Levántate, da voces en la noche, al comenzar las vigilias; derrama como agua tu corazón ante la presencia del Señor; alza tus manos a él implorando la vida de tus pequeñitos, que desfallecen de hambre en las entradas de todas las calles.
Lamentaciones 2:19
A pesar de las súplicas de su madre, Pedro salió aquella noche a encontrarse con sus amigos. Él pensaba: «Hay que distraerse un poco. Mis padres son de otra generación… ¡Sólo se tiene veinte años una vez!». Cuando atravesó la puerta, su madre le dijo: «Sabes, Pedro, estaré orando por ti hasta que vuelvas».
Aquella noche Pedro no se divirtió nada, el ambiente no era de su agrado, así que decidió regresar a casa.
Le pareció extraño que en la habitación de su madre todavía hubiese luz, por eso entró en ella. Su madre estaba arrodillada al borde de la cama y tenía la cabeza apoyada en las mantas. Pedro se acercó y vio que estaba muerta. Fue un golpe terrible, pues sintió que su madre había muerto de tristeza, y él se sentía responsable. Ahora tenía que afrontar las consecuencias.
Dios le habló. Él ya había visto el ejemplo y oído los consejos de una madre que tenía una fe real. Esa noche Pedro se volvió a Dios, reconoció sus pecados y aceptó a Jesús como su Salvador. Durante muchos años, y siempre fiel a Jesús, su Maestro, fue un creyente celoso y diligente que proclamó la gran salvación ofrecida por Dios a aquel que cree. Él, quien había aceptado esa salvación en una situación muy trágica, quería dar a conocer a otros ese mensaje de amor.
Pensamientos
El Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. 1 Juan 4:14
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? Romanos 8:32
A medida que el tiempo pasa, necesitamos volver a lo que era desde el principio. El agua más pura es la que sale del manantial.
***La manera en que la mano del Padre actúa con respecto a nosotros siempre debe ser considerada a la luz del amor que llena su corazón.
***La presencia del Señor en el corazón es el único secreto para olvidarse de sí mismo.
***¡Pobre Adán! Pensaba que Dios, al prohibirle comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, quería guardar para sí alguna cosa y no dársela a él. ¡Pero Dios, que parecía rehusarle un fruto al hombre inocente, dio a su Hijo para salvar al hombre pecador! Sin embargo, el corazón del hombre es tan perverso que, incluso ante este hecho, desconfía de Dios.
***La conciencia de nuestra debilidad nos impedirá tener la osadía de dar un paso sin Dios.
***Un fiel creyente ignorante está más avanzado que el que, conociendo más de la verdad, no sigue al Señor en su vida diaria. Podemos sentir gozo al oír la Palabra; pero este gozo no tiene valor si la Palabra no se hace realidad en nosotros y si no solemos tener una íntima comunión con el Señor.
© Editorial La Buena Semilla, 1166 PERROY (Suiza)
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