazos. Siento que no tengo nada de valor para ofrecerle a Dios ni a nadie.
—¿Te parece que no sirve de nada que te salude con una sonrisa o te escuche? ¿Me dirías que no vale que ore por ti o te diga una palabra amable?— respondió tomándome de la mano.
Me acomodé en mi silla y respondí: —Por supuesto que no.
Ella frunció el ceño. —Entonces, ¿por qué te dices esas mentiras? Haces todas esas cosas por mí y por otros.
Le di gracias a Dios por recordarme que nada de lo que hacemos para Él es en vano.
En 1 Corintios 15, Pablo nos asegura que nuestro cuerpo puede ser débil ahora, pero que «resucitará en gloria» (v. 43). Como Dios nos promete que resucitaremos a través de Cristo, podemos confiar en que usará cada pequeño esfuerzo hecho por Él para marcar una diferencia en su reino (v. 58).
Incluso si tenemos limitaciones físicas, una sonrisa, una palabra de ánimo, una oración o una muestra de fe durante la prueba pueden ministrar a los miembros diversos e interdependientes del cuerpo de Cristo. Cuando servimos al Señor, no hay tarea o acto de amor demasiado insignificante.
Jesús, gracias por valorarnos y utilizarnos para edificar a otros.
Haz lo que puedas con lo que tengas, y deja los resultados en manos de Dios.
Nuestro Pan Diario
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